Lista de las Ciudades Patrimonio de la Humanidad, 15 destinos imprescindibles en España

España ocupa un lugar preferente en la Lista Patrimonio de la Humanidad de la UNESCO. Se trata del tercer país del mundo con mayor número de bienes catalogados con esta distinción, la más importante del ámbito turístico y patrimonial. Monumentos, parajes naturales, tradiciones o paisajes culturales son algunos de los tesoros que engrosan este privilegiado grupo en el que todos los destinos quieren estar.

Sin embargo, las Ciudad Patrimonio de la Humanidad son las que más atención acaparan entre los turistas que recorren España. En ellas se ha creado una atmósfera única gracias a su historia, su cultura o sus recursos culturales y naturales. Son 15, y lo único que comparten es esta distinción de la UNESCO, puesto que por lo demás son completamente diferentes, teniendo cada una de ellas su propia esencia. ¿Te vienes a descubrir algunos de sus secretos y los motivos por los que son Patrimonio Mundial?

Córdoba

Quienes sean amantes de ir en busca de los bienes Patrimonio de la Humanidad, encuentran en Córdoba su principal destino en España. Este rincón de Andalucía, el lugar al que un día miraba Occidente con envidia por su esplendor califal y su progreso social, cultural y económico, cuenta con cinco tesoros distinguidos por la UNESCO, destacando su casco histórico. Se trata de uno de los más grandes de Europa y es refugio de la herencia romana, árabe, judía y cristiana de la ciudad.

Jardines del Alcázar de los Reyes Cristianos

Aunque la Mezquita es el símbolo y estandarte de Córdoba, nadie puede perderse el Alcázar de los Reyes Cristianos, un paseo por el Barrio de San Basilio ni tampoco dejar de entrar a alguna casa típica musulmana, admirando sus bellos patios, decorados con cientos de flores y cuya fiesta del mes de mayo es también Patrimonio Mundial de la UNESCO, en la categoría de bienes inmateriales.

Ávila

En 1985, la ciudad de Ávila, protagonista del devenir histórico de Castilla, entró a formar parte de la Lista Patrimonio Mundial. La UNESCO reconoció con esta declaración que su emblema patrimonial es la pieza clave de su cultura, es decir, el recinto amurallado de estilo románico que todavía conserva de forma íntegra. En torno a sus murallas, ha ido creciendo y desarrollando la sociedad abulense a lo largo de los siglos, construyendo dentro y fuera de ellas multitud de edificios religiosos y civiles que, a día de hoy, son auténticos monumentos.

Panorámica de Ávila y su recinto amurallado

Además, Ávila es un ejemplo sobresaliente de un conjunto arquitectónico que ilustra una etapa significativa de la historia, como así es la Edad Media. El estilo y la seña medieval se aprecian a cada paso que dan los visitantes que se acercan hasta esta ciudad castellana, entrando en contacto con joyas románicas, una de las primeras catedrales góticas construidas en España o el misticismo de Santa Teresa de Jesús, uno de los personajes clave para entender también la esencia abulense.

Santiago de Compostela

El intercambio de valores humanos y el enriquecimiento de las culturas del mundo es una máxima de la UNESCO. Por ello, el destino del Camino de Santiago, una de las vías de peregrinación más importantes de la historia, tenía que formar parte de la Lista de Patrimonio de la Humanidad. La ciudad de Santiago de Compostela fue incluida en 1985, aunque su riqueza patrimonial, con la catedral consagrada al Apóstol como símbolo, también fue vital para engrosar este selecto club internacional.

Fachada del Obradoiro de la Catedral de Santiago de Compostela

Eje fundamental de la Cristiandad, Santiago de Compostela fue completamente arrasada por los árabes en el siglo X, lo que obligó a la reconstrucción de la ciudad. El tiempo parece que se ha detenido en ella, conservando todavía su trazado medieval, articulado en torno a su catedral románica, en la que el gótico y el Barroco también tienen una fuerte presencia, al igual que ocurre en el resto de sus monumentos.

Segovia

En 1985, la UNESCO declaró el casco histórico de Segovia como Patrimonio de la Humanidad. Los técnicos de este organismo internacional no tuvieron problemas a la hora de encontrar razones contrarias para incluir la ciudad en su preciada Lista. Al contrario, sobran motivos positivos para que esta urbe castellana formase parte de ella. El acueducto, emblema cultura y patrimonial de Segovia, es la obra de ingeniería civil romana más importante de España y una de las más importantes de toda Europa, en gran parte por su excelente conservación.

Vista de la catedral de Segovia

El ambiente medieval se mezcla con la herencia romana, con el Alcázar como dueño y señor de la ciudad, de una ciudad en la que los reyes de la Corona de Castilla, sobre todo los Trastámara, siempre tuvieron puesta su vista. Iglesias románicas, la última catedral gótica construida en España, patrimonio de la cultura judía y exquisita gastronomía completan la oferta turística de Segovia, un bien Patrimonio Mundial que deja sin palabras a sus visitantes.

Toledo

Capital imperial y ciudad de las tres culturas. Así se presenta Toledo al mundo, y así consiguió ganarse también el favor de la UNESCO, quien la incluyó en la Lista Patrimonio de la Humanidad en 1986, entre otros criterios, por ser manifestación de un intercambio considerable de valores humanos durante un determinado período, en parte gracias a la convivencia de árabes, cristianos y judíos. La catedral de Toledo es una joya del arte gótico y, junto con el Monasterio de San Juan de Los Reyes, es la máximo representante de la cultura católica y cristiana.

Detalle del Alcázar de Toledo

Por su parte, el símbolo de la herencia judía se observa en la Sinagoga de Santa María La Blanca, mientras que la huella musulmana en la Mezquita del Cristo de la Luz, un tesoro del arte califal. El alcázar representa el poder que la Monarquía ejerció a las orillas del Tajo en tiempos de Carlos V, así como los ecos de la triste historia reciente de la Guerra Civil. Estos son solo algunos de los muchos monumentos que esperan al visitante que acude hasta Toledo.

Cáceres

Después de los enfrentamiento entre cristianos y musulmanes, la paz se vio truncada por las disputas por el trono de Castilla en el siglo XV, pero Cáceres volvió a renacer de nuevo tras la tormenta bélica. Los palacios nobiliarios volvieron a florecer, en gran parte por la fortuna del Nuevo Mundo, de la que la región extremeña se benefició, como tierra de descubridores en que se convirtió.

Vista del casco histórico de Cáceres

La arquitectura italiana que iba asentándose entre los muros de las murallas medievales de Cáceres se intercalaba con monumentos góticos o románicos, así como con la herencia que árabes y romanos dejaron impronta en el patrimonio de la ciudad. Toda esa huella de épocas de la historia fue reconocida precisamente por la UNESCO en 1986, incluyendo su casco histórico en la Lista Patrimonio de la Humanidad.

Salamanca

La Universidad situó a Salamanca en el orbe del renacimiento europeo del siglo XVI. Esta institución de enseñanza, una de las más importantes del Viejo Continente, lleva centrando la vida social y cultural de la ciudad desde hace más de 800 años. Para muchos, Salamanca es la Verona española, y es que hasta una pareja de enamorados forma parte de su historia, como así con Calixto y Melibea, los protagonistas de La Celestina.

Vista de la Catedral nueva de Salamanca desde el puente romano

El casco histórico de Salamanca fue declarada Patrimonio de la Humanidad en 1988. Además de la Universidad, que fue elemento clave a la hora de obtener tal distinción, la ciudad tampoco se entendería sin la magia barroca de su Plaza Mayor, el doble encanto de su Catedral vieja y nueva, demostrando en ella la transición de los estilos artísticos europeos desde el románico hasta el mismo barroco, y los ecos de su pasado, que todavía resuenan en el Tormes, otro actor protagonista de la historia salmantina.

Mérida

No hace falta viajar hasta Italia para descubrir los secretos del legendario Imperio Romano. En Mérida, todavía perviven las hazañas de Hispania, al ser esta ciudad una de las más importancias de la provincia romana que se constituyó en la península Ibérica. Sus orígenes se remontan al 25 a. C.,  cuando el emperador Augusto fundó Emérita Augusta, la actual Mérida, que llegaría a ser la capital de la Lusitania.

Teatro Romano de Mérida

En 1993, la UNESCO reconoció la importante herencia romana de Mérida, al incluir su conjunto arqueológico, y por ende la ciudad, en la Lista Patrimonio de la Humanidad. El teatro es su principal emblema, sobre todo porque, todavía hoy, después de más de dos mil años, sigue siendo utilizado con su misma función primitiva y para lo que fue construido, desarrollándose en él cada verano un Festival Internacional de Teatro Clásico.

Cuenca

Posiblemente, los técnicos de la UNESCO vivieron en primera persona lo mismo que les ocurre a muchos turistas que se acercan hasta Cuenca: quedan impresionados con las casas colgadas que sobreviven al paso del tiempo en un saliente rocoso de la hoz del río Huécar. Sin embargo, esta ciudad de Castilla-La Mancha abarca mucho más que este conjunto de curiosas viviendas levantadas entre los siglos XV-XVI.

Panorámica de las casas colgadas de Cuenca

En Cuenca, se construyó la primera catedral gótica de España, que ostenta ese título junto con la de Ávila, aunque la conquense presenta rasgos más marcados procedentes de la vecina Francia. Este monumento, junto con las casas colgadas, ha demostrado cómo se ha adaptado a los nuevos tiempos, destacando sus vidrieras de diseño abstracto, un arte al que se ha consagrado un museo dentro de las citadas casas colgadas. Todo ello, junto con el recinto amurallado, completa la oferta turística más importante de esta Ciudad Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO desde 1996.

Alcalá de Henares

En 1998, España gana una nueva inscripción en la Lista Patrimonio de la Humanidad de la UNESCO, en este caso gracias a la Universidad y recinto histórico de Alcalá de Henares. Esta ciudad situada en la Comunidad de Madrid es la primera ciudad universitaria planificada de todo el mundo, un sueño y realidad conseguida gracias al Cardenal Cisneros, madrileño de Torrelaguna y una de las figuras más importantes en la España de finales del siglo XV y principios del XVI.

Panorámica de la Plaza de Cervantes, en Alcalá de Henares

A pesar de la importancia de la Universidad, no hay que olvidar tampoco que en Alcalá de Henares nació el 29 de septiembre de 1547 el escritor Miguel de Cervantes, artífice de El Quijote, la primera novela moderna de la literatura mundial. Aprovechando la visita, los turistas también se acercan hasta la Catedral-Magistral de los Santos Justo y Pastor, obra de estilo gótico y renacentista consagrada a la advocación de estos mártires, los Santos Niños, que nacieron y perecieron en la misma ciudad en el siglo IV.

Ibiza

Cultura y naturaleza se dan la mano en Ibiza, y así queda reflejado también en la Lista Patrimonio Mundial. El 4 de diciembre de 1999, la UNESCO incluyó a la isla en este selecto club bajo la denominación “Eivissa, Biodiversidad y Cultura”. Dentro de los bienes afectados por la distinción, se encuentra el Dalt Vila, es decir, el casco histórico, lo que directamente convierte a Ibiza en una de las Ciudades Patrimonio de la Humanidad de España. En este entorno, se aprecia la huella de los diferentes pueblos que han pasado por la isla: fenicios, cartagineses, romanos, musulmanes y cristianos de la mano de los aragoneses en el siglo XIII.

Panorámica del Dalt Vila de Ibiza, declarado Patrimonio de la Humanidad

Las praderas de posidonia oceánica que rodean a la isla de Ibiza son el factor natural que forma parte de la declaración de la UNESCO, un recurso imprescindible y único en el Mediterráneo. No hay que olvidar tampoco la necrópolis fenicio-púnica de Puig des Molins y el asentamiento fenicio de Sa Caleta, vestigios de los primeros pobladores de todas las islas del archipiélago.

San Cristóbal de la Laguna

En 1999, la UNESCO declaró también Ciudad Patrimonio de la Humanidad a San Cristóbal de la Laguna, situada en la isla canaria de Tenerife. Conocida popularmente como La Laguna, el organismo internacional reconoció con esta distinción la herencia cultural de la que fue la primera ciudad colonial no fortificada de todo el mundo, precedente para las villas y ciudades que comenzarían a ser construidas también en el Nuevo Mundo recién descubierto.

Vista de San Cristóbal de la Laguna. Fuente: Murallas de las Ciudades Patrimonio

San Cristóbal de la Laguna, que hasta el siglo XVIII fue la ciudad más importante y rica de las Canarias, cediéndole después el protagonismo a Santa Cruz de Tenerife, conserva el trazado original de comienzos del siglo XVI, así como sus palacios, casas coloniales, iglesias o conventos, un importante patrimonio artístico e histórico que pervive al paso del tiempo en un destino turístico al que la mayoría acude en busca del sol y la playa.

Tarragona

Hace más de dos mil años, Tarraco era una de las ciudades clave del Imperio Romano. De hecho, llegó a ser la capital de la Hispania Citerior, lo que dotó a la ciudad de una importante arquitectura que ha pervivido en algunos casos al paso del tiempo, contando hoy en día con un imponente patrimonio de la época romana. Anfiteatro, teatro, necrópolis o un acueducto son algunas de las maravillas que contemplan los turistas que pasean por las calles de la que desde el 2000 es la única Ciudad Patrimonio de la Humanidad de Catalunya.

Restos del anfiteatro romano de Tarragona

Desde Tarraco, se creó Hispania. Fue la primera fundación militar romana fuera de la península Itálica, por lo que se podría decir que en ella se sembró la semilla del Occidente romano. Muchos de los vestigios de esta época fueron utilizados en los siglos venideros, siendo latente también la huella medieval en monumentos como su catedral. Por ello, no es extraño encontrar restos romanos en algún bajo comercial de las calles de Tarragona. Esta es también parte de su magia.

Baeza

En 2003, la UNESCO incluyó en la Lista Patrimonio de la Humanidad los “Conjuntos monumentales renacentistas de Úbeda y Baeza”, siendo las últimas ciudades de España, ambas situadas en Jaén, que han sido galardonadas con esta importante declaración. Tanto uno como otro, tal y como se puede ver en su denominación, sobresalen por la herencia de arte renacentista que se puede apreciar en sus calles.

Puerta de Jaén y Arco de Villalar, en Baeza

Fuentes, torres, iglesias, palacios, conventos y hasta una catedral se dan cita en el casco histórico de Baeza, en la que un solo fin de semana se llega a quedar corto para conocer todos los secretos de sus monumentos, por los que corre la sangre de los artistas del Renacimiento y el estilo plateresco propio de España. Desde la Batalla de las Navas de Tolosa, que se libró a 60 km al norte de Baeza, en Santa Elena, la ciudad se convirtió en una plaza fundamental para la defensa de las fronteras, adquiriendo una riqueza que afloró durante el siglo XVI.

Úbeda

La hermana gemela de Baeza en la declaración de la UNESCO es, como ya hemos adelantado, Úbeda. Lo cierto es que ambas ciudades forman parte de un mismo viaje en la mayoría de los casos, aunque no se hacen sombra entre ellas. Úbeda también cuenta con un rico patrimonio renacentista, un nutrido grupo de monumentos civiles y religiosos que dejan igualmente boquiabiertos a los turistas, completando su experiencia con la rica gastronomía que se puede degustar en sus restaurantes.

Colegiata de Santa María de los Reales Alcázares, en Úbeda. Fuente: Itinari

Los turistas que realicen en algún momento una ruta por las 15 Ciudades Patrimonio de la Humanidad de España, además de quedarse fascinados con todo el tesoro patrimonial que ofrecen, también comprobarán  la riqueza y diversidad cultural y natural de nuestro país. Pocos lugares hay en el mundo que ofrezcan tanto en un único espacio, en el que tantas civilizaciones hayan dejado su huella inmortal, donde la naturaleza sea tan cambiante en un punto u otro, y donde las tradiciones sean dispares y únicas allá donde se vaya. Sin duda, visitar Toledo, Cuenca, Segovia, Ávila, Salamanca, Santiago de Compostela, Tarragona, San Cristóbal de la Laguna, Ibiza, Úbeda, Baeza, Córdoba, Alcalá de Henares, Cáceres y Mérida te hará sentir un auténtico #turistaenmipaís.

J.

Las iglesias más antiguas de Málaga, herencia de los Reyes Católicos en la ciudad

Isabel I de Castilla y Fernando II de Aragón obtuvieron el título de Reyes Católicos, para ellos y sus sucesores, mediante la bula Si convenit, otorgada por el Papa Alejandro VI el 19 de diciembre de 1496. Una de las causas que argumentó el papado para conceder esta distinción a los soberanos de Las Españas fue la finalización de la denominada Reconquista, gracias a la recuperación del Reinado de Granada en 1492, último reducto musulmán en la península Ibérica y en Europa. La Guerra de Granada fue una de las empresas más trascendentales del reinado de los reyes de Castilla y Aragón, además de uno de los conflictos más largos y cruentos a los que se enfrentaron, ya que se extendió durante una década.

La toma de Málaga

El sitio a la ciudad de Málaga comenzó el 7 de mayo de 1487 y finalizó el 18 de agosto de ese mismo año. Con la anexión de la ciudad a la Corona de Castilla, se puso fin a uno de los episodios más fundamentales de la Guerra de Granada. Dos días después, el 20 de agosto de 1487, los obispos de Ávila, Badajoz y León entraron en procesión en la ciudad y se dirigieron a la mezquita mayor, consagrándola a la advocación de Santa María de la Encarnación. Este fue el primer paso para la cristianización de Málaga.

Retrato de los Reyes Católicos

La refundación de la ciudad consistió en la creación de una diócesis independiente de la de Sevilla, poniéndose al frente a Pedro Díaz de Toledo, quien había acompañado personalmente a los Reyes Católicos en la conquista de Málaga, asistiendo a los heridos en el cerco. De hecho, fue el encargado de portar la Cruz en la entrada triunfal de los monarcas en la plaza tras su toma, colocándola en la parte alta de la Alcazaba. Como obispo de la nueva Málaga cristiana, remodeló la medina musulmana en cuatro parroquias: Sagrario, Mártires, San Juan y Santiago.

La fundación de estas cuatro iglesias en Málaga se pudo llevar a cabo gracias a la bula Ad illam fidei constantiam que Inocencio VIII concedió a Isabel I de Castilla y Fernando II de Aragón el 4 de agosto de 1986. Gracias a esta concesión del papado, los monarcas podían fundar iglesias por el territorio reconquistado. Málaga fue la primera plaza en la que se aplicó esta licencia y las cuatro iglesias que fundaron los Reyes Católicos no solo mantiene este privilegio todavía hoy, sino también el de ser las más antiguas de la ciudad.

Iglesia del Sagrario

Dos días después de producirse la toma de Málaga, se llevó a cabo la consagración de la principal mezquita de la ciudad. Con ello, se ponía fin a más de siete siglos de historia árabe, abriendo un nuevo capítulo en el que la media luna tornó en cruz cristiana. La advocación de Santa María de la Encarnación fue la elegida para la nueva Iglesia Mayor malagueña, la primitiva catedral que tuvo la nueva urbe de dominio castellano.

Portada del Perdón o el Sagrario de la Catedral de Málaga. Fuente: Manuel Pérez

Con el objetivo de dotarle de una apariencia más cristiana, a la vieja mezquita se le añadieron elementos propios del gótico isabelino, como la portada de acceso, la actual Puerta del Perdón de la catedral que podemos contemplar a día de hoy y que forma parte de la Iglesia del Sagrario, la cual está anexa al propio templo. Se construyó en 1498 y en 1514 se llevó a cabo su decoración. Por aquel entonces, la idea de edificar una catedral completamente nueva ya estaba en marcha, por lo que años más tarde, concretamente en 1528, comenzaron las obras de la nueva sede catedralicia en estilo renacentista gracias al empuje del Emperador Carlos V. Como recuerdo de aquella primitiva catedral y de las primeras huellas cristianas en la Málaga reconquistada pervive esta portada gótica.

Iglesia de Santiago

La Iglesia de Santiago Apóstol se construyó junto a la Puerta de Granada, teniendo su advocación y ubicación una gran carga simbólica. Por un lado, el templo fue dedicado al Patrón de España, que en aquella época representaba la victoria de los cristianos sobre el Islam. Por otra parte, la localización era junto al mismo acceso por el que entraron los Reyes Católicos a la recién conquistada Málaga.

Fachada y campanario de la Iglesia de Santiago de Málaga. Fuente: 101viajes.com

La Iglesia de Santiago es la más antigua de Málaga, sin tener en cuenta la propia consagración de la mezquita en catedral o iglesia mayor, ya que fue fundada el 25 de julio de 1490. Los estilos gótico y mudéjar se dan la mano en este templo, destacando la torre campanario con paños de sebka o la portada de acceso. En su interior, destacan valiosas piezas de la imaginería religiosa, además de Jesús El Rico y la Virgen del Amor, protagonistas de la Semana Santa malagueña que levantan las pasiones de sus ciudadanos cada año. Como curiosidad, en la Iglesia de Santiago fue bautizado Pablo Ruiz Picasso en 1881.

Iglesia de San Juan Bautista

Actualmente, y aproximadamente desde el siglo XVIII, esta iglesia está dedicada a San Juan Bautista, aunque todo apunta a que en el momento de su fundación estuvo bajo la advocación de San Juan Evangelista, del que la reina Isabel La Católica era sumamente devota. Declarada Bien de Interés Cultural, este templo fue diseñado en estilo mudéjar y gótico, estando situado en los arrabales de la ciudad musulmana. Su torre campanario es el elemento más destacado de su arquitectura, aunque no es la primitiva, finalizada en 1543. Un terremoto acaecido en 1680 la derribó, levantándose la actual, que sirve de portada de acceso también.

Detalle del campanario de la Iglesia de San Juan. Fuente: Wikimedia

En la Iglesia de San Juan Bautista se da culto al Cristo de la Vera Cruz, una talla del siglo XVI que sufrió grandes destrozos durante la Guerra Civil, aunque fue reconstruida. La cofradía que le da culto es una de las más antiguas de Málaga, ya que se fundó en 1505. También en este templo radican actualmente también las imágenes de la Cofradía de Ánimas de Ciegos, otra de las más longevas de la ciudad y cuyos orígenes radican en los tiempos postreros a la conquista de los Reyes Católicos.

Iglesia de Los Mártires

Los reyes Isabel I de Castilla y Fernando II de Aragón se encomendaron a San Ciriaco y Santa Paula, los Santos Mártires malagueños que sufrieron los avatares de la persecución de los romanos en el año 303, para recuperar la ciudad. Según algunas fuentes, prometieron que si conquistaban la ciudad fundarían una parroquia en su honor, como así acabaron haciendo. No obstante, lo que buscaban verdaderamente los monarcas era recuperar el pasado cristiano de Málaga, potenciando dos devociones propias de la nueva urbe de Castilla propias del período anterior a la conquista árabe, considerando así que esta fue una invasión de un pueblo extranjero.

Iglesia de Los Mártires. Fuente: SUR

La Iglesia de los Santos Mártires, como hemos dicho, está dedicada a la advocación de San Ciriaco y Santa Paula, patronos de la ciudad. El templo primitivo era de estilo gótico, pero un terremoto acaecido en 1884 deterioró la fábrica original, que se vio todavía más perjudicada en la Guerra Civil. La restauración de 1945 siguió las trazas del rococó, y la historia de la parroquia todavía se percibe en su interior y exterior.

La visita a estas cuatro iglesias de Málaga supone regresar al pasado de la ciudad, cuando fue incorporada a la Corona de Castilla el 18 de agosto de 1487, invirtiendo la media luna musulmana en cruz latina cristiana. Quienes se adentran en sus interiores, después de haber contemplado la arquitectura exterior, se sienten unos verdaderos #turistaenmipaís, descubriendo los secretos que aguardan y susurran sus muros, comenzando por el origen de sus advocaciones, demostrando que todo tiene un por qué.

J.

REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS

DÍAZ CABIALE, L. M., DE ANDRÉS DÍAZ, J. R. (2018). Influencia de las cuatro iglesias fundacionales en la trama urbana de Málaga. Arte y Ciudad: Revista de Investigación (13), pp. 117-142. Recuperado de: https://dialnet.unirioja.es/descarga/articulo/6794156.pdf

El Monasterio de El Escorial, el sueño Patrimonio de la Humanidad de Felipe II

Enclavado en la Sierra de Guadarrama, un gigante de granito y pizarra permanece impasible al transcurso del tiempo. Un proyecto faraónico que, sin ser auspiciado por un monarca del antiguo Egipto, estuvo a la altura de la grandeza arquitectónica de aquellos, debiéndose en este caso a uno de los grandes reyes que han tenido Las Españas y cuya leyenda negra ha sido motivada en gran medida por los celos y envidias que causó entre sus contemporáneos, al emprender empresas tan sublimes como la construcción del Monasterio de El Escorial. Hablamos de Felipe II, que levantó un monumento consagrado no solo a Dios, sino también a las artes, la sabiduría, el conocimiento, el progreso y, por supuesto, a la propia Monarquía. El resultado fue un complejo colosal que, a día de hoy, sigue siendo admirado mundialmente, causando la misma fascinación que el primer día.

Consagrado a la advocación de San Lorenzo, en este monasterio situado en la sierra norte de Madrid nada ocurre ni está por casualidad. Felipe II ha pasado a la historia como el Rey Prudente, y esa misma prudencia es la que llevó a los diferentes arquitectos que se encargaron de dirigir este proyecto a escoger minuciosamente cada uno de los detalles que van narrando su historia y arquitectura. En definitiva, se consiguió dar forma a una de las joyas del arte más destacadas del Renacimiento europeo, el gran ejemplo del estilo herreriano propio de España que el 2 de noviembre de 1984 fue reconocido como Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO, siendo considerado por muchos como la Octava Maravilla del Mundo.

Por qué Felipe II construyó El Escorial

El 10 de agosto de 1557, se libró en la ciudad francesa de San Quintín una de las grandes victorias del recién estrenado reinado de Felipe II, que había comenzado el 16 de enero de 1556 tras la abdicación de su padre, el Emperador Carlos V. Este enfrentamiento entre españoles y franceses, estando los primeros apoyados por flamencos e ingleses, reuniendo a un total de 60.000 soldados, 17.000 jinetes y 80 piezas de artillería, fue el motivo por el que precisamente el nuevo monarca de Las Españas se ganó su fama de prudente.

Felipe II retratado por Sofonisba Anguissola. Fuente: Museo Nacional del Prado

La batalla que confirmó el poderío y la hegemonía española en Europa se libró el día de San Lorenzo Mártir, la advocación del monasterio construido por Felipe II en la Sierra de Guadarrama. ¿Casualidad? Lo cierto es que no. El rey, desde muy niño, sintió especial devoción por este santo de origen español, por lo que atribuyó la victoria sobre los franceses a la intercesión del mismo Dios a través de San Lorenzo, queriendo agradecérselo de algún modo, y nada mejor que consagrarle uno de los mayores templos de la Cristiandad.

Al hecho anterior hay que sumar el del fallecimiento del Emperador Carlos V, acaecido el 21 de septiembre de 1558 en su palacio de Yuste, donde se había retirado tras la abdicación de sus reinos y señoríos. El codicilo de su testamento, fechado a 9 de septiembre del mismo año, días antes de su muerte, cambió sus planes de enterramiento: no ser sepultado en la Capilla Real de Granada, sino construir un nuevo edificio en el que permanecer junto a su esposa, la Emperatriz Isabel de Portugal. El motivo era que su huella imperial no se viera ensombrecida por la de sus abuelos, los Reyes Católicos.

Cenotafios reales de Carlos V y parte de su familia en la Basílica de El Escorial. Fuente: Patrimonio Nacional

Historia del Monasterio de El Escorial

Como hemos visto, la conmemoración de la Batalla de San Quintín y la construcción de un templo en el que Carlos V tuviera una sepultura digna del Emperador que fue fueron los motivos que llevaron a Felipe II a construir el Monasterio de San Lorenzo el Real, en El Escorial. De hecho, esto fue ratificado por el propio monarca en la carta fundacional del cenobio, dada el 22 de abril de 1567, cuatro años después del inicio de las obras, que comenzaron con la colocación de la primera piedra el día de San Jorge de 1563.

Panorámica del Monasterio de El Escorial. Fuente: Turismo Madrid

La ubicación decidida por el Rey para levantar el monasterio siempre ha sido uno de los grandes enigmas que han rodeado su historia. Felipe II había trasladado la Corte de Las Españas a Madrid en 1561, lo que sin duda motivó la localización, dada la cercanía. Entre otros lugares, también se barajó el Monasterio de San Jerónimo de Guisando, en Ávila, que había sufrido un incendio, pudiendo reconstruirse y convertirse en el ambicioso complejo con el que soñaba el monarca. En este cenobio, Felipe II disfrutaba de la Semana Santa, pero le resultaba que estaba demasiado lejos de la capital. La pureza del aire de la Sierra de Guadarrama fue otro de los motivos que seguramente también ganarían al Rey Prudente.

Felipe II encomendó a Juan Bautista de Toledo la tarea de trazar el diseño del nuevo monasterio. Este arquitecto, que formaba parte del círculo cercano del Rey Prudente, para quien hizo otras obras, como en el Palacio de Aranjuez, había trabajado junto al genio Miguel Ángel en la Basílica de San Pedro, en Roma, aplicando muchos de los conocimientos allí aprendidos a este portentoso proyecto que, sin duda, llegó a hacer sombra a la misma sede de la Iglesia Católica. Sin embargo, a la muerte de Juan Bautista de Toledo, Juan de Herrera le sucedió, entre otros más que participaron, quien dejó su huella e hizo posible que El Escorial se convirtiera en el gran ejemplo del estilo herreriano. El aprendiz hizo sombra al maestro, e introdujo cambios como la habilitación de la biblioteca o la reducción del número de torres.

Fachada y portada de acceso al Monasterio de El Escorial

El resultado del monasterio refleja la personalidad austera de Felipe II, algo que se aprecia perfectamente en la portada de acceso a todo el complejo, presidida por la imagen de San Lorenzo, con una parrilla en la mano que simboliza su martirio. De hecho, normalmente se dice que la propia planta del recinto está inspirada en este símbolo, haciendo alusión al mártir al que se dedica y consagra el monasterio, pero es una de las muchas leyendas que rodean a El Escorial. Unas modificaciones de Juan de Herrera motivaron la forma final de las trazas, y los viajeros románticos del siglo XIX hicieron el resto.

Panorámica del Monasterio de El Escorial. Fuente: Patrimonio Nacional

Aunque siempre se dice “parece la obra de El Escorial” para referirse a unas reformas u obras que duran demasiado, lo cierto es que el monasterio que mandó edificar Felipe II se concluyó en dos décadas. Ha habido otros monumentos que han tardado mucho más en construirse, aunque no lo aparente. Por ejemplo, la Catedral de la Almudena, en Madrid, tardó un siglo en ser levantada, o ahí está la Sagrada Familia, en Barcelona, aún inconclusa. Finalmente, el 13 de septiembre de 1584, se dan por finalizadas oficialmente las obras del monasterio, y dos años más tarde se concluirían por completo con los remates de la Real Basílica.

Qué ver en El Escorial

El recinto del Monasterio de El Escorial cuenta con 33.000 metros cuadrados y cumple varias funciones; además de cenobio, es panteón real, basílica, palacio, biblioteca y colegio. El gran sueño de Felipe II fue “elevar un palacio para Dios y una choza para el Rey”. El Rey Prudente, alrededor de este imponente complejo, consiguió configurar un verdadero Real Sitio, siendo sus sucesores los que terminaron de darle al lugar la forma que vemos hoy en día.

Fachada de la Real Basílica de El Escorial, finalizada en 1586

El Escorial se convirtió en el retiro de la Corte durante los meses de otoño, desde su fundación hasta el siglo XIX, siendo Fernando VII, que había nacido aquí, el último monarca español que residió en el palacio del monasterio. Actualmente, los turistas, junto a los monjes agustinos que sustituyeron a los primitivos de la Orden Jerónima de la que la Monarquía castellana era tan afín, son los que pasean por sus diversas estancias, como algunas de las que vamos a descubrir a continuación y que no debes perderte cuando vayas a visitarlo.

Basílica

Una fachada coronada por las estatuas de los reyes Josafat, Ezequías, David, Salomón, Josías y Manasés, todos ellos monarcas de Judá, da la bienvenida a la basílica del monasterio. Se dice que “seis reyes y un santo salieron de este canto, y aun sobró para otro tanto”, refiriéndose a que de un mismo berrueco se tallaron estas seis efigies junto al San Lorenzo que preside la portada de acceso al monasterio. Una vez dentro, los turistas se sobrecogen con el ambiente tan austero y sobrio, propio del estilo herreriano, desprendiendo a arquitectura y decoración una profunda religiosidad.

Detalle del retablo mayor de El Escorial y los cenotafios de Felipe II y su familia. Fuente: Wikimedia

De los 44 altares que se pueden contemplar en la basílica, sobresale el de la Capilla Mayor. Fue diseñado por el propio Juan de Herrera y alcanza los 30 metros de altura. El mármol se entremezcla con las pinturas del retablo ejecutadas por Pellegrino Tibaldi y Federico Zuccaro. A ambos lados, se pueden observar los cenotafios reales de Pompeo Leoni. A la izquierda, Carlos V e Isabel de Portugal se ven acompañados de su hija María y de las infantas Leonor y María, hermanas del Emperador y reinas de Francia y Hungría, respectivamente. En el lado derecho, Felipe II aparece junto a tres de sus cuatro esposas, siendo estas las reinas Ana de Austria, Isabel de Valois y María Manuela de Portugal, y su primer hijo, el príncipe Carlos. Todos ellos se encuentran enterrados en las criptas, a excepción de la infanta María, hija de Carlos V, que reposa en las Descalzas Reales, en Madrid.

Panteón de Reyes e Infantes

Popularmente se dice que la realeza española nace donde quiere, vive, si puede, en Madrid, pero siempre termina en El Escorial antes de subir al cielo. Como ya hemos comentado, una de las principales causas fundacionales del Monasterio de San Lorenzo de El Escorial fue construir un panteón con el que dar sepultura a la familia de Felipe II, al propio Rey y que fuera utilizado también por sus sucesores. Sin embargo, no es el mismo que Juan de Herrera y el fundador del complejo vieron, ya que, para seguir la voluntad de Carlos V, este tenía que estar situado justo debajo del altar mayor. No obstante, Felipe III utilizó una capilla que el propio Herrera había acondicionado en forma circular y abovedada para dotar al monasterio del actual Panteón de Reyes, diseñado en estilo barroco y concluido durante el reinado de Felipe IV.

Panteón de Reyes de El Escorial. Fuente: Patrimonio Nacional

El Panteón de Reyes es el espacio más sobrecogedor de todo el monasterio de El Escorial, además de ser el que más interés suscita. 26 sarcófagos de mármol contienen los restos de los Reyes de España, desde Carlos V hasta el Juan de Borbón, Conde de Barcelona, acompañados de sus respectivas reinas y consortes, pero únicamente las y los que hayan dado heredero al trono. Sin embargo, en la muerte, al igual que en la vida, hay excepciones. Felipe V y la reina Isabel de Farnesio están enterrados en La Granja de San Ildefonso, Fernando VI y Bárbara de Braganza en las Salesas Reales y la reina Isabel de Francia, esposa de Felipe IV, reposa en el Panteón de Reyes a pesar de no ser madre de rey, pero, gracias a ella y su hija María Teresa, se perpetuó la Monarquía española en el seno de los Borbones.

Cámara sepulcral del Panteón de Infantes. Fuente: Wikimedia

Por su parte, el Panteón de Infantes tampoco es el primitivo. Durante el reinado de Isabel II, se diseñó el espacio actual, en estilo neoclásico y ecléctico, a fin de ordenar las sepulturas originales en las 133 tumbas que se proyectaron para los cuerpos ya existentes y los venideros. Destacan algunos mausoleos como el de Juan de Austria, hijo extramatrimonial de Carlos V y conocido como el Héroe de Lepanto, o la popularmente conocida como “tarta”, la sexta cámara sepulcral en forma de rotonda ochavada y destinada para el entierro de niños.

Como curiosidad de ambos espacios, la infinita escalera que conduce al Panteón de Reyes atraviesa una pequeña puerta a mano derecha. Detrás de ella se encuentra situado el pudridero, el lugar en el que los cadáveres reales permanecen hasta ser solo restos óseos y pueden colocarse en su sepulcro final. Sin duda, el panteón de El Escorial daría para mucho y es una joya de arte funerario única en el mundo.

Palacio de Austrias y Borbones

Felipe II, siguiendo la tradición de los monarcas que le precedieron, gustaba de retirarse a monasterios en determinadas épocas del año. Por ello, decidió construir unos aposentos para la Familia Real dentro de El Escorial. El denominado Palacio de Los Austrias se ubica en lo que sería el mango de la parrilla de la planta del complejo, en torno a la cabecera de la basílica principalmente. La idea de localizarlo aquí la recogió del palacio que su padre, Carlos V, se construyó en Yuste: desde su alcoba podía seguir la misa desde la cama.

Cámara del Rey en el Palacio de los Austrias. Fuente: Patrimonio Nacional

Además de los cuartos reales, la Sala de las Batallas es una de las que más fascinan a los visitantes. 10 metros de ancho y 55 de largo dan forma a esta galería que no se conoció como tal hasta el siglo XVIII, siendo muy discutidos los usos que tuvo con anterioridad. Los frescos que decoran sus paredes conmemoran algunas de las victorias militares más importantes del reinado de Felipe II, como la propia Batalla de San Quintín que motivó la construcción de El Escorial, pero también sobresale la de la Batalla de la Higueruela, que tuvo lugar en 1431 entre las tropas de Juan II de Castilla, padre de la bisabuela del Rey Prudente, Isabel La Católica, y los musulmanes, siendo una de las grandes victorias de los cristianos.

Sala de las Batallas en el palacio de El Escorial. Fuente: Patrimonio Nacional

La sobriedad y austeridad del Palacio de los Austrias contrasta con la magnificencia de los aposentos de los Borbones, cuya decoración afrancesada es del reinado de Carlos III. Sobresalen tapices diseñados por Goya y Bayeu, además del rico mobiliario de los diversos salones que se visitan. Fernando VII fue el último rey de España en residir en estos aposentos, en los cuales nació el 14 de octubre de 1784, y, por ende, en el propio monasterio.

Biblioteca

Conocida como la Escurialense o la Laurentina, Felipe II consiguió otro de sus sueños con la Real Biblioteca del Monasterio de San Lorenzo de El Escorial. El Rey Prudente tenía en mente desde 1565 la creación de una institución en la que aglutinar grandes obras científicas o literarias, así como guardar allí los libros que tanto gustaba de coleccionar. Su círculo más cercano le propuso ciudades como Valladolid o Salamanca para establecerla, pero se decantó finalmente por el monasterio de la Sierra de Guadarrama, como así consta en la carta fundacional. El monarca adquirió las bibliotecas de numerosos nobles, destacando también el traslado de volúmenes de la Capilla Real de Granada, como el Libro de Horas de la reina Isabel La Católica, su bisabuela.

Sala Principal de la Real Biblioteca de El Escorial. Fuente: Patrimonio Nacional

La Sala Principal de la Real Biblioteca de El Escorial sobresale por su exquisita decoración. Los frescos que decoran esta estancia del monasterio llegan a hacer sombra a los de la propia Capilla Sixtina, dejando boquiabiertos a los visitantes. En ellos se representa a las siete artes liberales: Gramática, Retórica, Dialéctica, Aritmética, Música, Geometría y Astrología. Todas ellas representan los géneros de los libros y volúmenes de sus estanterías, donde no solo se dan cabida textos en latín o castellano, también hay obras hebreas, árabes, portugueses, persas, chinas o dos códices armenios.

El Monasterio de El Escorial es un templo al Renacimiento y el humanismo, valores y principios que se dan la mano y entremezclan con el aura esotérico que siempre ha rodeado también al gran sueño de Felipe II y al propio monarca. Nadie se resiste al gran gigante de piedra que se abre paso en el Monte Abantos y la Sierra de Guadarrama, y todos los que se dejan ver por sus estancias se sientes como reyes, pero también unos auténticos #turistaenmipaís. La historia de este monasterio aún se sigue escribiendo, y también quedan aún muchas cosas que contar de él. La Octava Maravilla del Mundo es eterna.

J.

REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS

RODRÍGUEZ DÍEZ, J. (2014). Epitafios del Panteón de Infantes del Monasterio del Escorial y sus fuentes bíblicas. En Campos, F. J., Fernández de Sevilla (coord.), El mundo de los difuntos: culto, cofradías y tradiciones, pp. 825-856. San Lorenzo de El Escorial: Ediciones Escurialenses. Recuperado de: https://dialnet.unirioja.es/descarga/articulo/5044087.pdf

SIGÜENZA, Fray José de (2010). La Fundación del Monasterio de El Escorial. Valencia: CMC Editor

Brihuega, San Felices y Tiedra: tres destinos en España para disfrutar de la lavanda

La vista no es el único sentido necesario para disfrutar de un destino turístico. El olfato también es fundamental, especialmente cuando se visita un entorno natural, y la desventaja respecto al primero es que es más complicado llevárselo de recuerdo a casa, como así se hace con una panorámica de ese mismo paisaje tomada con una cámara de fotos. Por ello, es vital recrearse con todas esas sensaciones en el mismo lugar en que se desarrollan, cerrando los ojos para sacarle el máximo partido a todo ese conjunto de emociones. Brihuega, San Felices y Tiedra son tres lugares en los que, con su olor a lavanda impregnando cada rincón, se puede experimentar todo ello, y no es ninguna exageración.

Festival de la Lavanda en Brihuega. Fuente: Turismo Brihuega

A pesar de que muchos viajeros se acercan hasta Provenza y la Costa Azul francesa para realizar la ruta de la lavanda, un espectáculo natural único en Europa, no hace falta irse tan lejos para contemplar su floración. En España, también contamos con varios lugares en los que es posible pasear entre estos campos de tonos violetas y azules, perfumando durante los meses de julio todo el entorno en el que se encuentran con la explosión de primavera que se vive en pleno verano gracias a sus flores. Perfumes, cremas, geles o jabones son, en muchos casos, el resultado de la lavanda o espliego, pero antes de su cosecha pocos se resisten a contemplar el paisaje que florece en Brihuega, San Felices o Tiedra.

Brihuega, jardín de la Alcarria

Alrededor de 1.000 hectáreas de campos de lavanda rodean Brihuega, una localidad situada en la Alcarria de Guadalajara que dista de poco más de 45 minutos desde Madrid. Hasta este punto de la submeseta sur peregrinan cada mes de julio cientos de turistas que quieren sentir en primera persona el festival de este perfume. Al llegar, una de las primeras preguntas que se hacen todos es por qué hay una plantación de espliego tan espectacular en Castilla-La Mancha.

Campos de lavanda de Brihuega. Fuente: Juan G. Gómez – Turismo Brihuega

Hace 30 años, Andrés Corral, un agricultor que tuvo el privilegio de viajar hasta la Provenza francesa y contemplar los campos de lavanda de nuestro país, se percató que su pueblo, Brihuega, también tenía las condiciones para acoger plantaciones de este tipo. En aquellos años, esta localidad de Guadalajara que un día fue sede de la Real Fábrica de Paños y hogar de de agricultores y ganaderos sufría el éxodo rural, pero la iniciativa de Andrés les salvó.

Iglesia de San Felipe Neri de Brihuega. Fuente: Juan G. Gómez – Turismo Brihuega

La planta destiladora de la esencia de lavanda que se construyó es hoy en día una de las más importantes del mundo, sacando adelante el 10% de la producción mundial necesaria para hacer, por ejemplo, perfumes, y cuenta con más de 200 agricultores, dando trabajo a toda la comarca. De hecho, cada mes de julio se celebra un festival en torno a la lavanda, que también se ha convertido en un recurso turístico para un pueblo cuyo casco histórico está declarado Bien de Interés Cultural, destacando tres iglesias del siglo XIII y la Real Fábrica de Paños, ejemplo de la arquitectura industrial del XVIII.

Tiedra, entre trigo y lavanda

La provincia de Valladolid es conocida por sus viñedos, que dan por fruto los maravillosos vinos blanco verdejo de Rueda, los tintos de la Ribera de Duero o los claretes de Cigales. Sin embargo, en las llanuras castellanas también despunta el color de la lavanda, concretamente en Tiedra. Se trata de uno de los pueblos más desconocidos de la región, pero que durante el mes de julio se llena de turistas que quieren pasear entre los campos de espliego situados entre la carretera que une esta localidad y la cercana San Cebrián de Mazote.

Campos de lavanda en Tiedra durante su floración

En Tiedra se encuentra el único centro de interpretación de la lavanda de toda España. En él se pueden comprar algunos productos elaborados tras las cosechas anuales, pero antes de la recogida los visitantes se trasladan hasta estos campos vallisoletanos como si se fueran hasta la misma Provenza francesa. Los colores contrastan con los tonos dorados del centeno o el trigo, líderes entre los cultivos de la región, como buena zona de secano que es.

Vista del castillo de Tiedra desde sus campos de lavanda

Aprovechando la escapada, hay que reservar tiempo también para adentrarse en el interior de la villa. Tiedra está dominada por un castillo del siglo XI, en torno al cual fue creciendo la población que durante décadas sirvió de moneda de cambio de los reyes y gobernantes de la histórica Castilla. Desde su torre del homenaje, a la que se puede subir pagando 2€, siendo una experiencia que merece realmente la pena, se contemplan los campos de secano de la comarca o los campanarios de sus iglesias.

San Felices, la Provenza soriana

Los amantes de los paisajes de lavanda peregrinan también a la provincia de Soria, encontrando refugio en San Felices. Su simpático nombre ya anima de por sí a visitar este rincón de la comarca del Moncayo, pero los campos violetas y morados, mezclados con el azul de su cielo, se han convertido en su principal recurso turístico. La pequeña Provenza soriana, como así se conoce en la zona, hace la competencia a Tiedra y Brihuega, pero en San Felices también son famosos por la trufa, un exquisito condimento para la gastronomía local.

La lavanda se ha convertido en un cultivo más de San Felices

La visita a los campos de lavanda de Tiedra, Brihuega o San Felices demuestra nuevamente la riqueza natural que tiene España y que tanto gusta a los visitantes extranjeros que nos visitan. Sin embargo, y tal y como hemos visto, no hace falta que los españoles se desplacen hasta la Provenza francesa ni la Costa Azul para contemplar la floración del espliego, sino que en nuestro país también tenemos destinos en los que es posible vivir el espectáculo del perfume de la lavanda y que nos hace sentir unos auténticos #turistaenmipaís.

J.

La historia de Cayetana, la XIII Duquesa de Alba que Goya convirtió en eterna

Cercana al pueblo, seguidora de las fiestas populares y alejada del protocolo afrancesado de la Corte de finales del XVIII. Así es la imagen que transmiten las crónicas de la época de una de las mujeres más legendarias de la historia de España. María del Pilar Teresa Cayetana de Silva Álvarez de Toledo, más conocida simplemente como María Teresa o Cayetana, fue la XIII Duquesa de Alba de Tormes por derecho propio, además de contar con otros cincuenta y cinco títulos nobiliarios más, algunos de ellos con dignidad de Grandeza de España. Aunque son muchos los que puede que no la reconozcan, basta con nombrar a Francisco de Goya para saber de quién hablamos.

El gran artista de la pintura española retrató en varias ocasiones a esta noble, siendo muchos los rumores que siempre han apuntado a un romance entre ambos. Este hecho, junto con el controvertido estilo de vida de la Duquesa, su enfrentamiento con la reina María Luisa de Parma o su sorprendente y revelador testamento, han marcado la leyenda de Cayetana de Silva Álvarez de Toledo, la Cayetana a la que tanto admiró siempre su homónima de los siglos XX-XXI, quien se encargó personalmente de darle el lugar que le correspondía en la historia de esta familia nobiliaria cuyo árbol genealógico siempre ha crecido al abrigo de la evolución de España.

Cayetana, XIII Duquesa de Alba

Nacida en Madrid en 1762, la infancia de Cayetana estuvo marcada por la repentina muerte de su padre, el Duque de Huéscar, lo que la convirtió en la heredera directa del Ducado de Alba de Tormes, en manos de su abuelo, cuando contaba solamente ocho años. Cinco años más tarde, un 15 de enero de 1775, cuando se cumplían 20 años del fallecimiento de la primera titular femenina de la historia del Ducado de Alba, María Teresa Álvarez de Toledo y Haro, tuvo que apartarse de sus muñecas para convertirse rápidamente en una mujer casada, ya que ese mismo día contrajo matrimonio con su primo, José Álvarez de Toledo, XV Duque de Medina Sidonia, uniendo así las dos casas nobiliarias más importantes de la Corte española desde finales de la Edad Media. La Iglesia de San Luis Obispo, hoy desaparecida y que se encontraba en la Calle Montera, fue el escenario de aquella unión que no tuvo frutos, un hecho que marcaría el devenir de los Alba a la muerte de la titular.

José Álvarez de Toledo, Duque consorte de Alba. Fuente: Museo Nacional del Prado

En 1776, Fernando de Silva y Álvarez de Toledo, XII Duque de Alba, fallece en Madrid, lo que directamente conllevó que Cayetana se convirtiera en la nueva Duquesa por derecho propio con tan solo catorce años. Cabe destacar que su marido, aunque consorte, hizo uso del título de Duque de Alba para presentarse ante la sociedad, al ser esta distinción superior a las suyas propias. Se trataba de un hombre muy tranquilo y sosegado, que destacaba por su educación y cultura, formando parte del círculo personal de Carlos IV, además de pertenecer a la Real Academia de San Fernando por su gusto por el arte.

Una Duquesa envidiada por la misma Reina

La XIII Duquesa de Alba sobresalía entre la aristocracia del momento no solo por su juventud, sino también por su belleza, refinamiento y el exquisito gusto con el que vestía. Todo ello despertó los celos y la envidia de la Gran Dama española, es decir, María Luis de Parma, consorte de Carlos IV. En una ocasión, la Reina reprendió en una recepción a la misma Duquesa por la sencillez con la que vestía, a lo que parece que la aristócrata respondió con lo que hoy en día diríamos un buen zasca aludiendo a la Guerra del Rosellón de 1793-1795 entre Francia y España y al deber de los españoles de controlar los excesos como consecuencia del conflicto. No hay que olvidar tampoco la anécdota popular de que Cayetana llegó a vestir en una ocasión a sus sirvientas con un modelo de vestido que la Reina había encargado a los modistos parisinos, por el simple hecho de ridiculizarla.

María Luisa de Parma, en 1765. Fuente: Museo Nacional del Prado

Los enfrentamientos entre ambas mujeres forman parte también de la España de finales del siglo XVIII y traspasaron lo cotidiano para adentrarse en las propias alcobas. Son muy sonoros sus romances, ya que ambas llegaron a rivalizar por el corazón de algún que otro varón de la Corte. Juan de Pignatelli, hijo del segundo marido de la madre de la Duquesa, parece que mantenía una relación con la Reina, pero pretendía también a Cayetana. Para despertar su interés, obsequia a la aristócrata con una caja de oro y brillantes que la mismísima María Luisa de Parma le había regalado a él, lo que molestó a la consorte de Carlos IV.

Cayetana, Godoy y la Reina

Manuel Godoy es otro de los nombres que forman parte de la biografía y la leyenda de la XIII Duquesa de Alba. Si por algo se caracterizó la aristócrata es por su aborrecimiento al sentir afrancesado que se había impuesto en la Corte de Carlos IV, quien había accedido al trono en 1788, poco antes del inicio de la Revolución Francesa que puso en jaque a la Monarquía gala, que apuntaba ser eterna. El monarca delegó los asuntos de gobierno en manos de su valido, el mencionado Godoy, que algunos señalan como amante de la misma Reina, lo que explicaría el importante poder que acumuló en España y su rápido ascenso.

La rivalidad entre la consorte de Carlos IV y la Duquesa de Alba parece que también se extendió a acaparar la atención de Godoy, que pudo llegar a tener relaciones con la misma Duquesa. Sin embargo, entre contar con el favor de la Reina o con el de la noble, y siendo él quien era, se debió de quedar con María Luisa de Parma. A ello hay que sumar un aspecto que sí que está más que probado. La influencia que ejercía el valido del rey sobre la Corona no era algo que precisamente gustase a la aristocracia del momento, que intentó acabar con el que llegó a ser nombrado Príncipe de la Paz.

Vista del Palacio de Buenavista (Madrid). Fuente: Sociedad Geográfica Española

Cayetana, titular de uno de los ducados más importantes de España, no fue ajena a estas maquinaciones, por lo que también participó en la campaña contra el valido del rey. Es por ello que, a la muerte de la noble, la sombra del crimen de Estado le persiguió. Han sido muchos los que han apuntado desde el 23 de julio de 1802 en que falleció en el Palacio de Buenavista que el envenenamiento fue la causa de su repentino deceso. Sin embargo, la exhumación de su cadáver en la década de los años 40 del pasado siglo permitió confirmar que murió de una meningitis, poniendo fin a esta truculenta leyenda.

A pesar de todo, el odio de Godoy contra los Alba no finalizó con la muerte de la XIII Duquesa, sino que, incluso, se puede decir que se agravó. El ministro y valido de Carlos IV incautó parte de los bienes de la Casa, destacando el propio Palacio de Buenavista, la residencia de la familia en Madrid y en la que había fallecido Cayetana. Del mismo modo, Carlos IV se hizo con el Palacete de la Moncloa, también propiedad de los Alba, con la finalidad de ampliar el Real Sitio de la Florida, convirtiéndose entonces en Real Sitio de la Moncloa. Es el antecedente del actual inmueble que sirve de sede y residencia del Presidente del Gobierno, al destruirse el original en la Guerra Civil. Del mismo modo, Godoy les expropió obras de arte como la Venus del Espejo, de Velázquez, actualmente en la National Gallery de Londres.

La Duquesa de Goya

No cabe duda que Cayetana rompía los estereotipos propios de la nobleza del momento, lo que se tradujo, sin embargo, en la enemistad con sus contemporáneos, entre ellos la Reina, provocando que haya pasado a la historia como una mujer frívola y dedicada a los excesos y el despilfarro. No obstante, son muchos los que olvidan, por ejemplo, la importante labor de mecenazgo que llevó a cabo, engrandeciendo el patrimonio artístico de su familia y apoyando con ellos a los artistas del momento, como Francisco de Goya.

Retrato de la XIII Duquesa de Alba vestida de luto. Fuente: Fundación Goya en Aragón

Goya no solo es el pintor que retrató a la XIII Duquesa de Alba desde 1795, sino también otro de los hombres que forman parte de la biografía de la aristócrata. De hecho, es el más importante de todos, ya que su historia continúa formando parte del rumor y la leyenda. Aunque había sido retratista de cabecera de los Duques de Osuna, no pudo negarse a acudir presto a la llamada de Cayetana, quien se convirtió en su musa. Destaca el retrato que todavía conservan en su poder los Alba, expuesto en el Palacio de Liria, así como el cuadro en que aparece ataviada de viuda y situado en una sala museística de Nueva York.

Detalle del Salón Goya, en el Palacio de Liria. Fuente: Fundación Casa de Alba

Aunque mucho se ha dicho y poco se ha demostrado, lo cierto es que entre Cayetana y Goya hubo de haber una relación más allá de la meramente profesional. Ello se aprecia, precisamente, en las pruebas que el artista nos ha legado, los cuadros, donde aparecen numerosos detalles que así lo demuestran. Por ejemplo, en el retrato en el que la Duquesa está con vestido negro, Cayetana es retratada con dos anillos: en uno de ellos está grabado el nombre de su familia, y en el otro el del apellido del pintor, Goya. Lo mismo ocurre con la obra de la Duquesa viuda, que señala al suelo donde se puede leer escrito “Solo Goya”.

El legado de Cayetana

En ocasiones, los hombres de su vida, la leyenda de Goya o sus desavenencias con la Reina María Luisa de Parma acaparan la biografía y el legado de la XIII Duquesa de Alba. Algunos datos de su historia pasan desapercibidos, como su gusto por acudir a las verbenas populares. No hay que olvidar tampoco que, aunque el gran sueño de unir las casas de Alba y Medina Sidonia se truncó ante la muerte de Duque consorte sin haber dejado descendencia, Cayetana adoptó al final de sus días a una niña negra, María de la Luz. Ella fue una de las herederas que aparecían recogidas en su testamento, junto a sus criados y el hijo de Goya.

Carlos Miguel Fitz-James Stuart y Silva, XIV Duque de Alba. Fuente: Fundación Casa de Alba

Precisamente, las últimas voluntades de la XIII Duquesa de Alba eran uno de sus secretos mejor guardados. El fallecimiento de la aristócrata sin un heredero directo conllevaba que hubiera que dilucidar en quién iba a recaer el importante patrimonio de uno de los ducados más importantes de España. Finalmente, el apellido Álvarez de Toledo, que había estado ligado a la Casa de Alba desde la creación del título en el siglo XV, dio paso al Fitz-James Stuart.

Carlos Miguel Fitz-James Stuart y Silva, VII Duque de Berwick y VII Duque de Liria, se convirtió en el heredero del título de Cayetana, es decir, en el XIV Duque de Alba. Se trataba de un primo lejano de la XIII Duquesa, siendo sobrino-nieto de su abuelo y familiar también de los últimos reyes de Escocia. Desde entonces, los integrantes de la Casa de Alba pueden afirmar la ascendencia real procedente del reino escocés.

Detalle de la fachada del Palacio de Liria

Este salto familiar en la dinastía Alba que se produjo en 1802 todavía es palpable. El Palacio de Liria, el gran emblema de la Casa en Madrid y residencia oficial del actual Duque en la capital, pasó a formar parte del patrimonio tras la llegada de los Fitz-James Stuart, quienes rápidamente se presentaron, y lo siguen haciendo, como Duques de Alba, en vez de Liria o Berwick, dada la importancia del título del que se hicieron cargo. La historia de los Alba continuó, a pesar del fallecimiento de la legendaria Cayetana, la XIII Duquesa a la que Goya hizo eterna y cuya biografía sigue fascinando a todo aquel que se interesa por ella, haciéndonos sentir unos auténticos #turistaenmipaís mientras la repasamos.

J.

REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS

NICOLÁS MARTÍNEZ, M. (2008). Galas y regalos para una novia. A propósito de la boda de María del Pilar Teresa Cayetana de Silva, Duquesa de Alba. Congreso Internacional Imagen Apariencia. Murcia: Universidad de Murcia. Recuperado de: https://digitum.um.es/digitum/bitstream/10201/44227/1/CongresoImagen127.pdf

OTERO VÁZQUEZ, E. (2017). Personajes de cine. Cayetana, XIII duquesa de Alba, una vida de película. En Marcos Ramos, M. (ed. lit.), Gami Giménez, E. (coord.), Historia, literatura y arte en el cine español y portugués. Estudios y perspectivas. Salamanca: Universidad de Salamanca, Centro de Estudios Brasileños. Recuperado de: http://www.cebusal.es/download/libro-cihalcep-web-ok.pdf

REAL ACADEMIA DE LA HISTORIA (2020). María del Pilar Teresa Cayetana Silva y Álvarez de Toledo [biografía]. Recuperado de: http://dbe.rah.es/biografias/8257/maria-del-pilar-teresa-cayetana-silva-y-alvarez-de-toledo

El Alcázar de Madrid, el antecedente del Palacio Real reducido a cenizas en 1734

El casco histórico de Madrid ha ido evolucionando a lo largo de los siglos. La madrugada del día de Navidad de 1734, se produjo uno de los hechos más nefastos y trágicos que contribuyeron a que el entorno de lo que actualmente se conoce como almendra de la villa cambiase radicalmente y para siempre. A las 00:15h, mientras las familias madrileñas estaban reunidas en sus hogares celebrando el nacimiento de Jesucristo, las campanas de las iglesias comenzaban a repicar con fuerza, suponiendo que llamaban a los festejos religiosos propios de la época. Sin embargo, lejos de tañer por alegría, presagiaban peligro: el Real Alcázar, el símbolo del poder de la Corona, había comenzado a incendiarse.

Aunque origen del antiguo y desaparecido Alcázar de Madrid se encuentra en el período de dominación árabe de la ciudad, quienes construyeron una pequeña fortificación, esta parece que no se encontraban en el actual emplazamiento del Palacio Real del siglo XVIII. Sea como fuere, durante el reinado de Alfonso VI de León se produjo la reconquista cristiana de Madrid, llevando a cabo la construcción de una nueva fortaleza que, con el paso de los siglos, llegó a convertirse en un verdadero palacio gracias a los Trastámara y los Austrias. Un devastador incendio puso fin a su historia y los Borbones pudieron levantar su gran joya patrimonial, con el recuerdo del viejo Alcázar que todavía hoy sigue presente en la ciudad.

Historia del Alcázar de Madrid

El emir de Córdoba Muhammad ben Abd al-Raahman fundó entre 850 y 886 una fortificación en la musulmana Mayrit, en torno a la cual creció la población, que acabó convirtiéndose en la villa cristiana de Madrid. Como hemos dicho, no hay pruebas de que esta construcción se encontrase en el actual emplazamiento del Palacio Real, donde sí se sabe que se encontraba el Alcázar que los reyes castellanoleoneses bajomedievales decidieron construir. Pedro I y Enrique II de Castilla son los primeros monarcas de los que hay constancia que ordenador reformas para comenzar su proceso de engrandecimiento, a finales del siglo XIV y principios del XV, respectivamente.

Vista del Alcázar en el siglo XVI. Fuente: Museo de Historia de Madrid

A lo largo del siglo XV, los Trastámaras se encargaron de transformar el primitivo castillo en una residencia digna de reyes, especialmente Juan II y su hijo, Enrique IV. Precisamente, este último sintió especial predilección por Madrid, decantándose por alojarse en él durante las estancias en la villa, dedicando gran parte del tiempo a la caza en los cercanos montes, perfectos para esta práctica. Era tal el interés del monarca, que hasta nombró un maestro de obras específico, tanto para el Alcázar como para el castillo de El Pardo, germen del Real Sitio.

Retrato imaginario de Enrique IV de Castilla, de Rodríguez de Losada, siglo XIX. Fuente: Ayuntamiento de León

Los Reyes Católicos, que también disfrutaron de varias estancias en Madrid, prefirieron el Palacio de los Lasso de Castilla, en la Plaza de la Paja, como lugar de alojamiento en la villa. Los monarcas de Aragón y Castilla reservaban el Alcázar para los actos protocolarios o la impartición de justicia, como así contamos en el free tour “Madrid de los Trastámara” que puede reservar en este enlace. No obstante, la fortaleza también contó la preocupación y el interés de los soberanos, que también ordenaron reformas que favorecieron su mantenimiento, aunque no tan significativas como las de sus predecesores. A la muerte de la reina Isabel, Fernando de Aragón sí que se hospedó en algunas ocasiones en el Alcázar.

El cambio de dinastía en el siglo XVI, de Trastámaras a Austrias o Habsburgo, transformó el Alcázar en un verdadero palacio, utilizando la fábrica medieval. El emperador Carlos V y su sucesor en los reinos de Las Españas, Felipe II, se interesaron especialmente por él. Este último, fue el verdadero precursor del impulso de la fortaleza, sobre todo después de que decidiera situar la capital de sus dominios de Madrid, dejando atrás el período itinerante de la Corte medieval. Con ello, el Alcázar se convirtió en el símbolo de poder de la Monarquía.

El incendio del Alcázar de Madrid

Los Austrias Menores, Felipe III, Felipe IV y Carlos II también habitaron en el Real Alcázar, y en sus reinados se alcanzó la forma definitiva que presentó hasta su desaparición, destacando sobre todo la armonización de sus diversas fachadas, un proyecto que contó con la dirección de Francisco de Mora. Con la llegada de los Borbones al trono español en la figura de Felipe V, la historia del Alcázar madrileño continuó pese a lo que normalmente se cree.

Alcázar de Madrid en 1704, 30 años antes de su incendio. Fuente: Wikimedia

No obstante, lo que no se puede negar es que al nuevo rey, de origen francés y nacido en Versalles, no le entusiasmaba el gusto austero y sencillo de un edificio que era puramente castizo y castellano. Por ello, Felipe V y su esposa, María Luisa de Saboya, encargaron reformas en su interior, adecuando la decoración al estilo de la Corte de su país de origen. Sin embargo, como reza el dicho popular, la historia del Alcázar de Madrid tenía los días contados.

La madrugada de Navidad de 1734, las campanas de las iglesias de Madrid no dejaban de repicar. Dadas las fechas, buena parte de la población pensaría que anunciaban o celebraban el nacimiento de Jesús, pero lo cierto es que presagiaban peligro. En la medianoche, se había declarado un incendio en el aposento del pintor Jean Ranc, retratista de Felipe V. Debido a los artesonados de madera del edificio, el fuego comenzó a extenderse rápidamente. Por fortuna, la Familia Real se encontraba fuera de la residencia, ya que se encontraban celebrando la Pascua navideña en el Palacio del Buen Retiro.

La familia de Felipe V. Fuente: Museo Nacional del Prado

Cuadros quemados y perdidos

Las llamas habían alcanzado el Salón Grande, cuyas paredes estaban decoradas con cientos de pinturas. Los improvisados bomberos, en muchos casos criados de palacio, pudieron rescatar las que estaban al pie de los muros, lanzándolas por las ventanas. Así ocurrió, por ejemplo, con “Las Meninas” o “Carlos V en la batalla de Mühlberg”, de Velázquez y Tiziano, respectivamente, que todavía cuentan con las huellas del humo que casi les ahoga para siempre. Muchas obras de arte, tanto de pintura, escultura u orfebrería, se salvaron también en carros que rápidamente salían de la regia residencia.

Detalle de Las Meninas, de Velázquez. Fuente: Museo Nacional del Prado

Sobre los cuadros que se quemaron en el Alcázar de Madrid, perdiéndose para siempre, se cuantifican en cerca de 500, y algunos de grandes maestros, como el famoso “La expulsión de los moriscos”, de Velázquez, que se consideraba una de las obras maestras del pintor sevillano, así como “Apolo, Adonis y Venus”, del mismo autor. El retrato favorito de Felipe IV, ejecutado por Rubens, también fue pasto de las llamas. Este trágico hecho todavía es difícil de olvidar, y hasta la serie de televisión “El Ministerio del Tiempo” dedicó uno de sus capítulos a este terrible pasaje de la historia de Madrid. Afortunadamente, muchas obras de salvaron también porque habían sido trasladadas previamente al Buen Retiro siguiendo la orden del rey, que prefería alojarse en este palacio en vez de en el austero y castellano alcázar.

De Alcázar a Palacio Real

Después de 4 días de incendio, la joya del patrimonio medieval de Madrid quedó reducida a cenizas y solamente algunos muros aguantaron el desastre. Al calor de las llamas, esta residencia que había visto nacer a Juana de Castilla, conocida como la Beltraneja y que se enfrentó a su tía Isabel La Católica por el trono de Castilla, o había visto morir al último rey de los Austrias españoles, Carlos II, apagó para siempre su historia.

Fachada principal del Palacio Real de Madrid

Lejos que pretender una reconstrucción, se decidió demoler los cimientos que quedaban en pie y emprender la construcción de un nuevo palacio que, además, siguiera los preceptos franceses que tanto gustaban a la nueva dinastía. La leyenda siempre ha acompañado a Felipe V, siendo muchos los que todavía sostienen que fue la mano ejecutora de este terrible incendio. Algunos datos en los que se apoyan estas teoría se basan en que el monarca previamente había traslado las obras más insignes de la Casa Real a otro palacio, toda la Familia Real se encontraba fuera cuando se desató el incendio o que rápidamente ordenó la construcción de un nuevo edificio en su lugar.

El Alcázar de Madrid, Patrimonio Reaparecido

El recuerdo al Alcázar de Madrid todavía está presente en la memoria colectiva de todos los madrileños, así como de los turistas que visitan la capital, ya que no hay rutas turísticas y guiadas en las que no se mencione este monumento desaparecido del patrimonio de la villa. Grabados y cuadros que muestran cómo era su arquitectura ayudan a imaginarse el aspecto que tenía esta fortaleza medieval que se convirtió en palacio y sede del poder real en España.

Patrimonio Reaparecido

Madrid ha perdido importantes monumentos a lo largo de su historia. Es momento de volver a descubrirlos jugando con la imaginación

Tras su incendio en la Navidad de 1734, se levantó en su lugar el actual Palacio Real por orden de Felipe V, aunque fue su hijo Carlos III el que estrenó el palacio el 1 de diciembre de 1764. En el Salón del Trono, la estancia más regia del edificio y que refleja el esplendor de la Monarquía española, todavía pervive el recuerdo al antiguo Alcázar gracias a los leones que rodean a los regios asientos, los cuales se salvaron del incendio y formaban parte de la decoración de aquella residencia que alberga siglos de historia entre sus muros y que hoy se ha convertido en Patrimonio Reaparecido en este artículo. Repasando la historia del Alcázar de Madrid, también nos sentimos unos auténticos #turistaenmipaís emprendiendo un viaje al pasado.

J.

REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS

ALONSO RUIZ, B. (2014). El Alcázar de Madrid: del castillo Trastámara al palacio de los Austrias (ss. XV-1543). Archivo Español del Arte (348), pp. 335-350. Recuperado de: http://xn--archivoespaoldearte-53b.revistas.csic.es/index.php/aea/article/view/875

MARTÍN GONZÁLEZ, J. J. (1962). El Alcázar de Madrid en el siglo XVI (nuevos datos). Archivo Español del Arte (137), pp. 1-20. Recuperado de: https://search.proquest.com/docview/1302129230?pq-origsite=gscholar&fromopenview=true&imgSeq=1

El cocido maragato, la estrella de la gastronomía leonesa que tienes que comer en Astorga

Aunque siempre se ha dicho que la casa no debemos empezarla nunca por el tejado, este dicho popular que nos invita a tener un orden en nuestro día a día no siempre es posible aplicarlo. En determinadas ocasiones, es necesario poner primero las tejas antes que el suelo. El cocido maragato es una de esas veces en las que es necesario darle la vuelta a lo establecido o socialmente aceptado para tener una experiencia inolvidable. Sin duda, esa es la palabra que mejor describe a todas las impresiones que se sienten la primera vez que se degusta este tradicional y suculento plato de la gastronomía leonesa.

El cocido maragato, aunque es una estrella de la cocina en toda la región de León, tiene su capital en la Maragatería, entre la que se encuentran famosas localidades como Astorga. Aquí, además de poder disfrutar de una impresionante catedral que bien le puede hacer sombra a la Pulchra Leonina o de las formas modernistas que Gaudí dejó impresas en su nunca ocupado Palacio Episcopal, hay que reservar unas horas para, tranquilamente y sin prisa alguna, activar los cinco sentidos y conocer los secretos de este famoso guiso.

Vista del Palacio Episcopal y las torres de la catedral de Astorga

Con la vista, vas comprobando la curiosa forma en que se sirven sus tres vuelcos; con el olfato, reconoces el toque de pimentón que lleva incorporada la berza o el ahumado que desprende el tocino; con el tacto, adviertes la textura de su famoso relleno mientras lo sostienes entre tus dedos antes de darle un buen bocado; con el oído, percibes los últimos chisporroteos de la sabrosa sopa de fideos mientras comienza a enfriarse para poder catarla; y, gracias al gusto, gozas de un auténtico festín de sabores, una fiesta en la que tu paladar será el invitado que más disfrute. Cinco sentidos y todos ellos necesarios para disfrutar al máximo de un auténtico cocido maragato en lugares como Casa Maragata, un restaurante de Astorga donde sirven el mejor cocido maragato que podrás encontrar en toda la región.

Un cocido del revés

Aunque en España se hacen muchos cocidos, lo verdaderamente original y que diferencia al maragato del resto es la forma en que se sirve, siendo lo que más llama la atención a todos los turistas que visitan la región leonesa de la Maragatería. Sus vuelcos son tres: carnes, garbanzos y verdura, y sopa, y este es, precisamente, el mismo orden en que se sirve. Como dicen algunos lugareños, “de sobrar, que sobre la sopa”. Sin embargo, mucho nos tememos que son pocos los que consiguen dejársela, porque es el broche de oro perfecto para confirmar los sabores que previamente se han ido descubriendo en el paladar.

Todos los vuelcos del cocido maragato. Fuente: Turismo de Astorga

Parece que el origen del cocido maragato y su curiosa forma de servir los vuelcos de forma distinta a otros guisos similares del resto de España se encuentra en los antiguos arrieros leoneses que recorrían el país vendiendo mercancías. El etnógrafo José Manuel Sutil sostiene que, al emprender sus viajes, guardaban en sus rudimentarias fiambreras trozos de carne de cerdo cocida, que se mantenía mejor que otras. Al llegar a las posadas, se la comían y, para entrar en calor, pedían al final una sopa. Esta tradición se debió de extender de generación en generación, hasta llegar a la actualidad y dando lugar al famoso cocido maragato.

Ingredientes del cocido maragato

Carne de ternera, gallina y cerdo, garbanzos, berza, patata o fideos son algunos de los ingredientes que dan forma a este plato. El verdadero secreto para que el resultado sea espectacular reside en contar con productos de calidad, aunque sin olvidar que el cariño y la paciencia también se tienen que añadir al puchero. Como hemos dicho, el resultado se sirve de forma separada, en tres vuelcos diferenciados, aunque no hay que olvidar dejar hueco para el postre ni escoger un buen vino de la región para maridar toda la comida.

Primer vuelco

Después de un pequeño aperitivo, que en el caso de la Casa Maragata de Astorga se compone de un exquisito tomate natural partido en rodajas y aderezado con albahaca, sal y aceite de oliva virgen extra, llega el turno del primer vuelco. Lo mejor es ir preparando el trozo de pan en la mano y el tenedor para, una vez que destapan la tapa de la cazuela, empezar a degustar la variedad de carnes que han regalado su sabor al guiso y que comprobarás con la sopa final.

Detalle del primer vuelco del cocido maragato en Casa Maragata

Cecina de León, chorizo, morcillo, tocino con un toque ahumado espectacular, lacón, panceta, morro, oreja y patuco de cerdo, y gallina son las carnes que disfrutarás en el primer vuelco. No hay que olvidar tampoco el relleno, un complemento que muy pocos conocen pero que acaba gustando a todos, incluso quedándose con ganas de repetir. Se trata de una bola de pan rallado, huevo, perejil y ajo que se cuece con la misma sopa, aunque se presenta en este primer vuelco. Acabarás pidiendo más pan, sobre todo para untar el delicioso tocino.

Segundo vuelco

Todavía con el sabor de la carne y el relleno en el paladar, llega el turno de la legumbre y la verdura. Una fuente con garbanzos cocidos en su punto acompañados de la berza o repollo con patata rehogada con pimentón constituyen el segundo vuelco. De nuevo, entran en juego todos los sentidos para seguir disfrutando de este guiso. Aquellos comensales que se dejaron carne del primer vuelco o que optaron por repetir algunas porciones de carne, lo mezclan también con los garbanzos. No hay que olvidar que son muchos los que un cocido tradicional suelen juntar todo, es decir, los garbanzos, la carne y la sopa.

Detalle del segundo vuelco del cocido maragato en Casa Maragata

Tercer vuelco

Nadie puede resistirse al aroma que desprende la sopa de fideos que pone fin al cocido maragato. Es aquí donde todos los sabores se concentran, donde cada cucharada consigue que se recuerde el gusto que tenía la carne del primer vuelco o el de la berza que acompañaba a los garbanzos. Mientras se degusta este último manjar, recuerdas también el relleno con el que todo empezó, esponjoso gracias a este mismo caldo en el que ha estado cociendo y que ahora degustas directamente.

Detalle de la sopa del tercer vuelco del cocido maragato de Casa Maragata

Un hueco para el postre

Aunque tu cuerpo crea que ya no puede ingerir más comida, tienes que reservar un hueco para las natillas caseras de la abuela con roscón maragato. Lejos de las industriales que encontramos en cualquier supermercado, presentan una textura muy cremosa, con un toque dulzón que se rompe con el de la canela molida que las acompaña.

Además, el bizcocho que acompaña estas deliciosas natillas caseras, que se puede comer separado o bien mezclado con ellas, como así hace la mayoría para pecar de golosos más todavía, es muy esponjoso y te darán ganas de decirle al camarero que si te puede traer la receta junto con la cuenta. Sin embargo, antes de pagar te espera un tradicional café de puchero, y, ya sí que sí, es hora de ir poniendo rumbo a una cómoda cama para disfrutar de una larga y relajante siesta recordando todo este festín.

Maridar el cocido maragato

Los vinos jóvenes de El Bierzo, como Pájaro Rojo, complementan a la perfección el festín de sabores del cocido maragato. Aunque el brindis inicial siempre es especial, sobre todo si la compañía es la mejor que se pueda tener, el mejor momento se vive precisamente al final de la comida, cuando la última copa de vino, antes de tomarse el postre, acentúa y resalta el regusto concentrado del caldo y, con él, el de todo el cocido maragato en su conjunto. En el caso del menú de Casa Maragata, el mejor sitio de Astorga para disfrutar de este apetitoso plato de la gastronomía leonesa, cuentan con un vino de la casa diferente que está incluido en la comida y que también es perfecto para experimentar esa sensación.

Interior de Casa Maragata I, cerca de la catedral y el palacio episcopal

Sin duda, Casa Maragata es un punto turístico más que tienes que incluir en tu ruta por León y, concretamente, por Astorga. Con dos restaurantes en la ciudad, pudiendo hacer reserva a través de su página web, cuentan con un servicio cuida cada detalle hasta el extremo y hará que te sientas verdaderamente en casa. El cocido maragato es un plato que obligatoriamente hay que probar cuando se visita esta región del norte de España, cuyos sabores, que no solo se perciben con el gusto, sino también con los otros cuatro sentidos restantes, formarán parte de los recuerdos de un inolvidable viaje en el que te sentirás un auténtico #turistaenmipaís a cada paso que des.

J.

70 minutos en el Palacio de Liria, un oasis de historia y arte en el corazón de Madrid

En el número 20 de la Calle Princesa, en los confines de la Gran Vía y la Plaza de España, se esconde uno de los monumentos más singulares y espectaculares de Madrid. Entre las verjas de los altos muros que lo rodean, se asoman entre sus barrotes multitud de curiosos que tratan de divisar, retando a los fuertes troncos de los árboles que sus miradas encuentran a su paso, la fachada de este tesoro arquitectónico. El Palacio de Liria pervive al paso del tiempo, habiendo renacido de las cenizas cual ave fénix para mostrarse ante los visitantes y privilegiados que pueden acceder a su interior desde 2019.

El Palacio de Liria no es un palacio como otro cualquiera, ya que continúa siendo una residencia llena de vida que todavía hoy sirve de vivienda para sus primitivos propietarios, los familiares de la Casa de Alba, una de las dinastías nobiliarias históricas de España cuyo origen se remonta al siglo XV. Habiendo dedicado la planta noble a la visita turística, quienes se preguntan qué hacer en Madrid, sobre todo si buscan actividades originales que se salgan de la norma, encuentran la respuesta en este auténtico monumento, una de las joyas de la corona del patrimonio histórico español.

Historia del Palacio de Liria

Una vez que los visitantes han adquirido la entrada, el guía que les acompaña durante todo el recorrido les dirigirá hasta el zaguán del palacio. Allí, con el gran escudo de la Casa de Alba representado en el suelo, y con la escalera principal que les espera para recorrer las estancias, un vídeo introductorio narra la historia del edificio, recalcando desde el primer momento que se trata de una residencia viva que mantiene su uso primitivo. Una de las primeras preguntas que se hacen los turistas es por qué se llama Palacio de Liria.

Grabado de 1870 del Palacio de Liria. Fuente: Fundación Casa de Alba

La Casa de Alba es una de las sagas nobiliarias más importantes de España principalmente por la gran cantidad de títulos que han ido acumulando a lo largo de los siglos. Uniones matrimoniales con otras familias nobles son la principal razón que les ha llevado a alcanzar esta histórica posición, así como las propiedades y bienes a ella asociados. El Ducado de Liria fue otorgado por Felipe V a James Fitz-James, hijo ilegítimo de Jacobo II de Inglaterra y primer Duque de Berwick, por su apoyo en la Guerra de Sucesión española. El segundo duque, Jacobo Fitz-James Stuart y Colón, aunque residía en París, decidió construir en 1767 una mansión en Madrid.

Bajo el diseño de Louis Guilbert y Ventura Rodríguez, se levantó todo un palacio al más puro gusto francés, rodeado de un jardín delantero y trasero, con cuatro plantas y que llegaba a hacer sombra al mismísimo y cercano Palacio Real, situado a escasas manzanas. Cuando finalizó su construcción en 1785, se convirtió en una de las residencias más admiradas del momento, tanto dentro como fuera de España, en gran parte por el alcance internacional de sus propietarios.

Retrato de la XIII Duquesa de Alba. Fuente: Fundación Casa de Alba

En 1802, la muerte sin descendencia de la XIII Duquesa de Alba, la famosa duquesa que retrató Goya, provocó que el título y todos los demás a él asociados recayeran en su sobrino-bisnieto, Carlos Miguel Fitz-James Stuart y Silva, VII Duque de Berwick y Liria, propietarios de la famosa mansión madrileña. Debido a este proceso de sucesión de derechos, el Palacio de Liria pasó a formar parte del patrimonio de la Casa de Alba, convirtiéndolo en su principal residencia.

Placa conmemorativa sobre la reconstrucción del Palacio de Liria

La historia del Palacio de Liria se quebró en 1936, al convertirle en uno de los principales objetivos de la Guerra Civil española. Afortunadamente, la colección artística de su interior fue protegida en instituciones como el Museo del Prado, el Banco de España o la Embajada del Reino Unido. Finalizada la contienda, el XVII Duque de Alba, Jacobo Fitz-James Stuart y Falcó, emprendió la reconstrucción del emblema de la Casa ducal, que renació de nuevo de entre las cenizas y los escombros. Sin embargo, la labor fue finalizada por su hija, la famosa Duquesa Cayetana, ante la muerte de su padre en 1953.

Visita interior al Palacio de Liria

Una vez narrada la historia del Palacio de Liria y de la propia familia Alba, la música clásica se activa en los audioguías y comienza el recorrido por la planta noble del edificio, dividida en diversas salas que han sido organizadas según el gusto artístico de las obras en ellas expuestas. Sin duda alguna, los amantes del arte, la pintura y la escultura tienen obligación de recorrer todas estas estancias. A través de la exposición de la multitud de obras, se va descubriendo la historia que hay detrás del edificio y de la dinastía al que pertenece. Asimismo, los más curiosos no pueden perder de vista las fotografías personales y familiares que están enmarcadas y repartidas por sus muebles y mesas. No obstante, hay que ser rápidos para observarlas, ya que la visita no se detiene para contemplarlas con detenimiento, puesto que, en el momento que finaliza el audioguía que va activando el guía acompañante, el grupo se ve obligado a continuar al siguiente espacio.

Escalera principal

La escalera principal que nace desde el zaguán en el que se explica la historia del Palacio de Liria es uno de los elementos más destacados del edificio. Sin duda, ejerce de puerta de acceso a otra época, al período del siglo XIX en el que todavía este tipo de lugares marcaban el devenir y el destino de España.

Escalera principal del Palacio de Liria. Fuente: Fundación Casa de Alba

La escalera fue modificada durante las obras llevadas a cabo por el XVII Duque de Alba y, tras recorrerla, se llega hasta un descansillo desde el que se observa una Afrodita del siglo I d. C., la pieza arqueológica más antigua del Palacio de Liria, así como retratos de miembros de la Casa Berwick. Sobresale en el friso una inscripción en latín que mandó poner el citado duque, padre de la famosa Cayetana de Alba, que se traduce por «Para los dioses inmortales, que permitieron que heredase estas cosas, no solamente para mí sino para mis descendientes».

Sala Estuardo

La Sala Estuardo es el primer espacio que se visita de la planta noble del Palacio de Liria. En ella, tal y como su nombre indica, se recuerda el pasado de la Familia Alba, emparentada con la Casa Berwick, descendientes directos de los reyes escoses, destacando el retrato de la reina María Estuardo. Gracias a este parentesco, si Escocia se independizase de Inglaterra y se formase como un reino independiente, los Alba serían algunos de los candidatos a ocupar el trono vacante. Como curiosidad, este salón fue utilizado por la reina Victoria Eugenia de Battenberg como sala de recepción cuando regresó a España para el bautizo del rey Felipe VI.

Salón Estuardo del Palacio de Liria. Fuente: Fundación Casa de Alba

Salón Flamenco

Es con el Salón Flamenco con el que los visitantes comienzan a mostrarse boquiabiertos, ya que los personajes que contemplan en los retratos que visten las paredes les son mucho más familiares que los de la familia Estuardo. En esta sala, sobresale el retrato de Carlos V y la Emperatriz Isabel que Rubens pintó sobre un original del maestro Tziano que se perdió en el incendio del Real Alcázar en 1734. Del mismo modo, también hay espacio para la pintura más costumbrista, no pudiendo perder de vista “El camino al mercado”, del mismo Tziano.

Salón Flamenco. Fuente: Fundación Casa de Alba

Sala del Gran Duque

Uno de los personajes más importantes de la saga Alba fue Fernando Álvarez de Toledo y Pimentel, el III Duque y mano derecha de Carlos V y Felipe II. Por su labor militar en numerosas batallas y conflictos militares, destacando la de Mühlberg en 1547 o poniendo a disposición de Felipe II el reino de Portugal en la crisis sucesoria, ha pasado a la historia conocido como el Gran Duque, destacando dos de sus retratos que aquí se exhiben y que, en muchas ocasiones, han ilustrado libros y manuales de historia de España.

Salón Español

Una Infanta Margarita de Velázquez, un Cristo crucificado de El Greco, la Condesa de Miranda atribuida a Pantoja de la Cruz o un Santo Domingo de Guzmán de Zurbarán se pueden encontrar en el Salón Español, la estancia dedicada a la pintura nacional. Sin duda, los amantes de la escuela española no querrán salir de este salón que podría parecerse a una sala más del Museo Nacional del Prado.

Obras del Salón Español del Palacio de Liria. Fuente: Fundación Casa de Alba

Sala Zuloaga

En la Sala Zuloaga, cuyo nombre hace referencia por el pintor que firma los retratos familiares que cuelgan de sus paredes, fue el despacho del XVII Duque de Alba y todavía conserva un espectacular escritorio de madera que perteneció al mismísimo Napoleón III, lo que sorprende gratamente a los visitantes. En ella se expone un retrato de la mediática Cayetana de Alba cuando era tan solo una niña, montana en su caballo o pony, y en el suelo de la escena se muestran los juguetes que utilizaba. Entre ellos, muchos reconocen al famoso ratón animado de orejas negras redondeadas, el más famoso de la historia y que tiene por nombre Mickey.

Salón Italiano

Con el Salón Italiano, se narra una de las aficiones más importantes de la nobleza europea del siglo XIX: el Grand Tour. Se trataba de un viaje que emprendían los jóvenes de las grandes familias de la aristocracia para conocer los pilares artísticos del Viejo Continente, considerándose el antecedente del actual turismo. Los Alba no se quedaron al margen y Carlos Miguel Fitz-James Stuart y Silva, XIV Duque de Alba y el primero tras la fusión con la casa Berwick-Liria, realizó esta travesía formativa, adquiriendo en Italia las piezas que se pueden contemplar en esta estancia, con nombres como Tziano, Perugino o la famosa tela “Marte y Venus”, de Lavinia Fontana.

Sala de Goya

El gran reclamo de la mayoría de turistas que compran la entrada del Palacio de Liria se encuentra expuesto en uno de los muros de la Sala de Goya. Se trata del famoso retrato ejecutado precisamente por este magnífico artista español en el que representó a la legendaria  XIII Duquesa de Alba, Cayetana de Silva Álvarez de Toledo.

Salón de Goya del Palacio de Liria. Fuente: Fundación Casa de Alba

Sin embargo, los visitantes tampoco pueden perder de vista en el Salón de Goya otras obras que aquí se exponen, destacando especialmente un cuadro que representa a la reina María Isabel de Braganza, segunda esposa de Fernando VII, fundadora del Museo Nacional del Prado y una de las reinas más olvidadas de nuestra historia.

Salones de Baile, de la Emperatriz y del Sueño de los Dioses

En el ala este, sobresalen las estancias dedicadas a uno de los personajes más importantes relacionadas con la Casa de Alba. Se trata de la Emperatriz Eugenia de Montija, cuya hermana mayor, Paca, se casó con el XV Duque de Alba. Cuando la soberana y consorte de Napoleón III tuvo que abandonar Francia tras el derrocamiento de la monarquía, huyó a Londres, pero una vez se quedó viuda y perdió también a su hijo, acudió al refugio de sus familiares, los Alba.

Retrato de la Emperatriz Eugenia de Montijo en el Palacio de Liria. Fuente: Fundación Casa de Alba

Eugenia de Montijo vivió en el Palacio de Liria sus últimos años de vida, siendo aquí donde precisamente falleció en 1920. Para agradecer a sus familiares el trato recibido, les legó en testamento parte de sus bienes, como una colección de porcelanas, exhibiéndose algunas de ellas en el Salón del Sueño de los Dioses. Retratos de la Emperatriz y de su hermana Paca cuelgan de los muros del Salón de Baile.

Comedor

De todas las estancias que se visitan en esta planta noble del Palacio de Liria, el comedor es la única que se mantiene en uso por parte de sus propietarios, lo que explica que no se puedan realizar pases turísticos a la hora del almuerzo. Cabe destacar la decoración de la estancia, con maravillosos tapices que representan los diferentes continentes.

Biblioteca y archivo

Una vez recorrida toda la planta noble, los visitantes se dirigen a la biblioteca y archivo de la Casa de Alba, situado en la planta baja, la del zaguán. Aunque la visita comienza a terminarse, todavía faltan por descubrir las grandes joyas documentales del patrimonio que atesora el Palacio de Liria. Rodeados de multitud de libros organizados en muebles y estanterías, tres grandes vitrinas exponen algunos de los principales tesoros de este espacio. No hay que perderse en el friso de la sala todos los escudos de los títulos nobiliarios históricamente ligados a la Casa de Alba.

Biblioteca del Palacio de Liria. Fuente: Fundación Casa de Alba

En la primera de las vitrinas, se encuentra la famosa Biblia de la Casa de Alba, una traducción castellana de principios del siglo XV bellísima iluminada y que llegó a estar en manos de la Inquisición. En este mismo expositor, también se pueden observar las capitulaciones matrimoniales del príncipe Juan de Aragón y Castilla con Margarita de Austria, y de Juana I de Castilla con el archiduque Felipe, así como la primera edición de la primera parte de El Quijote.

La Vitrina Colón es famosa por contener cartas personales del almirante, el último testamento firmado por el rey Fernando II de Aragón, El Católico, así como material cartográfico contemporáneo al Descubrimiento de América. Por último en la Vitrina Estuardo se recogen documentos vitales de la familia, como el documento por el cual Felipe V otorgó al Duque de Berwick el título de Duque de Liria.

Cómo visitar el Palacio de Liria

Para poder contemplar todos estos tesoros en primera persona, y vivir una experiencia única e inolvidable en un espacio sin igual en Madrid, hay que adquirir una entrada en la web oficial del Palacio de Liria. En ella, aparecen recogidos los horarios de apertura, así como el calendario con la disponibilidad. Es recomendable coger con antelación los ticket, como consecuencia de que la visita se realiza en grupos de 20. Se trata de una visita guiada que se realiza mediante audioguía en la que no están permitidas las fotografías, de ahí que en este artículo hayamos rescatado las que la Fundación Casa de Alba tiene publicadas en sus diferentes webs.

Fachada del Palacio de Liria

La visita al Palacio de Liria es imprescindible y obligatoria para los amantes de la historia y del arte, sobre todo para estos últimos. Descubrir todos los secretos que custodian todas sus salas en los 70 minutos que dura el recorrido te hará sentir un verdadero #turistaenmipaís. Gracias a la labor de musealización que la Fundación Casa de Alba ha llevado a cabo en la planta noble de su principal residencia, los turistas podemos disfrutar durante un espacio de tiempo de todo el patrimonio que con esmero han ido atesorando y conservando a lo largo de los siglos.

J.

El Real Monasterio de la Encarnación, una visita imprescindible en el Madrid de los Austrias

Los Austrias o Habsburgo rigieron el destino de España durante 145 años, desde el 12 de abril de 1555 en el que falleció Juana I, última reina de los Trastámara, hasta el 1 de noviembre de 1700, cuando la muerte sin descendencia de Carlos II puso en el trono a Felipe de Anjou, el V de su nombre y el primero de la Casa Borbón que continúa reinando en el país. Durante ese siglo y medio, diferentes monarcas ostentaron la Corona de Las Españas. Mayores o menores, todos ellos dejaron una huella en el patrimonio cultural español que todavía hoy se puede apreciar en muchos puntos de la geografía.

En Madrid, una de las zonas turísticas más concurridas por los turistas que visitan la capital de España es la de los Austrias. Gracias a ellos, la villa se convirtió en Corte y centro de todos sus dominios, dejando una herencia patrimonial que se puede apreciar en muchos monumentos de la ciudad. Uno de ellos es precisamente el protagonista de este artículo, el Real Monasterio de la Encarnación. Fue fundado por la reina Margarita de Austria, consorte de Felipe III, quien lo inauguró el 2 de julio de 1616, cuando comenzó una historia que todavía hoy se sigue escribiendo. ¿Vienes a descubrir los secretos de este madrileño cenobio?

Historia del Monasterio de la Encarnación de Madrid

Uno de los hechos más trascendentales del siglo XVII fue el motivo por el cual se llevó a cabo la fundación del Real Monasterio de la Encarnación. La expulsión de los moriscos se produjo al comienzo del reinado de Felipe III, siendo también una de las medidas más controvertidas de todo su gobierno. En un momento en el que la monarquía hispánica se definía por su catolicismo más extremo, este acontecimiento fue celebrado precisamente con la constitución de un nuevo cenobio en la Corte, en Madrid. En 1611, se emprendía la construcción de este complejo religioso en la muy noble y muy leal villa que tenía por advocación la Encarnación de la Virgen María.

Retrato ecuestre de Felipe III. Fuente: Museo Nacional del Prado

Margarita de Austria, reina fundadora

Margarita de Austria fue la reina y consorte de Felipe III, con quien llegó a tener ocho hijos, aunque no todos llegaron a la edad adulta. Los historiadores coinciden en que era una mujer profundamente religiosa, defensora del dogma del Catolicismo y abanderada del espíritu de la Contrarreforma. Además, también tuvo un papel muy activo en la vida política de la época, llegando a enfrentarse al propio valido del rey, el famoso Duque de Lerma. Precisamente, debido a él se trasladó la capitalidad del reino de Las Españas de Madrid a Valladolid entre 1601 y 1606.

Retrato de Margarita de Austria. Fuente: Museo Nacional del Prado

Fue precisamente en Valladolid donde la reina Margarita de Austria, desposada con su primo segundo y monarca español en 1599, entró en contacto con la comunidad de agustinas descalzas, quedando impresionada con su instituto. Tras prometer que si sucedía la feliz noticia de la expulsión de los moriscos de Las Españas levantaría un convento dedicado al Misterio de la Encarnación, mandó venir a Madrid desde Valladolid el 20 de enero de 1611 a cuatro monjas de esta orden para que dieran paso a la fundación del nuevo monasterio, siendo la Madre Mariana de San José la primera priora.

La construcción del monasterio

El 10 de junio de 1611, se colocó la primera piedra del Real Monasterio de la Encarnación. Madrid se vistió de gala, ya que la Familia Real al completo acudió al acto, que contó con la presencia del Cardenal Bernardo de Sandoval. La propia reina Margarita había escogido al arquitecto que debía encargarse del proyecto, decantándose por fray Alberto de la Madre de Dios. Sobre la ubicación del edificio, se decantó por unos terrenos que la Corona compró a los Marqueses de Pozas, junto al Real Alcázar y el Colegio de Doña María de Aragón, fundado en 1590 y actualmente parte del Palacio del Senado.

Fachada de la iglesia del Monasterio de la Encarnación de Madrid. Fuente: Alfa y Omega

Mientras se construía el monasterio, las monjas que lo iban a regentar y llegadas desde Valladolid residieron en el Real Monasterio de Santa Isabel, que había sido fundado en 1595 por Isabel Clara Eugenia, hija de Felipe II. Las obras finalizaron en 1616, pero su fundadora no pudo ver terminado su gran proyecto arquitectónico, ya que falleció en el palacio del Monasterio de El Escorial el 3 de octubre de 1611 tras complicaciones en el parto de su último hijo.

El 28 de junio de 1616 se consagró el altar mayor y unos días más tarde, concretamente el 2 de julio, coincidiendo con la festividad de la advocación del monasterio, la Encarnación, las monjas tomaron posesión del cenobio y se celebró la gran fiesta de inauguración. Siempre fue un monasterio muy vinculado a la Familia Real, destacando que su cercanía con el Alcázar y posteriormente el Palacio Real permitieron acoger también funerales solemnes de la Familia Real entre los siglos XVII y XVIII.

El pasadizo de la Encarnación

Una de las grandes curiosidades de la construcción del Real Monasterio de la Encarnación de Madrid fue la unión del complejo monacal directamente con el antiguo Real Alcázar, que se situaba en el mismo lugar que actualmente ocupa el Palacio Real. A través de un pasadizo, los reyes podían acudir directamente hasta el cercano cenobio. Sin embargo, no era un simple lugar de paso, ya que en tiempos de Felipe IV sus paredes llegaron a estar vestidas con obras de Velázquez.

Monasterio de la Encarnación de Madrid. Fuente: Patrimonio Nacional

El incendio que destruyó el Real Alcázar en la Nochebuena de 1734 también afectó al pasadizo de la Encarnación, provocando que ya no estuviera conectado con el futuro Palacio Real. Felipe V utilizó este espacio para ubicar en él la Real Biblioteca que había fundado o incluso acogió reuniones durante más de treinta años de la Real Academia de la Historia. No obstante, la remodelación de la actual Plaza de Oriente, llevada a cabo en el brevísimo reinado de José Bonaparte, puso fin a la historia de este curioso secreto del Real Monasterio de la Encarnación de Madrid. Precisamente, en una verja de la entrada el rey francés se encontró con un gato muerto y la siguiente inscripción: Rey tuerto, como no líes el hato, muy pronto te verás como este gato. Con ello, se demostraba el inmenso cariño que los madrileños sentía por su impuesto monarca.

Declive del monasterio

El gran sueño de la reina Margarita de Austria permaneció prácticamente intacto hasta finales del siglo XIX. Los procesos de desamortización eclesiástica también afectaron a esta impresionante fundación real, teniendo que abandonar las monjas su clausura en 1842. Parte del complejo fue demolido, conservando solo la iglesia, el claustro y parte de las habitaciones. Sin embargo, cinco años más tarde sus primitivas moradoras regresaron a su monasterio, llevando a cabo una reconstrucción de lo perdido, aunque sin recuperar el esplendor del siglo XVII. En la década de 1960, fue abierto al público, perteneciendo actualmente a la red de palacios, jardines y monasterios de Patrimonio Nacional.

Visita el Monasterio de la Encarnación

Una vez descubierta la historia que hay detrás de este importante monasterio, es momento de descubrir todo lo que espera a los visitantes cuando se decanten por organizar una visita a su interior. Lo primero con lo que se encuentran es la fachada de la iglesia, una auténtica joya de la arquitectura barroca madrileña cuyo austero diseño, únicamente roto por los dos escudos reales de la reina fundadora y la Anunciación que preside la escena, sirvió de inspiración a otras iglesias construidas en la Castilla de aquel momento.

Interior del Real Monasterio de la Encarnación. Fuente: Patrimonio Nacional

Patrimonio Nacional lleva a cabo una visita por las estancias más importantes del Monasterio de la Encarnación. Destacan especialmente las diversas obras de arte que el visitante se va encontrando a su paso, tanto de pintura como de escultura. En este último caso, sobresalen las dos magníficas piezas de Gregorio Fernández, un Yacente y un Cristo Atado a la Columna. Del mismo modo, durante las diversas salas se pueden contemplar retratos de varios miembros de la Casa de Austria, protagonistas y eternos protectores de este complejo.

Relicario del Real Monasterio de la Encarnación. Fuente: Patrimonio Nacional

El espacio más interesante de todos es el Relicario. Muchos turistas se acercan única y exclusivamente a contemplar este rincón del Monasterio de la Encarnación. Conserva más de 700 piezas religiosas de santos o mártires. Cabe destacar la ampolla de la sangre de San Pataleón, que milagrosamente se licua cada 27 de julio, volviendo posteriormente a su estado sólido que conserva el resto del año.

Conjunto Histórico del Palacio Real de Madrid

El Palacio Real no se entendería sin las Descalzas Reales o el Monasterio de la Encarnación. Descubre en este free tour los secretos de este paisaje histórico de la capital

Sin duda, descubrir la historia del Real Monasterio de la Encarnación es realizar un paseo también por el pasado del conjunto del país, al ser un monasterio que marcó el paso de los años durante el reinado de los Austrias Menores. La visita a este complejo, que comienza en la portería reglar que hace las veces de puerta del tiempo, te hará sentir un verdadero #turistaenmipaís. Si quieres conocer más secretos y curiosidades de este monasterio, así como del resto de sitios reales cercanos a él, no lo dudes y reserva tu plaza en el free tour Conjunto Histórico del Palacio Real.

J.

REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS

BIBLIOTECA NACIONAL (2020). De pasadizo a palacio: El pasadizo de la Encarnación [archivo PDF]. Recuperado de: http://www.bne.es/export/sites/BNWEB1/es/Micrositios/Exposiciones/PasadizoPalacio/resources/docs/PasadizoEncarnacion.pdf

BUSTAMANTE GARCÍA, A. (1975). Los artífices del Real Convento de la Encarnación, de Madrid. Boletín del Seminario de Estudios de Arte y Arqueología: BSAA (40-41), pp. 369-388. Recuperado de: https://dialnet.unirioja.es/descarga/articulo/2701322.pdf

La Isabela, un Real Sitio sumergido bajo las aguas en la provincia de Guadalajara

Cuando hablamos de la desaparición del patrimonio cultural que hemos heredado del pasado, no solo hay que tener en cuenta los procesos de desamortización del siglo XIX. Hay otra gran cantidad de factores que han provocado que hayamos ido perdiendo paulatinamente bienes patrimoniales para, o bien ser reemplazados por otros, o construir sobre ellos nuevas edificaciones con usos totalmente diferentes. El Patrimonio Inmueble de la Corona no supone una excepción en lo que a desaparición de patrimonio se refiere.

El Real Sitio de La Isabela, situado en los confines de la provincia de Guadalajara, es uno de los ejemplos más destacados, al tiempo que desconocidos, de la pérdida de patrimonio real. A pesar de contar con antecedentes previos, realmente fue promovido por Fernando VII y su segunda esposa, pero alcanzó su máximo apogeo en el reinado de su hija, Isabel II. La Monarquía del siglo XIX se sirvió de este espacio como lugar de retiro y recreo, al igual que hacían con otros Reales Sitios, véase La Granja de San Ildefonso. Hoy en día, sus cimientos sobreviven sumergidos bajo las aguas del pantano de Buendía.

Historia del Real Sitio de La Isabela

A la hora de revisar la historia del antiguo Real Sitio de La Isabela, hay que remontarse siglos atrás. Concretamente, al período en que España era Hispania y la geografía ibérica formaba parte del Imperio Romano. En Cañaveruelas, Cuenca, se conservan las ruinas de la ciudad romana de Ercávica, que estuvo activa hasta el siglo IX. Todo apunta a que en el margen del río Guadiela, afluente del Tajo, levantaron unas termas con las que aprovechar los beneficios medicinales de estas aguas. Los árabes también hicieron uso de estas pozas, a las que nombraron como “Salam-bir”.

Ruinas de la ciudad romana de Ercávica. Fuente: Portal de Cultura de Castilla-La Mancha

Los manantiales de aguas termales de esta zona de la cuenca del Tajo no solo fueron explotados por romanos y árabes. A comienzos del siglo XVI, la leyenda atribuye una visita del Gran Capitán, Gonzalo Fernández de Córdoba, que sirvió a los intereses de los Reyes Católicos, quien en 1512 curó su reuma artrítico en la entonces conocida como Fuente María. Gracias a este militar, se dieron a conocer los que con el tiempo llegaron a ser conocidos como Baños de Sacedón, por el municipio en el que se encontraban, el cual se independizó de Huete en 1553.

De Baños de Sacedón a Real Sitio

En 1666, la reina regente Mariana de Austria, madre de Carlos II, el último monarca de los Habsburgo que sostuvo la corona española, probó las aguas de este rincón de Guadalajara. Tal fue el efecto positivo que tuvieron en ella, algo que ya había dictaminado también el Arzobispo de Toledo en 1600, que ordenó construir una hospedería y palacio para alojar a la Familia Real, siendo finalizadas las obras en 1676. La reina había acudido hasta este retiro termal por recomendación del médico de la Casa Real, Fernando Infante, quien publicó, junto con Juan Torre y Valcárcel, un informe sobre estas aguas, “Teatro de la salud y Baños de Sacedón”.

La reina y regente Mariana de Austria, por Diego Velázquez. Fuente: Museo Nacional del Prado

El paso del tiempo y las guerras provocaron que el palacio y la hospedería construidos en tiempos de Mariana de Austria estuvieran arruinados en el siglo XVIII. Sin embargo, fue reedificado por el infante Antonio de Borbón, hermano de Carlos IV, en 1791, que levantó a sus expensas un nuevo palacete. El 9 de septiembre de 1802, el Consejo de Castilla aprobó las ordenanzas para el gobierno de los baños y aguas termales del Real Sitio de Sacedón, a fin de mejorar el enclave.

La creación de La Isabela

Fernando VII nombró a su tío, el infante Antonio de Borbón, “Protector de los Baños de Sacedón”. Él fue realmente el precursor de este Real Sitio. El rey y su segunda esposa, María Isabel de Braganza, lo visitaron en 1816 y un año después falleció el infante. Fue entonces cuando, por interés e insistencia de la reina, Fernando VII llevó a cabo una serie de reformas que convirtieron este paraje en un verdadero Real Sitio, dirigidas por el arquitecto Antonio López Agudo. Se planificó también la construcción de una pequeña ciudad planificada alrededor del palacio, balneario y jardines, como en su momento se hizo en tiempos de los primeros Borbones en otros Reales Sitios.

Real Sitio de La Isabela, por Fernando Brambila. Fuente: Colecciones Reales

Las obras finalizaron en 1826, y el 25 de enero de ese mismo año el rey Fernando VII confirmó la condición de Real Sitio a este nuevo paraje bajo el nombre de La Isabela, en honor a su precursora, la reina María Isabel de Braganza. El monarca y sus dos sucesivas esposas lo visitaron en varias ocasiones. De hecho, la reina María Cristina, a la muerte del monarca, siguió frecuentando el palacio y balneario junto a su hija, Isabel II. No obstante, el desinterés por el Real Sitio de la Isabela y la preferencia por las escapadas al mar provocaron que fuera enajenado del Patrimonio Real en 1865, saliendo a subasta público cuatro años después.

Un Real Sitio para turistas

En el momento en el que dejó de ser un bien privativo de la Corona, el antiguo Real Sitio de La Isabela se convirtió en un foco de turistas, burgueses adinerados de finales del siglo XIX que se vieron interesados por sus aguas, siguiendo así la tendencia de los primeros pasos del turismo que estaban dándose en el resto de Europa. En 1878, se contabilizaron casi un millar de bañistas que acudieron interesados por las propiedades curativas de estas aguas. Se trata de uno de los primeros establecimientos balneario de esta magnitud en España.

Fachada del Balneario de La Isabela. Fuente: La Vanguardia

La desaparición de La Isabela

El último propietario de La Isabela fue el Marqués Benigno de la Vega-Inclán, primer Comisario de Turismo de la historia de España y cuya labor fue fundamental para que España comenzara a situarse en el mapa turístico de comienzos del siglo XX. Adquirió los baños en 1930, con la intención de recuperar el que consideraba “uno de los dominios hidrológicos medicinales más interesantes y quizás de mayor porvenir en España”. Sin embargo, el gobierno de la Segunda República ya puso sus miras en ellos en 1931, pero con un fin bien distinto: utilizar el espacio para construir un pantano.

Embalse de Buendía. Fuente: Castilla-La Mancha Film Commission

Los planes del gobierno republicano y los del Marqués de la Vega-Inclán se vieron truncados por el estallido de la Guerra Civil. Durante este período, el antiguo Real Sitio de La Isabela fue utilizado como cuartel y hospital para enfermos mentales. Cada vez estaba quedaba más lejos el sueño del marqués, a pesar de que el propio doctor Gregorio Marañón alabase las posibilidades de explotar para el turismo de salud este balneario.

Estatua de La Mariblanca, procedente de La Isabela. Fuente: Wikimedia

En 1940, falleció el Marqués de la Vega-Inclán y sus propiedades pasaron a ser propiedad del Estado, que finalmente aprobó la creación del embalse. En 1957, La Isabela quedó sumergida bajo las aguas del Embalse de Buendía, poniendo un punto y final a su historia. La escultura de La Mariblanca, situada en la Plaza de Abajo de Sacedón, es uno de los vestigios que se salvaron y recuerdan a este Real Sitio.

Patrimonio reaparecido en sequía

Si el agua fue la fuente de vida del antiguo Real Sitio de La Isabela, también lo fue de su desaparición tras la construcción del embalse que lo condenó a la destrucción. Como si de la romántica Atlántida se tratase, este palacio, balneario y ciudad palatina quedó sumergido para siempre. Sin embargo, los meses estivales de sequía, es posible volver a contemplar las ruinas y cimientos de lo que un día fue. Es en estos momentos en los que este Real Sitio se convierte en patrimonio reaparecido, al igual que hemos hecho hoy recordándolo en este artículo.

Ruinas del Real Sitio de La Isabela durante un período de sequía. Fuente: ENCLM

De no haberse enajenado y separado del patrimonio de la Corona, el Real Sitio de La Isabela sería hoy en día otro de los puntos turísticos más interesantes de España, junto con Aranjuez, La Granja de San Ildefonso, El Escorial y El Pardo. Situado a algo más de 100 kilómetros de la capital, Madrid, la Corte que un día fue, La Isabela también nos habría hecho sentir unos auténticos #turistaenmipaís con una visita a su palacio, balneario y jardines.

J.

REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS

AGUADO PINTOR, A. (2002). La Isabela, un nuevo Real Sitio para los monarcas del siglo XIX. Espacio, Tiempo y Forma, Serie VII (15), pp. 229-254. Recuperado de: http://revistas.uned.es/index.php/ETFVII/article/view/2400/2273

GARCÍA DE PAZ, J. L. (2003).Patrimonio desaparecido de Guadalajara: una guía para conocerlo y evocarlo. Guadalajara: AACHE