En 1194, Alfonso II de Aragón fundó la Cartuja de Scala Dei, en plena comarca tarraconense del Priorat. Con ella, se inició la historia de la Orden de los Cartujos en los reinos españoles, que llegaron a contar hasta con 21 monasterios repartidos por toda la geografía de la actual España. La sexta fundación tuvo lugar en el Valle del Lozoya, en plena Sierra de Guadarrama, a medio camino entre Madrid y Segovia. Concretamente, hablamos del Real Monasterio de Santa María de El Paular, constituido como tal por orden de Enrique II de Castilla a finales del siglo XIV y que se convirtió en la primera cartuja de la Corona de Castilla. Después de más de 630 años de historia, continúa en activo, pero por vicisitudes del destino está regentado por monjes benedictinos.

El Monasterio de El Paular es uno de los grandes secretos que se esconden en el norte de la Comunidad de Madrid. Aunque son muchos los turistas que acuden hasta la Sierra de Guadarrama en busca de la nieve, salvajes y bellos paisajes, contemplar la singularidad de su flora, fauna o geología, disfrutar de sus espectaculares ecosistemas o practicar deportes al aire libre, este cenobio fundado en 1390 es otro gran motivo para planear una escapada a este maravilloso entorno natural. Más de 630 años de riqueza espiritual, histórico-artística, cultural y natural avalan la grandeza de El Paular, cuyas estancias interiores nos trasladan a épocas pasadas, ayudándonos con ello a repasar los diversos estilos artísticos que se han desarrollado a lo largo de la historia. ¿Te vienes a descubrir los principales secretos de la primera cartuja que se fundó en Castilla?
Historia del Monasterio de El Paular
El propio nombre del Real Monasterio de Santa María de El Paular nos indica el origen de este cenobio situado a 2 kilómetros de la localidad madrileña de Rascafría. Por orden testamentaria de Enrique II de Castilla, el primer monarca de la Casa de Trastámara, fue promovida la construcción de este importante e histórico complejo. Su hijo y sucesor, Juan I de Castilla, colocó la primera piedra de esta fundación monástica real el 29 de agosto de 1390, en el mismo lugar en el que su padre le había ordenado: junto a una ermita dedicada a la Virgen de El Paular, que todavía pervive pero ha sido rebautizada como de Nuestra Señora de Montserrat, y sobre el pabellón de caza utilizado desde tiempos de Alfonso XI.

Sin embargo, Juan I tampoco vería iniciadas las obras, ya que falleció el mismo año en que se colocó la primera piedra. La construcción del Monasterio de El Paular ha pasado por diversas fases constructivas, lo que ha permitido que los arquitectos que han ido interviniendo, así como los estilos artísticos predominantes en cada momento, hayan dotado al monumento de una considerable riqueza cultural. Entre 1390-1454, coincidiendo con los reinados de Enrique III y Juan II, se levantó el claustro de padres, la primera iglesia monacal, el refectorio, el claustro de legos y un palacio que ordenó construir el primero de los reyes mencionado, el conocido como Palacio de los Trastámara que la cadena Sheraton convirtió en hotel. El gótico fue abriéndose paso en el Valle del Lozoya, con influencias también del mudéjar, gracias a la intervención del maestro segoviano Abderramán.

Aunque durante el reinado de Enrique IV las obras continuaron, a diferencia de la Cartuja de Miraflores (Burgos), una fundación de su padre Juan II que prácticamente abandonó y tuvo que ser finalizada por su hermana, la Reina Isabel La Católica, los Reyes Católicos fueron los monarcas que dieron el impulso definitivo al Monasterio de El Paular. Construyeron el actual claustro principal de monjes, elevaron la altura de la iglesia o sustituyeron el artesonado por bóvedas de crucería, entre otras actuaciones que contaron con la participación de Juan Guas, arquitecto personal de los monarcas y uno de los grandes del gótico isabelino.
El esplendor del Monasterio de El Paular
Los Reyes Católicos fueron los últimos monarcas que emprendieron reformas personales en el Monasterio de El Paular, aunque la construcción del cenobio continuó. Durante el Renacimiento, Rodrigo Gil de Hontañón, natural de Rascafría y maestro en las catedrales de Segovia y Salamanca, diseñó la portada de acceso al cenobio. Se estaba gestando uno de los mayores complejos monacales de Las Españas, cuya riqueza económica supo reflejar en su arquitectura y tesoros interiores, siendo de esta época también su imponente retablo mayor. De hecho, era tal su poder que llegaron a costear la fundación de la Cartuja de Granada.

El Barroco es otro de los momentos de mayor esplendor del Monasterio de Santa María de El Paular. Durante este período, se construyó la Capilla del Sagrario, de planta octogonal situada detrás de la cabecera de la iglesia y uno de los ejemplos barrocos más impresionantes de los conservados en España. De este período, también es el encargo que se hizo por la comunidad cartuja al pintor Vicente Carducho: 56 grandes cuadros para decorar cada uno de los huecos del claustro principal en los que 54 de ellos se narrase la vida de San Bruno, fundador de la Orden de los Cartujos, uno sobre el escudo de la Orden y el restante dedicado a Felipe IV. Conocida la obra en su conjunto como «Serie Cartujana», tardó seis años en realizarla, en su taller de la Calle Atocha, siendo un conjunto pictórico único en todo el mundo.
Desamortización y llegada de los benedictinos
La Guerra de Independencia de principios del siglo XIX hizo estragos en El Paular, aunque fue la Desamortización de Mendizábal de 1836 lo que acabó con la vida monástica. El monasterio fue vendido por el Estado, pasando a ser una propiedad privada, que trajo consigo el abandono y el expolio de obras de arte. Muchas de ellas pasaron a engrosar el inventario del entonces Museo Nacional de Pintura y Escultura, actual Museo del Prado, destacando también que la sillería de legos se trasladó a San Francisco el Grande en Madrid, aunque recuperada en 2003. Debido a la lamentable situación en la que se encontraba el histórico recinto, el Estado recuperó la propiedad y en 1876 lo declaró Monumento Nacional.

A finales del siglo XX, el Monasterio de El Paular se convirtió en un lugar de encuentro de intelectuales y estudiosos, que decidían alojarse en las antiguas celdas de los cartujos y disfrutar de la paz de sus claustros y de la armonía de la naturaleza que rodea el edificio. Ramón Menéndez Pidal, Francisco Giner de los Ríos o María Goyri son algunas de las personalidades que pasaron por él. Por su parte, en 1918 se creó en el monasterio una Residencia de Paisajistas, hasta que el 20 de marzo de 1954 un grupo de monjes benedictinos llegados de La Rioja vuelven a tomar las riendas de la vida monástica de El Paular, un monumento que, fruto de las importantes restauraciones que se han llevado a cabo y que continúan realizándose, ha tratado de recuperar el esplendor que le caracterizó tiempo ha.
Qué ver en el Monasterio de El Paular
Es fundamental narrar la historia que se esconde detrás del Real Monasterio de Santa María de El Paular para conocer el por qué de cada una de sus piedras, obras artísticas y tesoros. Actualmente, la visita consta de dos partes: en primer lugar se lleva a cabo un recorrido libre por el Claustro de Legos, donde hay expuestos varios paneles ilustrativos con la historia del monasterio y su proceso de restauración, para posteriormente continuar por el Claustro Mayor, para contemplar las obras de Vicente Carducho, y adentrarse también en la Sala Museística, creada en antiguas celdas habilitadas para tal efecto que combinan arte contemporáneo con la explicación de la función monástica de scriptorium.

Tras la visita autoguiada por las estancias mencionadas, a la hora indicada comienza el recorrido guiado desde la iglesia por las salas más nobles del interior del monasterio, realizada por uno de los propios monjes de la comunidad benedictina, que van explicando la historia y las curiosidades de los lugares que se visitan. A continuación, vamos a descubrir algunos de estos espacios, los más destacados e importantes de entre todos los que se visitan in situ.
Claustro Mayor o de los Padres
Como hemos comentado, la visita al Claustro Mayor o de los Padres se realiza libremente. Además de ser uno de los espacios arquitectónicos más destacados de todo el conjunto monacal de El Paular, es uno de los puntos de peregrinación de los amantes del arte. Después de la Desamortización del siglo XIX, las pinturas de Vicente Carducho que se exponían primitivamente en este espacio se dispersaron por diversos puntos de España, pasando a ser propiedad del Museo del Prado. Durante la Guerra Civil, dos de ellas se quemaron y se perdieron en el Museo de Tortosa. Tras la rehabilitación del claustro, acondicionándolo para acoger de nuevo los cuadros, que también han sido restaurados, en 2011 la serie volvió a estar unida y expuesto en su lugar de origen.

Sin duda, el Monasterio de El Paular es un ejemplo perfecto de recuperación patrimonial. Desde un punto de vista arquitectónico, se ha conseguido mantener y rehabilitar un monumento con más de 630 años de historia, y en lo que al espectro artístico se refiere, ha recuperado parte de los tesoros que perdió durante el período desamortizador, con las 52 obras de Vicente Carducho como máximo exponente. De este modo, sus tesoros vuelven a tener el significado, sentido y la razón para la que fueron creados, mientras su conservación está plenamente garantizada.
Iglesia monacal
La iglesia del Monasterio de Santa María de El Paular es uno de los grandes espacios del recinto. Tras cruzar la reja, coronada con las armas de Castilla, y contemplar los sillares de madera, se llega hasta el altar mayor, presidido por una de las principales joyas artísticas del cenobio: su imponente retablo. Ejecutado en alabastro, fue escupido a finales del siglo XV y está dedicado a la titular, Santa María de El Paular, situada en el primer banco rodeada de ángeles. Se desconoce su autoría, pero seguramente procede de la Escuela Burgalesa, del entorno de Simón de Colonia, Gil de Siloé o Felipe Bigarny, este último precisamente autor del retablo de la Capilla Real de Granada.

No hay que perder de vista tampoco las bóvedas de la iglesia monacal. Tras el terremoto de Lisboa, acaecido el 1 de noviembre de 1755, el templo se vio afectado con grietas y desperfectos, por lo que se llevó a cabo una reforma en el mismo, aumentado su altura con la incorporación de la actual bóveda de estilo barroco, el predominante en la época. Rodean la iglesia la Sala Capitular, con una buena talla de la Inmaculada Concepción de Escuela Andaluza, la Capilla de los Apóstoles, también de estilo barroco, y la Capilla del Sagrario, uno de los secretos mejor guardados del monasterio.
Capilla del Sagrario
Aunque muchos acuden hasta el Monasterio de El Paular en busca de las obras de Vicente Carducho, lo cierto es que la magnificencia y el rococó de la Capilla del Sagrario situada detrás del altar mayor de la iglesia monacal es el verdadero secreto de todo el recinto. Nada más entrar, es imposible no sufrir un stendhalazo, sin saber hacia dónde dirigir la mirada o dónde situarse para poder contemplar todo el arte que se presenta ante nuestra vista. Sobre la influencia andaluza del espacio, la explicación se encuentra en que los monjes cartujos de El Paular quedaron tan impresionados con el sagrario de la Cartuja de Granada, que quisieron contar con uno similar en la casa madre del Valle del Lozoya, encargándoselo a su propio autor, Francisco Hurtado Izquierdo.

Si la Capilla del Sagrario impresiona actualmente, antes del siglo XIX tuvo que ser todavía más impresionante. En el monumento de más de 15 metros de altura se encontraba una impresionante custodia de oro, la cual fue expoliada por los franceses, al igual que otras joyas de este espacio. Por su parte, las pinturas al fresco de la bóveda, como consecuencia de la humedad, se han perdido también. Además, de ella colgaba una araña de cristal procedente de la Real Fábrica de La Granja de San Ildefonso, hoy en el antiguo ayuntamiento de Madrid, situado en la Plaza de la Villa.
Sacristía
Una vez que se han visitado las capillas barrocas que rodean la iglesia, la visita continúa hacia la sacristía. En ella destaca la sencillez, más aún después de haber contemplado estancias en las que el rococó era el protagonista absoluto. Piedra, cajoneras de madera y un crucificado renacentista de madera policromada, que, de acuerdo con la información facilitada por el propio monje benedictino que realiza las visitas guiadas, está atribuido al escultor Juan de Juni, cuyo taller estaba situado en Valladolid. Esta talla es utilizada por la comunidad para desarrollar sus cultos de Semana Santa.

Refectorio
Tras pasar por el Claustro de la Recordación, cuyos azulejos procedentes de Talavera de la Reina adornan sus zócalos desde el siglo XVIII, pudiendo encontrar azulejos también del XVII y el XVI por otras estancias del monasterio, se llega al refectorio, la última sala que se visita en el recorrido guiado por el Monasterio de El Paular. De estilo gótico, sobresale el púlpito mudéjar, el cual continúan utilizando cuando esta sala acoge eventos, y está presidida por un Calvario gótico sobre un fondo que representa la Jerusalén celestial, un añadido del siglo XVII. Del mismo modo, sobresale «La Última Cena», ejecutada en 1634 por Eugenio Orozco y que es una copia de la misma que Tiziano realizó para el Monasterio de El Escorial.

Una vez que el visitante abandona el Real Monasterio de El Paular, es consciente verdaderamente de que ha tenido el privilegio de acceder a un rincón de la historia de España. Cada una de las piedras de la que fue la primera cartuja fundada en la Corona de Castilla van narrando sus 630 años de vida. La contemplación de obras de arte e impresionante arquitectura, el encuentro con la biografía de los reyes Trastámara que dejaron aquí su huella inmortal y el disfrute de un entorno natural que destaca por su belleza y singularidad te esperan en Rascafría, en el Valle del Lozoya situado en la vertiente madrileña de la Sierra de Guadarrama. Sin duda, el Monasterio de Santa María de El Paular te hará sentir un auténtico #turistaenmipaís.
J.