En el número 20 de la Calle Princesa, en los confines de la Gran Vía y la Plaza de España, se esconde uno de los monumentos más singulares y espectaculares de Madrid. Entre las verjas de los altos muros que lo rodean, se asoman entre sus barrotes multitud de curiosos que tratan de divisar, retando a los fuertes troncos de los árboles que sus miradas encuentran a su paso, la fachada de este tesoro arquitectónico. El Palacio de Liria pervive al paso del tiempo, habiendo renacido de las cenizas cual ave fénix para mostrarse ante los visitantes y privilegiados que pueden acceder a su interior desde 2019.
El Palacio de Liria no es un palacio como otro cualquiera, ya que continúa siendo una residencia llena de vida que todavía hoy sirve de vivienda para sus primitivos propietarios, los familiares de la Casa de Alba, una de las dinastías nobiliarias históricas de España cuyo origen se remonta al siglo XV. Habiendo dedicado la planta noble a la visita turística, quienes se preguntan qué hacer en Madrid, sobre todo si buscan actividades originales que se salgan de la norma, encuentran la respuesta en este auténtico monumento, una de las joyas de la corona del patrimonio histórico español.
Historia del Palacio de Liria
Una vez que los visitantes han adquirido la entrada, el guía que les acompaña durante todo el recorrido les dirigirá hasta el zaguán del palacio. Allí, con el gran escudo de la Casa de Alba representado en el suelo, y con la escalera principal que les espera para recorrer las estancias, un vídeo introductorio narra la historia del edificio, recalcando desde el primer momento que se trata de una residencia viva que mantiene su uso primitivo. Una de las primeras preguntas que se hacen los turistas es por qué se llama Palacio de Liria.

La Casa de Alba es una de las sagas nobiliarias más importantes de España principalmente por la gran cantidad de títulos que han ido acumulando a lo largo de los siglos. Uniones matrimoniales con otras familias nobles son la principal razón que les ha llevado a alcanzar esta histórica posición, así como las propiedades y bienes a ella asociados. El Ducado de Liria fue otorgado por Felipe V a James Fitz-James, hijo ilegítimo de Jacobo II de Inglaterra y primer Duque de Berwick, por su apoyo en la Guerra de Sucesión española. El segundo duque, Jacobo Fitz-James Stuart y Colón, aunque residía en París, decidió construir en 1767 una mansión en Madrid.
Bajo el diseño de Louis Guilbert y Ventura Rodríguez, se levantó todo un palacio al más puro gusto francés, rodeado de un jardín delantero y trasero, con cuatro plantas y que llegaba a hacer sombra al mismísimo y cercano Palacio Real, situado a escasas manzanas. Cuando finalizó su construcción en 1785, se convirtió en una de las residencias más admiradas del momento, tanto dentro como fuera de España, en gran parte por el alcance internacional de sus propietarios.

En 1802, la muerte sin descendencia de la XIII Duquesa de Alba, la famosa duquesa que retrató Goya, provocó que el título y todos los demás a él asociados recayeran en su sobrino-bisnieto, Carlos Miguel Fitz-James Stuart y Silva, VII Duque de Berwick y Liria, propietarios de la famosa mansión madrileña. Debido a este proceso de sucesión de derechos, el Palacio de Liria pasó a formar parte del patrimonio de la Casa de Alba, convirtiéndolo en su principal residencia.

La historia del Palacio de Liria se quebró en 1936, al convertirle en uno de los principales objetivos de la Guerra Civil española. Afortunadamente, la colección artística de su interior fue protegida en instituciones como el Museo del Prado, el Banco de España o la Embajada del Reino Unido. Finalizada la contienda, el XVII Duque de Alba, Jacobo Fitz-James Stuart y Falcó, emprendió la reconstrucción del emblema de la Casa ducal, que renació de nuevo de entre las cenizas y los escombros. Sin embargo, la labor fue finalizada por su hija, la famosa Duquesa Cayetana, ante la muerte de su padre en 1953.
Visita interior al Palacio de Liria
Una vez narrada la historia del Palacio de Liria y de la propia familia Alba, la música clásica se activa en los audioguías y comienza el recorrido por la planta noble del edificio, dividida en diversas salas que han sido organizadas según el gusto artístico de las obras en ellas expuestas. Sin duda alguna, los amantes del arte, la pintura y la escultura tienen obligación de recorrer todas estas estancias. A través de la exposición de la multitud de obras, se va descubriendo la historia que hay detrás del edificio y de la dinastía al que pertenece. Asimismo, los más curiosos no pueden perder de vista las fotografías personales y familiares que están enmarcadas y repartidas por sus muebles y mesas. No obstante, hay que ser rápidos para observarlas, ya que la visita no se detiene para contemplarlas con detenimiento, puesto que, en el momento que finaliza el audioguía que va activando el guía acompañante, el grupo se ve obligado a continuar al siguiente espacio.
Escalera principal
La escalera principal que nace desde el zaguán en el que se explica la historia del Palacio de Liria es uno de los elementos más destacados del edificio. Sin duda, ejerce de puerta de acceso a otra época, al período del siglo XIX en el que todavía este tipo de lugares marcaban el devenir y el destino de España.

La escalera fue modificada durante las obras llevadas a cabo por el XVII Duque de Alba y, tras recorrerla, se llega hasta un descansillo desde el que se observa una Afrodita del siglo I d. C., la pieza arqueológica más antigua del Palacio de Liria, así como retratos de miembros de la Casa Berwick. Sobresale en el friso una inscripción en latín que mandó poner el citado duque, padre de la famosa Cayetana de Alba, que se traduce por «Para los dioses inmortales, que permitieron que heredase estas cosas, no solamente para mí sino para mis descendientes».
Sala Estuardo
La Sala Estuardo es el primer espacio que se visita de la planta noble del Palacio de Liria. En ella, tal y como su nombre indica, se recuerda el pasado de la Familia Alba, emparentada con la Casa Berwick, descendientes directos de los reyes escoses, destacando el retrato de la reina María Estuardo. Gracias a este parentesco, si Escocia se independizase de Inglaterra y se formase como un reino independiente, los Alba serían algunos de los candidatos a ocupar el trono vacante. Como curiosidad, este salón fue utilizado por la reina Victoria Eugenia de Battenberg como sala de recepción cuando regresó a España para el bautizo del rey Felipe VI.

Salón Flamenco
Es con el Salón Flamenco con el que los visitantes comienzan a mostrarse boquiabiertos, ya que los personajes que contemplan en los retratos que visten las paredes les son mucho más familiares que los de la familia Estuardo. En esta sala, sobresale el retrato de Carlos V y la Emperatriz Isabel que Rubens pintó sobre un original del maestro Tziano que se perdió en el incendio del Real Alcázar en 1734. Del mismo modo, también hay espacio para la pintura más costumbrista, no pudiendo perder de vista “El camino al mercado”, del mismo Tziano.

Sala del Gran Duque
Uno de los personajes más importantes de la saga Alba fue Fernando Álvarez de Toledo y Pimentel, el III Duque y mano derecha de Carlos V y Felipe II. Por su labor militar en numerosas batallas y conflictos militares, destacando la de Mühlberg en 1547 o poniendo a disposición de Felipe II el reino de Portugal en la crisis sucesoria, ha pasado a la historia conocido como el Gran Duque, destacando dos de sus retratos que aquí se exhiben y que, en muchas ocasiones, han ilustrado libros y manuales de historia de España.
Salón Español
Una Infanta Margarita de Velázquez, un Cristo crucificado de El Greco, la Condesa de Miranda atribuida a Pantoja de la Cruz o un Santo Domingo de Guzmán de Zurbarán se pueden encontrar en el Salón Español, la estancia dedicada a la pintura nacional. Sin duda, los amantes de la escuela española no querrán salir de este salón que podría parecerse a una sala más del Museo Nacional del Prado.

Sala Zuloaga
En la Sala Zuloaga, cuyo nombre hace referencia por el pintor que firma los retratos familiares que cuelgan de sus paredes, fue el despacho del XVII Duque de Alba y todavía conserva un espectacular escritorio de madera que perteneció al mismísimo Napoleón III, lo que sorprende gratamente a los visitantes. En ella se expone un retrato de la mediática Cayetana de Alba cuando era tan solo una niña, montana en su caballo o pony, y en el suelo de la escena se muestran los juguetes que utilizaba. Entre ellos, muchos reconocen al famoso ratón animado de orejas negras redondeadas, el más famoso de la historia y que tiene por nombre Mickey.
Salón Italiano
Con el Salón Italiano, se narra una de las aficiones más importantes de la nobleza europea del siglo XIX: el Grand Tour. Se trataba de un viaje que emprendían los jóvenes de las grandes familias de la aristocracia para conocer los pilares artísticos del Viejo Continente, considerándose el antecedente del actual turismo. Los Alba no se quedaron al margen y Carlos Miguel Fitz-James Stuart y Silva, XIV Duque de Alba y el primero tras la fusión con la casa Berwick-Liria, realizó esta travesía formativa, adquiriendo en Italia las piezas que se pueden contemplar en esta estancia, con nombres como Tziano, Perugino o la famosa tela “Marte y Venus”, de Lavinia Fontana.
Sala de Goya
El gran reclamo de la mayoría de turistas que compran la entrada del Palacio de Liria se encuentra expuesto en uno de los muros de la Sala de Goya. Se trata del famoso retrato ejecutado precisamente por este magnífico artista español en el que representó a la legendaria XIII Duquesa de Alba, Cayetana de Silva Álvarez de Toledo.

Sin embargo, los visitantes tampoco pueden perder de vista en el Salón de Goya otras obras que aquí se exponen, destacando especialmente un cuadro que representa a la reina María Isabel de Braganza, segunda esposa de Fernando VII, fundadora del Museo Nacional del Prado y una de las reinas más olvidadas de nuestra historia.
Salones de Baile, de la Emperatriz y del Sueño de los Dioses
En el ala este, sobresalen las estancias dedicadas a uno de los personajes más importantes relacionadas con la Casa de Alba. Se trata de la Emperatriz Eugenia de Montija, cuya hermana mayor, Paca, se casó con el XV Duque de Alba. Cuando la soberana y consorte de Napoleón III tuvo que abandonar Francia tras el derrocamiento de la monarquía, huyó a Londres, pero una vez se quedó viuda y perdió también a su hijo, acudió al refugio de sus familiares, los Alba.

Eugenia de Montijo vivió en el Palacio de Liria sus últimos años de vida, siendo aquí donde precisamente falleció en 1920. Para agradecer a sus familiares el trato recibido, les legó en testamento parte de sus bienes, como una colección de porcelanas, exhibiéndose algunas de ellas en el Salón del Sueño de los Dioses. Retratos de la Emperatriz y de su hermana Paca cuelgan de los muros del Salón de Baile.
Comedor
De todas las estancias que se visitan en esta planta noble del Palacio de Liria, el comedor es la única que se mantiene en uso por parte de sus propietarios, lo que explica que no se puedan realizar pases turísticos a la hora del almuerzo. Cabe destacar la decoración de la estancia, con maravillosos tapices que representan los diferentes continentes.
Biblioteca y archivo
Una vez recorrida toda la planta noble, los visitantes se dirigen a la biblioteca y archivo de la Casa de Alba, situado en la planta baja, la del zaguán. Aunque la visita comienza a terminarse, todavía faltan por descubrir las grandes joyas documentales del patrimonio que atesora el Palacio de Liria. Rodeados de multitud de libros organizados en muebles y estanterías, tres grandes vitrinas exponen algunos de los principales tesoros de este espacio. No hay que perderse en el friso de la sala todos los escudos de los títulos nobiliarios históricamente ligados a la Casa de Alba.

En la primera de las vitrinas, se encuentra la famosa Biblia de la Casa de Alba, una traducción castellana de principios del siglo XV bellísima iluminada y que llegó a estar en manos de la Inquisición. En este mismo expositor, también se pueden observar las capitulaciones matrimoniales del príncipe Juan de Aragón y Castilla con Margarita de Austria, y de Juana I de Castilla con el archiduque Felipe, así como la primera edición de la primera parte de El Quijote.
La Vitrina Colón es famosa por contener cartas personales del almirante, el último testamento firmado por el rey Fernando II de Aragón, El Católico, así como material cartográfico contemporáneo al Descubrimiento de América. Por último en la Vitrina Estuardo se recogen documentos vitales de la familia, como el documento por el cual Felipe V otorgó al Duque de Berwick el título de Duque de Liria.
Cómo visitar el Palacio de Liria
Para poder contemplar todos estos tesoros en primera persona, y vivir una experiencia única e inolvidable en un espacio sin igual en Madrid, hay que adquirir una entrada en la web oficial del Palacio de Liria. En ella, aparecen recogidos los horarios de apertura, así como el calendario con la disponibilidad. Es recomendable coger con antelación los ticket, como consecuencia de que la visita se realiza en grupos de 20. Se trata de una visita guiada que se realiza mediante audioguía en la que no están permitidas las fotografías, de ahí que en este artículo hayamos rescatado las que la Fundación Casa de Alba tiene publicadas en sus diferentes webs.

La visita al Palacio de Liria es imprescindible y obligatoria para los amantes de la historia y del arte, sobre todo para estos últimos. Descubrir todos los secretos que custodian todas sus salas en los 70 minutos que dura el recorrido te hará sentir un verdadero #turistaenmipaís. Gracias a la labor de musealización que la Fundación Casa de Alba ha llevado a cabo en la planta noble de su principal residencia, los turistas podemos disfrutar durante un espacio de tiempo de todo el patrimonio que con esmero han ido atesorando y conservando a lo largo de los siglos.
J.
Un comentario en “70 minutos en el Palacio de Liria, un oasis de historia y arte en el corazón de Madrid”