El 20 de diciembre de 1506, la burgalesa Cartuja de Miraflores fue el escenario de uno de los pasajes más cautivadores de la historia de España. La Reina Juana I de Castilla acudió al final del día al cenobio cartujo y, sin tener en cuenta la oposición de los monjes, decidió levantar el cadáver de su esposo, el Rey Felipe, y proceder a iniciar el traslado del féretro hasta Granada, donde el monarca había dictado ser enterrado en caso de fallecimiento en territorio español. Sin duda, este hecho histórico marcaría el devenir político de Castilla y, por supuesto, el de la leyenda romántica que siempre ha rodeado a Juana I que, tristemente apodada y conocida por muchos como «La Loca», no deja de ser la primera Reina de Las Españas.
Desde la Cartuja de Miraflores, comenzó un viaje fúnebre de avances y retrocesos por diversos puntos de la vieja y legendaria Castilla, una ruta que transcurrió por localidades de las actuales provincias de Burgos, Palencia y Valladolid. El destino final no fue Granada, sino Tordesillas, en cuyo Palacio Real fue recluida por mandato de su padre, el Rey Fernando II de Aragón, la legítima Reina propietaria de Castilla. Durante el itinerario, acontecieron hechos como el nacimiento de la Infanta Catalina o el encuentro de Juana I con la nueva esposa de su padre, Germana de Foix, otro peón más en el juego de tronos que se vivía en aquellos años en Castilla. ¿Te vienes a descubrir esta histórica ruta y seguir las huellas de la Reina Juana?
La muerte de Felipe I de Castilla
Por todos sabido, la política de matrimonios de los Reyes Católicos consistió en casar a sus diferentes hijos con diversos miembros de la realeza europea con el objetivo de aislar a Francia, principal enemigo de Aragón en la esfera internacional. La Infanta Juana tuvo que abandonar Castilla, el reino que la había visto nacer, para emprender una nueva vida junto a su esposo, el Archiduque Felipe de Austria. Sin embargo, el destino quiso que la joven pasara a ostentar el título de Princesa heredera de Castilla y Aragón cuando sus dos hermanos mayores, Juan e Isabel, y su sobrino, Miguel de la Paz, fallecieron. Tres muertes condujeron a Juana al trono, aunque acompañada por la sombra y la mano de su marido.

Tras el fallecimiento de la Reina Isabel en noviembre de 1504, Juana y Felipe acudieron a Las Españas para que la Reina propietaria fuera jurada en Cortes. Sin embargo, su esposo no estaba dispuesto a ser un mero consorte, por lo que, finalmente, las Cortes de Valladolid, celebradas el 12 de julio de 1506, reconocieron a ambos como Reyes de Castilla. Tras el acto, emprendieron el viaje hacia Burgos, donde llegaron el día 7 de septiembre, hospedándose en la Casa del Cordón, un palacio gótico de finales del siglo XV construido por los Condestables de Castilla. Fue en una de sus estancias donde la muerte sorprendió al nuevo Rey.

En el Castillo de Burgos, un espectacular monumento cuyos primeros cimientos datan del siglo IX, Felipe I participó en un juego de pelota tras su llegada a la ciudad. Sin embargo, finalizado el partido, el Rey se enfrió, parece que por habar bebido agua demasiado fría. Todo ello le provocó unas terribles fiebres que le condujeron, tras varios días sin recuperarse, a una repentina muerte, como así recogió el doctor Parra en carta dirigida al rey Fernando de Aragón, del que la leyenda ha llegado a decir que fue el causante de esta muerte que tanto le benefició. El 25 de septiembre, Castilla se quedaba sin Rey, poniendo fin al efímero reinado del primer Felipe sentado en un trono que ha tenido la historia de España. Ahora, vamos por el sexto.
El mismo lugar en el que Juana y Felipe fueron recibidos oficialmente por la ciudad de Burgos, su magnífica Catedral gótica, fue el escenario para celebrar los funerales por la memoria del difunto Rey, todo ello después de haber velado en la Casa del Cordón un cadáver sin corazón, que fue enviado a Flandes por disposición de su hermana Margarita para que fuera enterrado junto a su madre, María de Borgoña. Desde la catedral, partió un cortejo hasta la Cartuja de Miraflores, donde el cuerpo fue entregado a los monjes para su custodia. No obstante, el testamento del Rey Felipe lo dejaba claro: debía ser enterrado en Granada, donde se hallaba también el cuerpo de su suegra, la Reina Isabel.
La ruta de Juana I de Castilla
Después de enviudar, la Reina Juana se instaló en la Casa de la Vega, una propiedad rural de los Condestables de Castilla situada a las afueras de la ciudad. Concretamente, esta residencia señorial se ubicaba en el actual Barrio de Gamonal, pero de ella no queda nada, ya que fue derruida hace unos años. Desde este desaparecido edificio partió la Soberana el 20 de diciembre de 1506 hacia la Cartuja de Miraflores, donde solicitó a los monjes cartujos que le entregasen el cuerpo real de su esposo Felipe para comenzar un viaje a Granada y cumplir la voluntad del difunto.

Las paradas, los hechos que ocurrieron y las vivencias de este traslado del cuerpo de Felipe I, que se realizó siempre de noche, han llegado a nuestros días principalmente a través del testimonio de Pedro Mártir de Anglería, humanista italiano que presenció y acompañó a la Reina Juana en su divagar por Castilla. Sus palabras se entremezclan con las historias populares que todavía recuerdan los habitantes de estas poblaciones. Los páramos de Castilla, sin duda, no olvidan el fúnebre divagar que contemplaron, liderado por esta joven Reina viuda cuyo destino estaba escrito.
Torquemada
La Reina Juana, acompañada del Marqués de Villena, el Adelantado de Granada y el embajador Luis Ferrer, llegó a medianoche al municipio de Cavia después de haber partido desde la Cartuja de Miraflores, antes de proseguir hasta Torquemada la jornada siguiente. En esta localidad de Palencia permaneció entre el 24 de diciembre de 1506 y el 1 de mayo de 1507, abandonando el municipio por la amenaza de la peste.

Durante su estancia en Torquemada, el féretro del Rey Felipe permaneció en la imponente iglesia parroquial de Santa Eulalia, donde las mujeres tenían prohibida la entrada por orden de la Reina y a diario se celebraban funerales. Además, el 14 de enero de 1507, la Reina Juana dio a luz en Torquemada a su última hija, la Infanta Catalina de Austria. La joven acompañó a su madre desde entonces, incluso hasta la reclusión en el Palacio Real de Tordesillas. Sin embargo, en 1524, su hermano Carlos V concertó su matrimonio con el rey Juan III de Portugal y abandonó la residencia.
Hornillos de Cerrato
En el traslado de Torquemada a Hornillos de Cerrato (Palencia), el cortejo se encontró con un convento, posiblemente el desaparecido Monasterio de Santa María del Escobar, y la Reina Juana quiso detenerse para celebrar funerales en él. Sin embargo, cuando se percató que era un cenobio femenino, dio órdenes para que sacasen el féretro de allí y, a cielo abierto, ordenó sacar el cadáver. La Soberana lo contempló y mandó llamar a los nobles que le acompañaban para que testificasen que allí estaba el cuerpo del Rey Felipe. Tras ello, prosiguieron la marcha, llegando a Hornillos de Cerrato al alba. Este momento fue utilizado por Francisco Pradilla para pintar su famosa obra «Doña Juana la Loca», expuesto en el Museo Nacional del Prado e imagen de cabecera del artículo.

La estancia en Hornillos de Cerrato se extendió hasta el 24 de agosto de 1507. El cuerpo del Rey Felipe fue depositado en el altar mayor de la Iglesia de San Miguel. Las antorchas que continuamente iluminaban el féretro provocaron un incendio en el templo en julio de 1507, conllevando que tuviera que ser reformada, siendo costeadas las obras por la propia Corona. Esta es una anécdota más de las muchas que ocurrieron en este fúnebre viaje.
Tórtoles de Esgueva
La noche del 24 de agosto de 1507, el cortejo fúnebre del Rey Felipe con su viuda a la cabeza se trasladó a Tórtoles de Esgueva. Retrocedieron en su camino a Granada, volviendo a la actual provincia de Burgos. En esta localidad, la Reina Juana tenía previsto reunirse con su padre, el Rey Fernando de Aragón. La estancia en Tórtoles de Esgueva se extendió hasta el 5 de septiembre.

La Reina Juana cayó en brazos de su padre el día 29 de agosto de 1507, como así lo describieron los que lo contemplaron. La Soberana de Castilla se reencontró con su progenitor, quien aconsejó a su hija trasladar la Corte a una población más grande con suficientes provisiones, eligiendo Santa María del Campo, muy cerca de la ciudad Burgos, ya que Tórtoles de Esgueva no tenía la capacidad de acoger sus respectivos cortejos. Quienes visiten esta localidad, no pueden perderse la Iglesia de San Esteban, donde fue depositado el cuerpo del Rey Felipe.
Santa María del Campo
La Corte permaneció en Santa María del Campo cerca de un mes. La presencia del Rey Fernando no impidió que su hija mantuviera las mismas guardias ante el cadáver de su difunto esposo, y las mismas ceremonias eclesiásticas, como si acabara de fallecer. Además, la Reina prohibió las fiestas, obligando a su padre a trasladarse a Mahamud para imponer el capelo cardenalicio al Arzobispo de Toledo el 23 de septiembre de 1507.

Para descubrir las huellas de la Reina Juana en Santa María del Campo, que le rinde homenaje con una estatua en su honor, hay que acercarse a la Casa del Cordón, donde varias evidencias apuntan que fue donde se alojó. El edificio conserva la fachada original del siglo XVI y actualmente es una vivienda privada. Por su parte, la Iglesia de Nuestra Señora de la Asunción es el portentoso templo parroquial de Santa María del Campo. Declarado Bien de Interés Cultural, acogió el cuerpo de Felipe I y en él se celebró el cabo de año de su fallecimiento.
Arcos de la Llana
A principios de octubre de 1507, el Rey Fernando instó a su hija para que trasladaran la Corte a otra ciudad más grande. Ella era la Reina de Castilla, y a ella le correspondía, al menos oficialmente, tomar ese tipo de decisiones. Sin embargo, al iniciar el viaje, la Soberana desconocía dónde eran conducidos, hasta que se percató del destino. Doña Juana rehusó proseguir, diciendo que nunca más en su vida quería visitar la ciudad de Burgos, donde fue privada de su marido, obligando a su comitiva a establecerse en Arcos de la Llana el 9 de octubre de 1507, mientras que su padre se dirigió a Burgos, quedando separados de nuevo.

En Arcos de la Llana, la Reina Juana se instaló en el Palacio Arzobispal, mientras que el féretro permaneció en la Iglesia de San Miguel. Su estancia en este municipio fue la más larga de todas las de la travesía fúnebre con el féretro de su esposo, extendiéndose desde octubre de 1507 hasta marzo de 1509. Esta residencia es una construcción de cantería que contaba un patio reformado en el siglo XVI que, como curiosidad, fue desmontado en el XX, siendo sus columnas regaladas al Estado, que las colocó en el madrileño Palacio de la Moncloa.
En otoño de 1507, Arcos de la Llana fue testigo de otro de los encuentros más esperados. La Reina Juana se entrevistó con la nueva esposa de su padre, Germana de Foix, tras haberle pedido poder conocer a su madrasta. De acuerdo con las crónicas del momento, Doña Juana la recibió con el respeto que se espera de una hija. Este hecho fue uno de los pocos que rompieron su monotonía en la localidad burgalesa.
Tordesillas
El Rey Fernando decidió que era momento de continuar el camino de su hija, que llevaba aposentada en Arcos de la Llana desde finales de 1507. Sin embargo, su destino no iba a ser Granada, sino Tordesillas. El Soberano de Aragón había decidido que el Palacio Real de esta villa vallisoletana sería el lugar en el que la legítima Reina de Castilla pasaría el resto de su vida, mientras que él se encargaría del gobierno del reino. En definitiva, trataba de cumplir lo dispuesto en el testamento de la difunta Reina Isabel, aunque siempre nos quedará la duda de si verdaderamente Doña Juana no quería hacerse cargo de sus funciones.

Hasta la llegada al destino previsto, se sabe que el cortejo hizo paradas intermedias, como en Villahoz o en Renedo de Esgueva. Se desconoce el día exacto de marzo de 1509 en el que la Reina Juana llegó a Tordesillas. Mientras que el cadáver del Rey Felipe fue depositado en el altar mayor del Monasterio de Santa Clara, hasta su traslado a la Capilla Real de Granada en 1525 por orden de su hijo, el emperador Carlos V, la Soberana se instaló en el Palacio Real junto con la Infanta Catalina. A pesar de ello, no dejó de ser “Reyna y señora propietaria de aquellos reynos”, tal y como sostuvo el cronista Zurita, concretamente durante 51 años desde que accedió al trono de Castilla y 39 desde que heredó sus reinos paternos de Aragón.

A lo largo de los siglos, Castilla ha contemplado multitud de traslados fúnebres de cuerpos reales. Sin embargo, ninguno tan largo y lúgubre como el que llevó a cabo la Reina Juana con el féretro de su esposo, el Rey Felipe, algo que todavía se sigue recordando por el impacto que causó entre la población del momento. Esta Soberana de legítimo derecho sobre los reinos de sus padres es, hoy en día, una romántica leyenda, y el viaje que hemos narrado tiene mucho que ver en todo lo que se ha dicho y se sigue escribiendo sobre ella.
Todas las localidades por las que dejó su huella Doña Juana en aquella travesía recuerdan su legado, luciendo con orgullo después de tantos siglos la visita que su Señora natural les hizo y, con ello, tratan de recordar que ella fue, es y será siempre la primera Reina de España. Visitando la Cartuja de Miraflores, Torquemada, Hornillos de Cerrato, Tórtoles de Esgueva, Santa María del Campo, Arcos de la Llana y, por supuesto, Tordesillas, te sentirás un verdadero #turistaenmipaís con la Reina Juana I como guía personal por sus históricas calles.
J.
REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
Anglería, P. M. (1955). Epistolario. López de Toro, J. (estudio y traducción). Documentos Inéditos para la Historia de España, Tomo X. Madrid: Imprenta Góngora. Recuperado de: https://www.saavedrafajardo.org/Archivos/LIBROS/Libro0462.pdf
Zalama, M. A. (2006). El rey ha muerto, el rey continúa presente: el interminable viaje de Felipe I de Burgos a Granada. En Vandenbroeck, P. y Zalama, M. A. (coords.), Felipe I el Hermoso: la belleza y la locura (pp. 195-212). Madrid: Centro de Estudios Europa Hispánica.
Zurita, J. (1580). Los cinco libros postreros de la historia del Rey Don Hernando el Catholico, de las empresas y ligas de Italia. Zaragoza: Oficina de Domingo de Portonarijs y Vrsino. Recuperado de: https://bvpb.mcu.es/es/consulta/registro.do?id=436957
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