‘El Prado en femenino’, el itinerario que rescata la memoria de las promotoras artísticas del museo

«Las mujeres patronas de las artes han sido víctimas de un particular tipo de muerte: el olvido», escribe Noelia García Pérez en su libro ‘Miradas de mujeres’. La autora, que es profesora de Historia del Arte en la Universidad de Murcia y una de las impulsoras de ‘Arte, poder y género’, es una de las responsables de ‘El Prado en femenino’, el gran itinerario del Museo Nacional del Prado para los primeros meses de 2023 y cuya principal finalidad es recuperar la memoria de Isabel I de Castilla, María de Hungría o Isabel Clara Eugenia, entre otras. Todas ellas son conocidas por ser grandes personajes femeninos de la realeza europea que contaron con un activo papel en un mundo político dirigido por hombres, pero también fueron mujeres que tuvieron una especial sensibilidad por el arte.

Sin saberlo, las mujeres que marcaron la historia española del siglo XVI son las principales promotoras de buena parte de la colección artística de una de las instituciones culturales más importantes del mundo: el Museo Nacional del Prado. Su fundación, llevada a cabo en 1819, corrió a cargo precisamente también de una mujer, María Isabel de Braganza, Reina consorte de España por su matrimonio con Fernando VII; además, a la muerte del Rey, su hija y sucesora, la Reina Isabel II, consiguió que la colección del entonces Real Museo de Pintura y Escultura permaneciera reunida y no se dispersara. Por tanto, los visitantes se encuentran ante un museo de claro acento femenino, ahora todavía más latente gracias a su último gran proyecto expositivo.

‘María Isabel de Braganza como fundadora del Museo del Prado’. Fuente: Museo Nacional del Prado

El itinerario ‘El Prado en femenino’, que podrá seguirse hasta el 9 de abril de 2023, propone un recorrido alternativo por la colección permanente del Museo Nacional del Prado para destacar el importante papel que han jugado las mujeres de la realeza española en la formación de la misma. El proyecto abarca el período de 1451, año del nacimiento de la Reina Isabel ‘La Católica’, hasta 1633, momento en que se produjo el fallecimiento de Isabel Clara Eugenia, Gobernadora de los Países Bajos y tataranieta de la anterior. Por tanto, el hilo dinástico se centra en las representantes femeninas de la Casa de Austria, dejando la puerta abierta a ampliarlo en un futuro para rescatar también la huella que dejaron las mujeres Borbón en la colección del museo.

Así es ‘El Prado en femenino’

Un total de 32 obras del Museo Nacional del Prado conforman el itinerario ‘El Prado en femenino’, que se divide en tres secciones: ‘Promotoras artísticas’ (salas 55 y 56), ‘María de Hungría’ e ‘Isabel Clara Eugenia’ . El recorrido comienza con un retrato anónimo de Isabel I de Castilla, quien sintió una especial debilidad por el arte a lo largo de su vida. Además de considerarlo un instrumento perfecto al servicio de la política y de su profunda religiosidad, la Reina Católica, que vivió a caballo entre el período medieval y el Renacimiento, supo valorar la estética de la obra en sí misma.

Sala 56 del Museo del Prado durante ‘El Prado en femenino’. Fuente: RTVE

La Reina Isabel se encuentra acompañada en la sala 56 de otros retratos de mujeres de la Dinastía Habsburgo que no solo fueron grandes gobernadoras, regentes o consortes, ya que el siglo XVI estuvo marcado por el control femenino en las cortes europeas, sino que también heredaron de su antepasada esa pasión por el arte. Por ejemplo, sobresale el busto de María de Hungría realizado por los Leoni, quien envió al pintor Antonio Moro a retratar a algunos familiares, como su hermana Catalina, dando lugar a obras que precisamente hoy en día atesora el Museo del Prado. Aprovechando la presencia del maestro en Portugal, se le encargaron más trabajos, beneficiando así al intercambio no solo de piezas artísticas, sino también de autores.

En cuanto a la propia Catalina de Austria, que fue Reina consorte de Portugal por su matrimonio con Juan III en 1525 y cuyo retrato también se expone en la sala 56, destacó en el mundo del coleccionismo por ser la primera persona que instaló en la península Ibérica una Cámara de las Maravillas, mucho antes de que lo hiciera su sobrino, Felipe II. En ella reunía objetos exóticos procedentes de los territorios lusos en Asia que posteriormente también regalaba a otros miembros de su familia, dando lugar nuevamente a ese intercambio cultural.

Retrato de la Reina Catalina de Austria firmado por Antonio Moro. Fuente: Museo Nacional del Prado

Otro de los nombres femeninos que también destacan en el itinerario es el de Juana de Austria, Princesa viuda de Portugal y cuya labor de mecenazgo artístico pervive todavía en el Monasterio de las Descalzas Reales, en Madrid. Gracias a ella todavía se conversan grandes obras de, entre otros, Alonso Sánchez Coello, a quien encargó una gran cantidad de retratos familiares con los que demostrar también el poder de su Dinastía a todos aquellos que los contemplasen. Actualmente, todas estas joyas del arte siguen sobrecogiendo a quienes se adentran en el histórico convento.

María de Hungría e Isabel Clara Eugenia

En ocasiones, los visitantes pasean por las diferentes salas del Museo Nacional del Prado sin percatarse que algunas de sus obras más importantes son fruto de un patronazgo femenino y que, de no haber sido encargadas o adquiridas por aquellas mujeres, hoy en día esta institución cultural no sería lo que es. Por ello, el itinerario de ‘El Prado en femenino’ se presenta realmente como un acto de justicia para poder poner en valor que estas obras maestras de la Historia del Arte tienen un sello femenino, ya se trate de piezas mitológicas y devocionales, o retratos realizados con una clara intención política. María de Hungría e Isabel Clara Eugenia son las dos principales mujeres de este patronazgo.

Respecto de María de Hungría, es una de las figuras políticas más importantes del siglo XVI. Hermana de los emperadores Carlos V y Fernando I de Habsburgo, la hija de Juana I de Castilla fue Reina de Hungría entre 1521-1526 gracias a su matrimonio con Luis II de Hungría. Posteriormente ocupó el cargo de Gobernadora de Países Bajos durante 24 años, hasta que en 1555 decidió regresar a Las Españas, muriendo en Cigales (Valladolid) tres años después. Sin embargo, también ha pasado a la historia por su labor de mecenazgo en las artes gracias su mentalidad humanista.

‘Carlos V en la Batalla de Mühlberg’. Fuente: Museo Nacional del Prado

La Reina viuda de Hungría encargó a Tiziano en 1548 la serie de ‘Las Furias’ para decorar la Gran Sala del Palacio de Binch, en Bruselas. Con clara intención política, tenían por finalidad mostrar el castigo reservado a quienes se alzan contra los dioses, en clara alusión a los enemigos de su hermano, Carlos V. Las obras se encuentran en España porque fueron legadas por María de Hungría a su sobrino, Felipe II. Del mismo modo, en sus manos estuvo el cuadro de ‘Carlos V en la Batalla de Mühlberg’, firmado también por Tiziano y otra de las grandes obras que atesora el Museo del Prado. Ahora, los visitantes ya saben la mujer que se encontraba detrás de estos tesoros.

Todas las obras anteriores vinculadas a María de Hungría tenían una clara intención propagandística, pero sus intereses artísticos también estuvieron vinculados a sus preocupaciones espirituales. Sin ir más lejos, adquirió la obra del ‘Descendimiento’ de Rogier van der Weyden para la capilla de su palacio de Bruselas, aunque había sido pintada para el gremio de Ballesteros de Lovaina. Haciéndose con este cuadro, la Reina de Hungría demostraba su entendimiento en pintura flamenca, y hoy en día el Museo del Prado lo expone con orgullo, como una de sus principales joyas artísticas.

‘Descendimiento’ de Rogier van der Weyden expuesto en el Museo del Prado. Fuente: Museo del Prado

Por su parte, que el Museo Nacional del Prado sea el que mayor número de obras de Rubens atesora en todo el mundo se debe en gran parte a la Infanta Isabel Clara Eugenia. La hija favorita de Felipe II, que podría haber llegado a ser Reina de Las Españas y terminó como Gobernadora de los Países Bajos, momento en que se confirmó como una estratega política única en la historia europea, mantuvo una gran relación con el pintor, convirtiéndose en una promotora fundamental del maestro. Sin embargo, su relación fue mucho más allá, ya que Rubens también acabó siendo su asesor diplomático, nombrándolo también gentilhombre.

En 1628, reinando Felipe IV, Isabel Clara Eugenia envió a Rubens a España para que informase al Rey sobre la situación en los Países Bajos españoles, como si de su embajador se tratase. Aprovechando la presencia del pintor en los reinos hispánicos, el Rey Planeta le encargó numeras obras, incluso copias tanto de otros artistas como de sus propios originales. Felipe IV quedó realmente enamorado de la pintura del maestro, al que nombró caballero en 1631; por ello, no es de extrañar que los cuadros que se ven al fondo de la escena de ‘Las Meninas’ de Velázquez sean de Rubens, y no de otros pintores. Por tanto, se debe a Isabel Clara Eugenia aquella decisión trascendental del trabajo del alemán en España, a pesar de lo desapercibida que pasa entre los visitantes del Museo Nacional del Prado.

Lo mejor de ‘El Prado en femenino’

‘El Prado en femenino’ ha cuidado los detalles al máximo y se ha convertido en la oportunidad de incorporar los cambios que el Museo necesitaba. Gracias a esta iniciativa, se ha llevado a cabo la revisión de numerosas cartelas que acompañaban a diversas obras y que tenían claros matices machistas. Sin ir más lejos, esto se apreciaba a la perfección en el retrato de María Tudor. Hasta entonces, esta Soberana inglesa se presentaba como «segunda esposa de Felipe II», cuando verdaderamente la nieta de los Reyes Católicos fue la primera Reina de Inglaterra por derecho propio. Además, se han eliminado descripciones innecesarias sobre su físico. Lo mismo ocurría con la Emperatriz María de Austria, descrita como «mujer del Emperador Maximiliano», o Catalina de Austria, que ha pasado de ser «Doña Catalina, esposa de Juan III de Portugal» para ser «La Reina Catalina de Austria».

Los retratos de Ana de Austria y la Infanta Catalina Micaela forman parte de ‘El Prado en femenino’. Fuente: Javier Lizon (EFE)

Otro de los grandes aciertos de ‘El Prado en femenino’ ha sido la recuperación de seis obras que hasta entonces permanecían en los almacenes del Museo. Concretamente, los visitantes pueden disfrutar durante el itinerario del busto de María de Hungría, del retrato de Isabel de Valois realizado por Juan Pantoja de la Cruz, el de Ana de Austria de Bartolomé González, los retratos de Isabel Clara Eugenia y Alberto de Austria realizados por Rubens y Brueghel el Viejo, y el de Juan Federico de Sajonia de Tiziano. Gracias a este itinerario, los amantes del arte podrán volver a encontrarse de cerca con este conjunto de obras.

Cómo visitar ‘El Prado en femenino’

‘El Prado en femenino’ no es una exposición temporal del Museo Nacional del Prado, sino un itinerario por parte de la colección permanente, reestructurada para poder empoderar a las principales promotoras artísticas de la institución. Por ello, no es preciso adquirir una entrada diferente a la general. En el mostrador de la entrada es posible solicitar un folleto informativo para poder seguir este recorrido que ha contado con la dirección científica de Noelia García Pérez y que se mantendrá en activo hasta el 9 de abril de 2023.

Para completar la visita, es recomendable escuchar el capítulo 61 del podcast de ‘Arte compacto’, dedicado a este itinerario. Además, aquellos que estén más interesados también pueden disfrutar de visitas guiadas por ‘El Prado en femenino’ los lunes, en dos turnos: a las 11:00h y a las 17:00h. Se trata de visitas gratuitas para todos aquellos que hayan adquirido la entrada general al museo y el punto de encuentro es el mostrador de educación. Se lleve a cabo el recorrido de forma guiada o no, de lo que no cabe ninguna duda es que este proyecto nos hace sentir también unos auténticos #turistaenmipaís descubriendo la importante labor de patrocinio que llevaron a cabo las principales mujeres de la realeza española y europea que marcaron el siglo XVI.

J.

Las ruinas del Palacio de Valsaín, origen de los Reales Sitios de España

El recuerdo de los grandes personajes de la historia de un país no solo pervive en los libros, sino también en aquellos lugares que formaron parte de sus vidas. En el caso de los Reyes, su legado se mantiene vivo en castillos, palacios o monasterios, monumentos todos ellos en los que es posible poder descubrir sus biografías a través de las piedras que los sostienen. Sin embargo, la fragilidad de este patrimonio provoca que en ocasiones se pierdan también las huellas de quienes lo habitaron, silenciado una parte de la historia por culpa de derrumbes o incendios. Tal es el caso del Palacio de Valsaín, en Segovia, uno de los recintos palaciegos más trascendentales en España y cuyas ruinas tratan de sobrevivir al olvido.

Situado en la vertiente norte de la Sierra de Guadarrama, la historia del Palacio de Valsaín se diluye en el tiempo. Reinando Alfonso XI de Castilla entre 1312 y 1350, parece que este enclave ya se utilizaba como cazadero real. Sin embargo, fueron realmente los Trastámara, especialmente Enrique IV, los que dieron el impulso a la conocida como Casa del Bosque de Segovia que terminaron de perfilar los Austrias Mayores. Carlos V y su hijo Felipe II dotaron a este entorno de un aspecto palatino que acabó siendo el germen de los Reales Sitios de España. Su desgraciado final, motivado por las llamas en 1682, todavía se escucha en las conversaciones de los habitantes de Valsaín, que han hecho de estas ruinas su fortaleza y emblema, mientras que la historia de este fundamental palacio sigue escuchándose a través de sus piedras.

Historia del Palacio de Valsaín

Cuando todavía la Casa de Borgoña tenía asegurado el gobierno sobre Castilla en la primera mitad del siglo XIV, Alfonso XI acudía hasta los bosques de Valsaín para disfrutar de la caza, una de las actividades predilectas de la realeza. Allí, posiblemente se hospedaba en una pequeña casa que nada tenía que ver con el palacio que acabaría gestándose siglos después. Aquel impulso comenzó precisamente de la mano de los monarcas de la siguiente dinastía que se sentó en el trono castellano, los Trastámara. Tanto Enrique III ‘El Doliente’ como Juan II llevaron a cabo ampliaciones en el pabellón original, aunque fue Enrique IV el que realizó la primera gran reforma que comenzó a transformar la Casa del Bosque de Segovia en un edificio de acento más palatino.

Vista del Palacio de Valsaín, realizada por Anton Van der Wyngaerde en 1562. Fuente: Biblioteca Nacional de Viena

Enrique IV de Castilla, que era un gran amante de la caza, decidió que el estilo mudéjar sería el imperante en las obras que realizó en la residencia de Valsaín. No es de extrañar la decisión del monarca, tan afín a los gustos moriscos y árabes. Sus sucesores en el trono, los Reyes Católicos, también formaron parte de la vida de la Casa del Bosque de Segovia, siendo bastante famosas las cacerías que el Rey Fernando II de Aragón organizaba en ella.

Felipe II y la creación del Palacio de Valsaín

Fue realmente la Dinastía de los Habsburgo o Austria españoles los que contribuyeron a que la Casa del Bosque de Segovia terminase convirtiéndose en un verdadero palacio real. Aunque el Emperador Carlos V se interesó en llevar a cabo las primeras reformas, realmente fue su hijo y sucesor, Felipe II, el que se involucró en que aquel pabellón de caza terminase convirtiéndose, sin él saberlo, en el primer Real Sitio de la historia de España.

Felipe II retratado por Sofonisba Anguissola. Fuente: Museo Nacional del Prado

El 2 de octubre de 1548, el entonces Príncipe Felipe de Austria comenzó un viaje por las posesiones españolas en Europa con la clara intención de que todo el Viejo Continente asumiera que él iba a ser el sucesor del Emperador Carlos V en el trono de Las Españas. Además de los motivos políticos, aquella travesía que se extendió hasta 1551 y que ha pasado a la historia como el ‘Felicísimo Viaje’ permitió al futuro Felipe II entrar en contacto con otras corrientes culturales, quedando especialmente prendado de la arquitectura propia de las regiones flamencas. Los tejados de pizarra o los chapiteles que los coronan y que tan extendidos están hoy en día en ciudades españolas son fruto de esa expedición que marcó un antes y un después en la vida del Rey Prudente.

Una vez que hubo regresado a Castilla, el todavía Príncipe Felipe encargó la reforma de la Casa del Bosque de Segovia al estilo flamenco, siendo el momento en el que el Palacio de Valsaín adquirió la fisionomía definitiva que mantuvo hasta el fin de sus días. Las obras, que fueron supervisadas por los arquitectos Luis de Vega y Gaspar de Vega, se extendieron entre 1552 y 1562, y las innovaciones que se incluyeron y ejecutaron los maestros flamencos llegados del norte de Europa también terminaron aplicándose a otros edificios; entre otros, al Alcázar de Segovia, cuyos tejados de pizarra al más puro estilo europeo son otra de las consecuencias del ‘Felicísimo Viaje’.

Primer Real Sitio de España

Desde que terminase la remodelación de la Casa del Bosque de Segovia en 1562, la Familia Real española comenzó a utilizar este nuevo complejo palatino, especialmente en otoño. El palacio se convirtió en lugar de recreo y descanso, siendo considerado por muchos como el primer Real Sitio de España. Además de la residencia real, había también jardines y otras dependencias anexas para dar servicio a la Corte mientras que se encontraba desplazada en Valsaín.

La Infanta Isabel Clara Eugenia nació en Valsaín. Fuente: Museo del Prado

Durante el tiempo en el que el palacio estuvo en pie, fueron muchas las visitas que llevaron a cabo los Monarcas españoles, desde Felipe II hasta el último Austria que se sentó en el trono de Las Españas, Carlos II. Cabe destacar, por ejemplo, que el Rey Prudente celebró en Valsaín su luna de miel con su cuarta esposa, Ana de Austria, del 12 al 20 de noviembre de 1570. Además, unos años antes, concretamente el 12 de agosto de 1566, había nacido en el palacio la Infanta Isabel Clara Eugenia, la hija favorita de Felipe II fruto de su tercer matrimonio con la Reina Isabel de Valois.

El ocaso de Valsaín, el amanecer de La Granja

Carlos II fue el último Rey que habitó entre los muros de Valsaín, así como también el último de los Habsburgo que sostuvo la Corona española. El 22 de octubre de 1682, un terrible incendio sentenció para siempre el palacio de estilo flamenco que Felipe II había perfilado en la que un día fue la Casa del Bosque de Segovia de la Monarquía medieval castellana. Aunque los daños no debieron ser excesivos, ya que su remodelación era posible para recuperar el inmueble para la Corona, la situación que atravesaba Carlos II en el trono provocó que el asunto no fuera prioritario en la agenda real.

El Palacio de Valsaín pintado por Fernando Brambilla en 1821. Fuente: Patrimonio Nacional

Con la llegada de la Dinastía Borbón en 1700, y tras la finalización de la Guerra de Sucesión en 1713 con la firma del Tratado de Utrecht, Felipe V se planteó llevar a cabo se reconstrucción, nombrando Maestro Mayor de Obras al arquitecto Theodoro Ardemans, pero la decisión posterior de edificar el Real Sitio de La Granja de San Ildefonso apartó definitivamente el proyecto de recuperación de Valsaín. El palacio que un día reformase Felipe II no solo cayó en el olvido, sino que parte de sus piedras se utilizaron para levantar el palacio de estilo versallesco. Además, los propios vecinos de la localidad segoviana también hicieron uso de sus restos para construirse casas, que hoy en día se entremezclan con los escasos elementos del palacio que un día fue.

Así era el Palacio de Valsaín

El Palacio de Valsaín seguía el prototipo de complejo palatino al que se retiraba la realeza para disfrutar de unas jornadas de descanso y recreo. Después de la reforma al gusto flamenco impulsada por Felipe II, el ambiente renacentista se impuso en la que un día fue la Casa del Bosque de Segovia en la que habitaron los reyes medievales de la Corona de Castilla. Nuevos vientos provenientes de Europa habían llegado para impulsar las artes en los reinos castellanos, en un momento en el que Las Españas se estaba configurando como la gran potencia mundial a la que todos miraban.

Maqueta del Palacio de Valsaín del Centro Nacional de Educación Ambiental

La planta de Valsaín se dividía en el propio palacio, que acogía a la Corte, y por otro lado contaba con las casas de oficios. Dentro de la zona residencial, destacaba la existencia de la llamada ‘Galería de San Quintín’, que pudo ser similar al actual ‘Salón de Batallas’ del Real Monasterio de San Lorenzo de El Escorial. Como se ve, Felipe II utilizó Valsaín como laboratorio para luego replicar todo ello en su gran proyecto religioso de la sierra madrileña. También sobresalía la capilla, fundamental en el palacio dada la férrea religiosidad de la Monarquía española; para este espacio de espiritualidad, el Rey Prudente adquirió la obra del ‘Calvario’ de Rogier van der Weyden, la cual terminaría decorando los muros de El Escorial, salvándose así de la quema de Valsaín.

Otro de los elementos principales de la estructura del palacio era la ‘Torre nueva’, la única que queda en pie en la actualidad de lo que un día fue el complejo real de Valsaín. Su construcción comenzó en 1568 y seguía las trazas de la Torre Dorada del Real Alcázar de Madrid, donde Felipe II tenía instalado su despacho con vistas al río Manzanares. La finalización del torreón del palacio segoviano concluyó en 1571, pero la escasa documentación que se conserva ha provocado que no se sepa con certeza el uso que se dio a este espacio. Lo que está claro es que las vistas de la Sierra de Guadarrama desde ella debían ser impresionantes.

Los gustos del Renacimiento quedaron completamente reflejados en los jardines del palacio. Mientras que los del Rey contaban con un estanque central, el de la Reina era todavía más completo; además de la vegetación, disponía de dos fuentes, una gruta y hasta un sala de burlas, donde la Corte se divertía viéndose reflejada en espejos que transformaban sus cuerpos. El trazado y diseño de estos jardines seguirían el prototipo de los del Real Monasterio de El Escorial, los cuales todavía persisten.

Ruinas del Palacio de Valsaín y de la Torre Nueva

A pesar de haber sido un palacio fundamental en la historia de España, ya que fue el germen de lo que actualmente conocemos como Reales Sitios, Valsaín terminó cayendo en el olvido tras su incendio y se convirtió en un fantasma más de los muchos que vagan por los campos de Castilla, una joya en ruina que solo la imaginación permite devolver a la vida. Aunque llegó a haber un proyecto de recuperación de parte de sus restos para su conversión en hotel, finalmente aquel alojamiento digno de reyes no llegó a construirse. La que un día fue la Casa del Bosque de Segovia continúa siendo el símbolo de los vecinos de Valsaín, cuyas casas se entremezclan con aquellos centenarios muros, rezumando una historia que nos hace sentir unos auténticos #turistaenmipaís cuando contemplamos lo que un día fue.

J.

REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS

FERNÁNDEZ-COSSÍO, P. G. (2012). La Torre Nueva del Palacio de Valsaín. Reales Sitios: Revista del Patrimonio Nacional (191), 38-53. Recuperado de: https://www.castellarnau.org/files/plugin/contenidos/pdf/TorrePalacioValsain.pdf

FERNÁNDEZ-COSSÍO, P. G. (2013). El palacio de Valsaín: Una reconstitución a través de sus vestigios [Tesis]. Escuela Técnica Superior de Arquitectura de Madrid, Universidad Politécnica de Madrid. Recuperado de: https://oa.upm.es/19853/1/PABLO_GARATE_FERNANDEZ_COSSIO_1.pdf

Historia, arte y religión en las Descalzas Reales, el monasterio de las mujeres de la Casa de Austria en Madrid

La clausura de diversas damas de la nobleza y la realeza europea en el madrileño Monasterio de Nuestra Señora de la Visitación provocó que este centro espiritual terminase conociéndose con el sobrenombre de las Descalzas Reales, como así continúa denominándose en la actualidad, en lugar de por su título oficial, debido a la grandeza de sus moradoras. Aunque la historia de la fundación comenzó en 1559, de la mano de Juana de Austria, lo cierto es que el origen del edificio en el que se emplaza se diluye en el tiempo. Al igual que ocurre con otros grandes monasterios españoles, se reutilizó la arquitectura de un antiguo palacio para escribir la historia de este retiro monacal que todavía hoy sigue en activo.

El Monasterio de las Descalzas Reales fue para Juana de Austria lo que el Real Monasterio de San Lorenzo de El Escorial para Felipe II. Hijos del Emperador Carlos V y de Isabel de Portugal, ambos emprendieron la fundación de un proyecto religioso personal al que ligar su nombre para la posteridad y donde la espiritualidad convivía con el arte, el mecenazgo y los intereses políticos. Sin embargo, una de las diferencias entre los dos monasterios radicaba en que el del centro de Madrid terminó convirtiéndose en un refugio para las mujeres de la dinastía de los Austrias o Habsburgo. Todavía hoy, paseando por sus estancias, se escuchan los ecos de las biografías de todas ellas, al igual que los de la historia de los siglos XVI y XVII, cuando las Descalzas Reales experimentaron su máximo apogeo.

Historia de las Descalzas Reales

Juana de Austria fue la menor de la familia que formaron el Emperador Carlos V e Isabel de Portugal. Nacida el 24 de junio de 1535, con tan solo 17 años su vida cambió radicalmente al convertirse en Princesa de Portugal por su matrimonio con el heredero de la Corona lusa, el Príncipe Juan Manuel. Dos años más tarde, concretamente el 20 de enero de 1554, dio a luz a su único hijo, el Príncipe Sebastián, pero tan solo 18 días antes había enviudado. Lejos de refugiarse en el dolor por el drama al que se había visto abocada, regresó a Las Españas en mayo de ese mismo año para asumir la regencia del reino el 12 de julio por disposición de su padre.

Retrato de Juana de Austria, pintado por Alonso Sánchez Coello ca. 1566. Fuente: Patrimonio Nacional

Juana de Austria, que jamás regresaría a Portugal para visitar a su hijo, llevó a cabo una labor política excepcional durante la regencia que lideró, pero no por ello olvidó sus obligaciones espirituales. Siguiendo la tradición de la realeza española, la hija del Emperador Carlos V había meditado la idea de llevar a cabo la fundación de un monasterio femenino. Sin embargo, en su deseo también estaba presente su confesor, Francisco de Borja, quien le habló de una comunidad de clarisas de Casalarreina (La Rioja) que, tras la muerte de su promotora, la Duquesa de Frías, habían quedado desatendidas. Fue entonces cuando Juana de Austria decidió asumir las riendas de esta comunidad, pero con la intención de trasladarla a Madrid.

La fundación del monasterio

Una vez que Juana de Austria había decidido llevar a cabo la fundación de un monasterio en Madrid, la principal tarea radicaba en escoger la ubicación del mismo. En 1555 adquirió a los herederos de Alonso Gutiérrez, tesorero de Carlos V, el palacio que tenía en el Arrabal de San Martín. Cabe destacar que este edificio, cuyo origen se pierde revisando la historia de Madrid al considerarse uno de sus palacios más antiguos, había servido a la familia imperial de residencia mientras la Corte se encontraba en la villa. De hecho, fue precisamente en una de sus alcobas donde Isabel de Portugal dio a luz a su hija Juana en 1535, por lo que para su fundadora este edificio tenía un especial significado sentimental. De igual modo, su hermana María, que llegó a ser Emperatriz y terminaría sus días en las Descalzas Reales, también había nacido en aquel palacio.

Fachada de la iglesia de las Descalzas Reales coronada por el escudo de Juana de Austria

El arquitecto Antonio Sillero fue el encargado de llevar a cabo las obras de acondicionamiento del nuevo monasterio, encargando a Juan Bautista de Toledo las de la iglesia. La fundación de Juana de Austria no solo estaba encaminada a establecer una comunidad religiosa de monjas clarisas, sino que su proyecto era mucho más ambicioso; instituciones benéficas, dependencias privadas al estilo de «Cuarto Real» o un panteón para ella misma eran otros de los motivos que se escondían detrás de la creación de su recinto monacal. Además del monasterio y la iglesia, se levantó también a modo de hospital la Real Casa de la Misericordia (que se emplazaba en el actual Centro Comercial El Corte Inglés) y un colegio para niñas huérfanas.

El 15 de agosto de 1559, coincidiendo con la festividad de la Asunción de Nuestra Señora, seis monjas clarisas tomaron posesión del nuevo Monasterio de Nuestra Señora de la Visitación. En aquel momento, la iglesia todavía no había sido terminada, hecho que no ocurriría hasta 1564. Desde entonces, dio comienzo una historia que vivió su máximo apogeo hasta el siglo XVII, perdiendo peso con la llegada de los Borbones. Sin embargo, su vida solamente se vio interrumpida durante la Guerra Civil española, cuando la comunidad religiosa tuvo que abandonar el monasterio, regresando una vez que la contienda hubo terminado. Hoy en día, las Descalzas Reales siguen muy vinculadas a la Corona de España, formando parte de los bienes inmuebles de Patrimonio Nacional.

Centro político de las mujeres Habsburgo

El 23 de abril de 1563 se puso la primera piedra del Real Monasterio de San Lorenzo de El Escorial. Sin embargo, en Madrid, la comunidad de clarisas que regía Juana de Austria ya llevaba casi cuatro años de andadura, por lo que la que un día fue Princesa de Portugal se había adelantado varios años a su prudente hermano, Felipe II. Las Descalzas Reales no solo era un recinto dedicado a la vida contemplativa, sino que también terminó convirtiéndose en un centro político que terminaría rivalizando en algunos momentos con la Corte oficial del Rey de Las Españas. De hecho, el escudo de armas de su fundadora es el único elemento ornamental que se encuentra en la fachada de la iglesia monacal, lo que demuestra que este proyecto, además de religioso, también tenía un claro objetivo político y de exaltación de su figura histórica.

Relicario del Monasterio de las Descalzas Reales. Fuente: Patrimonio Nacional

Una de las anécdotas que demuestra el carácter político que adquirió paulatinamente las Descalzas Reales radica en el que hecho de que los embajadores extranjeros, cuando visitaban Madrid, no solo acudían hasta el desaparecido Real Alcázar, sino que también se desplazaban hasta el monasterio de Juana de Austria. Una vez allí, contemplaban el fastuoso relicario, símbolo de la grandeza espiritual de Las Españas y de su claro posicionamiento a favor del catolicismo, para después pasar al Salón de Reyes; en esta estancia se exponían los grandes retratos de la familia real, los cuales todavía atesora el monasterio, con la clara intención de demostrar que todas esas mujeres que aparecían representadas en esas obras pertenecían a la dinastía que estaba rigiendo el destino de Europa.

Aunque el paso de Juana de Austria por su querido monasterio no fue tan largo como ella hubiera querido, ya que murió a la repentina edad de 38 años, otras mujeres de su familia mantuvieron vivo su espíritu: su hermana, la Emperatriz María de Austria; Sor Margarita de la Cruz, y Sor Ana Dorotea de Austria. En cuanto a la primera, instaló su Corte particular en 1580 después de enviudar del Emperador Maximiliano II, adoptando la vida de la comunidad hasta su muerte. Su larga vida le permitió conocer los primeros años del reinado de su sobrino, Felipe III.

La Emperatriz María de Austria en un retrato de Juan Pantoja de la Cruz. Fuente: Patrimonio Nacional

María de Austria ejerció una gran influencia sobre el propio Felipe III, lo que motivó, de hecho, que el Duque de Lerma, valido del Rey, le persuadiera para trasladar la capital de Las Españas de Madrid a Valladolid y así alejarle de su tía. Finalmente, la ciudad del Pisuerga fue sede de la Corte entre 1601-1606. Durante ese período, tuvo lugar la muerte de la Emperatriz, concretamente el 26 de febrero de 1603, en las propias Descalzas Reales. Siguiendo sus últimas voluntades, fue enterrada en el monasterio, reposando sus restos mortales en un sepulcro del coro alto.

Arte y música al servicio de la religión

La implicación de Juana de Austria a la hora de llevar a cabo la fundación de las Descalzas Reales fue máxima. La Princesa de Portugal se preocupó hasta del más mínimo detalle, con la finalidad de que este monasterio fuera, verdaderamente, suyo. Gracias a ella, el complejo monacal dio cobijo a diferentes devociones de los Habsburgo, comenzando por el culto a la Eucarística, la más importante de todas. Sin ir más lejos, en el arco que da acceso a la escalera principal se puede leer «Alabado sea el Santísimo Sacramento del altar y la Virgen concebida sin pecado original«. Encaminando la misma, se llega al claustro alto, repleto de pequeñas capillas, siendo la primera de ellas una de las mas antiguas que se construyeron y que, precisamente, está dedicada al Sacramento de la Eucaristía a través del Cristo Yacente.

Capilla del Cristo Yacente del Monasterio de las Descalzas Reales. Fuente: Patrimonio Nacional

La devoción a Cristo Yacente, vinculada a las comunidades de clarisas, cobra especial importancia en las Descalzas Reales. Se representa a través de una magnífica escultura de madera policromada atribuida a Gaspar Becerra y que realmente hace las veces de custodia o sagrario. Su finalidad era exponer el Santísimo a través de esta imagen la tarde de Viernes Santo, gracias a un privilegio papal de Alejandro VI, procediendo después a sacar en procesión la talla por el claustro. Todavía hoy, cinco siglos después, esta tradición se mantiene viva.

Juana de Austria contempló aquella manifestación religiosa y hasta llegó a ceder tapices de su colección personal para adornar el claustro del monasterio. Sin embargo, su sobrina Isabel Clara Eugenia, que vivió también en las Descalzas Reales, donó el famoso juego de tapices de «El triunfo de la Eucaristía», elaborados a base de diseños de Rubens, para sustituir a los de su tía. Actualmente, se exponen en una sala del monasterio, pero se siguen utilizando para las celebraciones de Semana Santa. No obstante, la música también jugaba, y sigue haciéndolo, un papel fundamental en estas celebraciones religiosas.

Detalle del tapiz ‘El triunfo de la iglesia’. Fuente: Patrimonio Nacional

La fundadora de las Descalzas Reales ordenó que los oficios religiosos de su monasterio debían contar con capilla musical, para lo cual determinó que la iglesia tenía que disponer de órgano. La música era otra de las manifestaciones artísticas que enriquecieron este recinto monacal, especialmente porque Tomás Luis de Victoria, uno de los compositores más célebres del Renacimiento español, también formó parte de su historia. Sus motetes de Semana Santa todavía continúan entonándose cada Viernes Santo, lo que convierte a esa procesión en una de las más auténticas de España.

Los imprescindibles de las Descalzas Reales

El Monasterio de las Descalzas Reales es un refugio de historia y arte en pleno centro de Madrid. Patrimonio Nacional organiza visitas guiadas a este auténtico museo para conocer las grandes obras de arte que custodian sus moradoras y la biografía de las grandes mujeres que han vivido entre sus muros. Son muchas las piezas artísticas que a lo largo de los siglos han atesorado, no pudiendo perder de vista los siguientes imprescindibles cuando se recorre su interior.

  • Escalera principal: la visita al Monasterio de las Descalzas Reales comienza en la escalera principal, uno de los restos que perviven del antiguo palacio. Tanto la bóveda como sus paredes están pintadas al temple, con una ornamentación en la que no solo se aprecian los motivos religiosos, destacando los arcángeles o el Calvario, sino que la mirada de los visitantes se dirige irremediablemente al balcón real. A modo de trampantojo, aparece representada parte de la familia de Felipe IV, que se ve acompañado de su esposa, la Reina Mariana de Austria, la Infanta Margarita y el Príncipe Felipe Próspero. Sus miradas llevan observando la vida del monasterio desde mediados del siglo XVII, unos privilegiados espectadores que también dejaron su huella para la posteridad en este refugio de paz.
Escalera principal del Monasterio de las Descalzas Reales. Fuente: Patrimonio Nacional
  • Claustro alto: el patio o claustro de las Descalzas Reales no solo permite organizar la vida de las monjas que residen en el monasterio, sino que también es un rincón de espiritualidad dentro del recinto, especialmente durante los oficios de Semana Santa, como ya hemos comentado anteriormente. En su parte alta se abrieron diferentes capillas en las que dar culto a diversas advocaciones religiosas. Una de las curiosidades es que el cuidado de cada uno de estos espacios está encomendado a una monja concreta de la comunidad; por ejemplo, a la abadesa le corresponde el mantenimiento de la capilla del Cristo Yacente. Asimismo, destaca también que en el claustro alto de las Descalzas Reales se expuso hasta finales del siglo XIX ‘La Anunciación’ de Fra Angelico, hoy en día en el Museo Nacional del Prado.
El claustro alto de las Descalzas Reales da acceso a diversas capillas. Fuente: Patrimonio Nacional
  • Colección artística: Rubens, Guido Reni, Tiziano, Antonio Moro, Gaspar Becerra o Sánchez Coello son algunos de los autores que forman parte de la historia de las Descalzas Reales. Juana de Austria no solo se preocupó de crear un recinto dedicado a la espiritualidad, sino que también se interesó por dotarlo de grandes obras de arte. Sin ir más lejos, en su propio testamento, fechado en 1573, determinó que su colección de retratos familiares debía permanecer en el monasterio «para que las monjas viéndolas hiciesen memoria en su oración». Todos ellos se exponen en el Salón de Reyes, donde también destacan las coronas tumulares que se emplearon en funerales como los de la Emperatriz María.
Salón de Reyes de las Descalzas Reales. Fuente: Patrimonio Nacional
  • El ‘Espejo de clarisas’: ningún visitante puede irse del Monasterio de las Descalzas Reales sin haberse asomado a uno de sus grandes secretos. Conocido como el ‘Espejo de clarisas’, se trata de una obra anónima del siglo XVII en el que se representa una calavera con tocado de clarisa. Sin embargo, para poder descubrirla hay que correr una tapadera en la que aparecen inscritos los siguientes versos: «Lo que en mí vienes a ver / te pido que consideres / y enmendaras lo que eres / mirando lo que has de ser:/ la hermosura y el Poder, / el donaire y el despejo, / con otras Gracias que dejo / tus Esperanzas burlaron, / por que todas se quedaron / a la luna de este Espejo«. Sin duda, una obra que invita a la reflexión.
El ‘Espejo de clarisas’ es uno de los secretos más curiosos de las Descalzas Reales. Fuente: Patrimonio Nacional
  • Capilla funeraria de Juana de Austria: uno de los espacios más espirituales de las Descalzas Reales se mantiene cerrado al público, pero no deja de ser, por ello, un imprescindible del monasterio. Se trata de la capilla que Juana de Austria ordenó construir para su propio enterramiento, ya que no quiso ser sepultada en El Escorial como era el deseo de su hermano. Tal y como ordenó, quiso descansar para la eternidad en el lado de la Epístola de la iglesia monacal. El espacio demuestra el elevado gusto artístico de la Princesa de Portugal, ya que contrató como arquitecto a Juan de Herrera, como decorador al italiano Jacome da Trezzo y a Pompeo Leoni para ejecutar su efigie orante. Aunque falleció en el Monasterio de San Lorenzo en 1573, sus restos fueron trasladados a Madrid en 1576, cuando se terminan las obras de su capilla funeraria, cumpliendo así con su voluntad.
Estatua orante de Juana de Austria, realizada por Pompeo Leoni para su capilla funeraria. Fuente: Twitter @museoes

Todo turista que se desplace hasta Madrid tiene que visitar el Monasterio de las Descalzas Reales. Sus muros no solo atesoran obras artísticas de los grandes maestros de la pintura europea, sino que también han conseguido preservar el espíritu de un monasterio de los siglos XVI y XVII. El recuerdo a Juana de Austria permanece tan vivo que parece que la que un día fue Princesa de Portugal todavía continúe rigiendo el destino de este monasterio emplazado en el centro de la capital de España. El tiempo se ha detenido en este retiro de paz donde la espiritualidad convive con el arte y la historia. Sin duda, disfrutar de las Descalzas Reales nos hace sentir unos auténticos #turistaenmipaís.

J.

REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS

García Sanz, A. (2010). “El Monasterio de las Descalzas Reales: arte, espiritualidad en el Madrid de los Austrias”, en A. García Sanz (ed.), Pinturas murales de la escalera principal. Monasterio de las Descalzas Reales, Madrid, 2010, pp. 11-39.

García Sanz, A. (2022). Las Descalzas Reales: el proyecto personal de Juana de Austria [Conferencia]. Madrid. Recuperado de: https://www.youtube.com/watch?v=t3ofT9U7w6I

La Capilla del Obispo, el gran tesoro gótico y renacentista del centro de Madrid

Mientras estamos de visita en un determinado destino, no son pocas las veces que observamos un edificio que no nos llama excesivamente la atención, decidiendo pasar de largo sin saber que dentro hubiéramos descubierto un auténtico tesoro. Sin embargo, esto mismo nos puede suceder también en la ciudad en la que residimos, cruzándonos diariamente con un determinado lugar al que nunca hemos decidido entrar, hasta que llega el día en que lo hacemos y sufrimos un verdadero stendhalazo. Precisamente, ese mismo asombro es el que siente buena parte de los madrileños que se acercan a conocer la Capilla del Obispo.

Denominada oficialmente como Capilla de Nuestra Señora y San Juan de Letrán, este histórico monumento se encuentra situado en el céntrico y centenario Barrio de San Andrés, concretamente en la Plaza de la Paja. La arquitectura exterior de la Capilla del Obispo nada indica que nos encontremos ante un edificio religioso, ni mucho menos que al acceder al mismo nos vayamos a quedar boquiabiertos. Sus espectaculares trazas góticas y la belleza renacentista de sus obras de arte convierten a este templo en único y, aunque algo escondido como todo buen tesoro que se precie, cada vez pasa menos desapercibido para Madrid y sus visitantes.

Historia de la Capilla del Obispo

Durante siglos, las reliquias de San Isidro Labrador han sido objeto de pleito entre diversos personajes de la historia madrileña y española, no siendo pocas las veces que el cuerpo incorrupto del patrón de Madrid y de los agricultores ha sido trasladado de un sitio para otro, cumpliendo con la voluntad de reyes, reinas u obispos. Precisamente, el origen de la Capilla de Nuestra Señora y San Juan de Letrán se encuentra relacionado también con la figura de este Santo tan castizo, que ha celebrado su IV centenario de canonización en 2022 con la declaración de un Año Jubilar por parte de la Santa Sede.

Talla de San Isidro, atribuida a Villabrille y Ron, conservada en la Catedral de la Almudena

San Isidro y su esposa, Santa María de la Cabeza, trabajaban para la familia Vargas, asentados en el Barrio de San Andrés, un extremo del Mayrit musulmán que era hogar de mozárabes pero que con la reconquista cristiana pasó a ser en una de las áreas predilectas por nobles y pudientes para construirse ricas casas y palacios. Fue en el cementerio de la iglesia del mismo barrio donde el Patrón de Madrid fue enterrado tras su muerte en 1172, hasta que su fama milagrera comenzó a extenderse, momento en que su cuerpo incorrupto se recuperó, comenzando su larga lista de traslados.

Francisco de Vargas, heredero de la histórica familia para la que trabajó San Isidro, solicitó una bula papal a León X para llevar a cabo la fundación de una capilla anexa a la Iglesia de San Andrés en la que poder colocar y venerar el cuerpo del santo madrileño. Esta distinción fue concedida por el Santo Padre en 1518, comenzando las obras tan solo dos años después. No obstante, el fallecimiento del fundador en 1524 podría haber provocado que el proyecto se paralizase, pero no fue así.

Sepulcro de Francisco de Vargas en la Capilla del Obispo que él mismo fundó en 1518

Gutierre de Carvajal y Vargas, Obispo de Plasencia e hijo de Francisco de Vargas, asumió el patronazgo de la capilla tras el fallecimiento de su padre, postulándose como su verdadero impulsor. Este hecho explica que, lejos de ser conocida como Capilla de Nuestra Señora y San Juan de Letrán, lo sea por el sobrenombre de Capilla del Obispo. Sin embargo, es solo una nomenclatura popular, ya que este templo no se corresponde en ningún caso con la capilla privada del Arzobispo de Madrid ni de ningún otro miembro de la Iglesia madrileña.

Fachada principal de la Capilla del Obispo, en la Plaza de la Paja de Madrid

A pesar de que la finalidad de construir la capilla era albergar las reliquias de San Isidro, todo aquel que la visite se percatará rápidamente que aquí no yace el Patrón de Madrid ni que tampoco hay alusión alguna al mismo. Después de diversos pleitos con el párroco de San Andrés, el cuerpo incorrupto no pudo trasladarse al nuevo espacio que el Obispo de Plasencia había habilitado para ello. Su enfado fue tal que ordenó cerrar el acceso de la capilla a la iglesia, abriendo una entrada independiente por la Plaza de la Paja. Cabe señalar que esta plaza debe su nombre precisamente a la obligación que tenía el pueblo de entregar paja a los capellanes de la capilla de los Vargas, lo que demuestra la importancia que llegó a tener este pequeño templo.

Después de haber perdido la función inicial para la que fue creada, el Obispo de Plasencia ordenó que la capilla se convirtiera en panteón familiar. Para ello, contactó con Francisco Giralte, discípulo de Alonso de Berruguete y que había trabajado en ciudades como Valladolid o Palencia. El maestro se hizo cargo del proyecto decorativo del templo, un trabajo que le encumbró a la gloria y le permitió distinguirse entre los escultores de la época, al ser el retablo y los sepulcros su obra magna y auténticas joyas del Renacimiento español. Precisamente, contrastan con el gusto gótico tardío del resto del edificio, una de las pocas muestras de este estilo en Madrid.

Trazas góticas de la Capilla del Obispo, apreciadas especialmente en el coro y techumbres

La historia de la Capilla del Obispo continuó escribiéndose al unísono de la de Madrid, aunque afortunadamente ha corrido mejor suerte que otros monumentos de la villa. Durante la Guerra Civil, la anexa Iglesia de San Andrés fue completamente destruida y expoliada. No ocurrió lo mismo con la fundación de los Vargas, ya que su arquitectura exterior, que en nada se asemeja a un edificio religioso, confundió a las tropas, que pasaron de largo. La Casa de Alba, que ostentaba la propiedad, cedió la capilla a la Archidiócesis de Madrid, con la condición de que se llevase a cabo su restauración y reapertura después de décadas clausurada, retomando también los cultos, encomendados a las Hermanitas del Cordero. Desde 2010, madrileños y turistas disfrutan de este magnífico tesoro del centro de la capital de España.

Los imprescindibles de la Capilla del Obispo

Tal y como ya hemos avanzado, en el interior de la Capilla del Obispo se conserva un maravilloso retablo renacentista que sigue los cánones más puros y bellos del gusto castellano y tres monumentos funerarios, todo ello realizado por Francisco Giralte. Lo cierto es que no hay que dejar pasar la oportunidad de visitar este edificio porque todos estos elementos decorativos son únicos en Madrid, no siendo posible encontrarlos en ninguna otra iglesia de la villa.

Retablo mayor

En 1547, Francisco Giralte comenzó a ejecutar el encargo del Obispo de Plasencia, un trabajo que finalizó en torno a 1550 y que le coronó como escultor del Renacimiento. Todo el conjunto está tallado, no contando con decoración pictórica, y representa pasajes de la vida de Cristo, siendo destacables las escenas de la Pasión. Concretamente, el retablo está coronado por la Crucifixión del Señor, aunque es también llamativa la de Cristo Atado a la Columna, en el centro de la segunda calle. Debajo del mismo, nos encontramos con una de las representaciones de la Piedad más bellas y desconocidas de Madrid.

Retablo mayor renacentista de la Capilla del Obispo, obra magna de Francisco Giralte

Además de estar conformado por escenas de la vida de Cristo, en el retablo de la Capilla del Obispo también nos encontramos con otros personajes relacionados con el hijo de Dios o con la propia Iglesia Católica. En cada una de las entrecalles se aprecian diversas figuras, algunas de ellas fácilmente reconocibles gracias a los elementos que las acompañan. Concretamente, el conjunto escultórico se completa con los Apóstoles y los Padres de la Iglesia. Una cosa queda clara: no hay ninguna referencia a San Isidro Labrador en este retablo, ya que en el momento en que se ejecutó por Giralte ya se había decidido que su cuerpo incorrupto no sería trasladado a esta capilla.

Detalle del retablo mayor de la Capilla del Obispo, con la maravillosa Piedad y el Atado a la Columna en primer plano

Sepulcros de la familia Vargas

A cada lado del retablo, tal y como se puede ver en una de las imágenes anteriores, se localizan los cenotafios de Francisco de Vargas, a la izquierda, y su esposa, a la derecha. Ambos siguen un mismo patrón estilístico, siendo dos obras renacentistas ejecutadas por Francisco Giralte. Debido a la cercanía del retablo mayor, que acapara todo el protagonismo del conjunto, los sepulcros aparentan una sencillez que verdaderamente no tienen. Los personajes para los que fueron realizados aparecen arrodillados, en actitud orante, y dirigen su mirada hacia el altar, como suele ocurrir en este tipo de representaciones.

Cenotafio del Obispo de Plasencia

En el lado de la Epístola se encuentra el otro gran tesoro de la Capilla junto con el retablo mayor: el cenotafio de Gutierre de Carvajal y Vargas, Obispo de Plasencia. Fue realizado también por Giralte, al igual que todos los demás, y está realizado en alabastro procedente de Guadalajara. Es uno de los grandes monumentos funerarios del Renacimiento español y todo un milagro que Madrid lo conserve, al ser una de las ciudades que mayor patrimonio religioso ha perdido en los dos últimos siglos.

El Obispo aparece representado en el centro de la escena, arrodillado y rezando ante Cristo Atado a la Columna, que recuerda al del retablo mayor que anteriormente comentábamos. Todo el cenotafio está repleto de minuciosos detalles que nos indican las horas que Giralte debió de invertir. Son destacables los niños cantores y músicos que podemos encontrar, los cuales están llevando a cabo el rezo del Salmo 41, propio de las misas funerales, lo cual dota de todavía más simbolismo y realismo al conjunto.

Cómo visitar la Capilla del Obispo

El Museo de la Catedral de la Almudena es el organismo de la Archidiócesis de Madrid que gestiona las visitas guiadas a la Capilla del Obispo. Su magnífico grupo de guías conducen a los visitantes no solo al interior del templo, sino también por la historia que relatan sus piedras, su retablo y los numerosos detalles de los monumentos fúnebres de la familia fundadora. Las entradas se pueden reservar en el correo electrónico reservascapilladelobispo@archimadrid.es, y se llevan a cabo los martes a las 10h00, 10h45 y 11h30, y los jueves a las 16h00 y 16h45. La tarifa es de 4€ por persona.

Puerta de acceso a la Capilla del Obispo, que muestra la advocación del templo a Nuestra Señora y San Juan

La Capilla de Nuestra Señora y San Juan de Letrán es uno de los grandes secretos que esconde el centro de Madrid, como si de un verdadero tesoro se tratase. Sin embargo, y gracias a ello, este impresionante monumento de trazas góticas y renacentistas ha podido llegar hasta nuestros días, a diferencia de otros edificios que no corrieron la misma suerte y forman parte del patrimonio desaparecido de la capital. Construida para albergar las reliquias de San Isidro, el cuerpo del Patrón de Madrid no reposa en este pequeño templo y su espacio lo ocupan tres integrantes de la familia Vargas para la que el santo labrador un día trabajase. Ellos permanecen impasibles al tiempo y a la historia, como también lo hace esta iglesia de la Plaza de la Paja que nos hace sentir unos auténticos y afortunados #turistaenmipaís por poder disfrutar de su majestuosa belleza.

J.

REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS

GUERRA CHAVARINO, E. (2009). Inventario de bulas papales relacionadas con la Capilla del Obispo de Madrid. Anales del Instituto de Estudios Madrileños (49), 457-470. Recuperado de: https://dialnet.unirioja.es/descarga/articulo/3222491.pdf

Historia y curiosidades de la Catedral de Cádiz, un tesoro emergido del Atlántico en la ciudad más antigua de Occidente

La historia de una ciudad la construyen las personas que habitan en ella, que, generación tras generación, le van dando forma a través de sus biografías, recuerdos y vivencias. Sin embargo, son esos mismos protagonistas de carne y hueso los que con sus manos y esfuerzo también han hecho posible la existencia de los grandes monumentos que son testigos y partícipes del devenir de los tiempos de una población. En Cádiz, su imponente catedral es el ejemplo perfecto de que estos tesoros artísticos, históricos y culturales reflejan la trayectoria de una determinada sociedad. Consagrada a la Santa Cruz sobre las Aguas y también conocida como Catedral Nueva, es un magnífico templo católico que, iniciado en estilo Barroco, fue finalizado siguiendo las trazas del Neoclasicismo.

116 años después de la colocación de la primera piedra, los gaditanos pudieron al fin ver terminada la gran obra que fue, es y será su catedral, que quiso reflejar el esplendor económico, social y político de su ciudad en el siglo XVIII, pero que acabó siendo el testigo vivo de la caída de esa misma gloria. De hecho, las propias piedras que sostienen su arquitectura nos lo narran. Tres siglos después del inicio de su construcción, la Catedral de la Santa Cruz sobre las Aguas sigue siendo todavía uno de los grandes tesoros no solo de Cádiz, sino de todo el Atlántico, de un océano que es el alfa y omega de la que muchos afirman que es la ciudad más antigua de Occidente. Descubre a continuación la historia, las curiosidades y lo que te espera en tu visita a la Catedral Nueva de Cádiz.

Historia de la Catedral de Cádiz

Dado que la catedral es la sede de un obispo, la historia de una iglesia que tiene esta categoría se inicia con la constitución de la diócesis. En el caso de la creación del Obispado de Cádiz, tuvo lugar el 23 de agosto de 1263 por medio de Bula del Papa Urbano IV. Sin embargo, esta designación de la Santa Sede se limitó a cumplir los designios del Rey Alfonso X de Castilla, más conocido como «El Sabio», quien deseaba que la recién conquistada ciudad gaditana fuese la capital de una diócesis propia e independiente de la de Sevilla. Gracias al monarca castellano, había comenzado precisamente la construcción de la Iglesia de Santa Cruz sobre el solar de una anterior mezquita, alrededor de 1262, pasando a ser este templo la sede del Obispo y, por tanto, la catedral de la ciudad. No obstante, las vicisitudes del tiempo quisieron que, actualmente, sea de nuevo una iglesia más de la ciudad.

Catedrales Vieja y Nueva de Cádiz, en primer y segundo plano, respectivamente

La construcción de la Catedral Vieja de Cádiz

La Catedral de Santa Cruz construida por disposición de Alfonso X seguía los preceptos del estilo gótico y los matices del mudéjar. Actualmente hablamos de este edificio en pasado porque su historia no tuvo un largo recorrido, dado que fue objetivo de la Toma de Cádiz de 1596. Este acontecimiento bélico tuvo lugar dentro de la Guerra Anglo-Española desarrollada entre 1585-1604 y no solo enfrentó a dos poderosos reinos y sus monarcas, Isabel I de Inglaterra y Felipe II de España, sino también a dos ramas del Cristianismo: el Protestantismo inglés y el férreo Catolicismo abanderado por Las Españas. En medio de la contienda, Cádiz fue atacada por los ingleses con el apoyo de las fuerzas holandesas, siendo incendiada gran parte de la ciudad.

Detalle de la «Vista de Cádiz» de 1567, de Anton van den Wyngaerde, centrado en la Catedral Vieja. Fuente: Centro Universitario Cardenal Cisneros

Entre las pérdidas patrimoniales de la Toma de Cádiz de 1596 se contabilizó la catedral construida por orden de Alfonso X y donde el Rey castellano deseaba ser enterrado, aunque hoy en día descanse en la Capilla Real de la Catedral de Sevilla. De las trazas originales góticas del monumento solo se conserva actualmente la Capilla Bautismal, levantada a finales del siglo XV. Del mismo modo, su torre campanario, hoy parte de la Casa de la Contaduría, también pudo salvarse de la posterior reconstrucción que tuvo que llevarse a cabo a partir de 1606, aprovechando el mismo espacio y algunos muros.

Torre campanario de la Catedral Vieja y cúpula de la Catedral Nueva de Cádiz

El resultado de la reconstrucción fue una catedral sencilla exteriormente y espectacular y sorprendente en su interior. Hoy en día, este edificio de corte barroco está declarado Bien de Interés Cultural. Sin embargo, actualmente no es la sede del obispo, sino una parroquia más de la ciudad. ¿El motivo? Se decidió levantar un nuevo templo catedralicio en 1722. A pesar de la pérdida de esta distinción, la población gaditana honra a la Iglesia de Santa Cruz con el sobrenombre popular de Catedral Vieja, en recuerdo de la función que un día tuvo.

Una nueva y definitiva catedral para Cádiz

Los ataques que sufrió Cádiz como consecuencia de las incursiones inglesas mermaron su economía. Sin embargo, el 12 de mayo de 1717 la suerte de la ciudad cambió radicalmente. Ese mismo año, se decidió llevar a cabo el traslado de la Casa de Contratación desde Sevilla; es decir, la institución que regulaba el comercio con el Nuevo Mundo pasó a establecerse en Cádiz, un punto estratégico en el Atlántico. Dada la nueva coyuntura, Lorenzo Armengual de la Mota, Obispo gaditano en aquel momento, promovió la construcción de un nuevo templo catedralicio que estuviera a la altura del poderoso estatus que había adquirido Cádiz.

Fachada principal de la Catedral de la Santa Cruz, en Cádiz

El 3 de mayo de 1722, coincidiendo con la festividad de la Invención de la Santa Cruz, se colocó la primera piedra del nuevo templo, que tomó precisamente esa misma advocación, Santa Cruz, heredada también de la anterior catedral, que a la finalización de las obras pasaría a convertirse en una parroquia, como así ocurrió. El proyecto había sido encomendado al arquitecto cántabro Vicente Acero, que había trabajado en la Catedral de Guadix. El maestro quiso conjugar tradición y modernidad, presentando un novedoso diseño barroco de portentosas dimensiones que fue aceptado. Sin embargo, pronto comenzaron las discrepancias con el Obispado cuando otros arquitectos empezaron a criticar la magnitud del mismo o la imposibilidad de realizarlo. Todo ello conduciría a la dimisión de Acero años después, cuyo recuerdo pervive en la Calle Arquitecto Acero, cercana al propio templo.

Alzado de la fachada de la catedral de Cádiz diseñado por Vicente Acero, a partir de los planos conservados en la Biblioteca Nacional

La dimisión del gran maestro de la catedral gaditana dio paso a un período en el que se sucedieron diversos arquitectos que también quisieron dejar su huella en este impresionante monumento, destacando nombres como Gaspar Cayón y su sobrino Torcuato, Miguel Olivares, Manuel Machuca y Juan Daura, el último que intervino en el templo. Conforme los años avanzaban, también lo hacían los estilos artísticos, por lo que la Catedral de Santa Cruz acabó siendo reflejo del gusto neoclásico en su exterior, manteniendo el halo barroco y rococó del que se originó en buena parte de su interior.

Un templete neoclásico constituye el Altar Mayor de la Catedral Nueva de Cádiz

El 28 de noviembre de 1838, después de más de un siglo de obras, «y con la asistencia de Dios, los auxilios del Cabildo secular, las oblaciones y limosnas de todas las clases del vecindario y las ofrendas de muchos forasteros», se dio por concluida la Santa Iglesia Catedral de Cádiz con el acto de consagración del nuevo templo. Sin duda, esto supuso todo un acontecimiento para la ciudad, que vio por fin cumplido su sueño de contar con una catedral que verdaderamente reflejase su poder sobre el Atlántico, convirtiéndose así en un tesoro emergido de este océano que siempre ha marcado el ritmo y la evolución de la ciudad.

Campanario de la Catedral Nueva y vista de Cádiz desde la Torre del Reloj del propio templo

Hoy en día, la Catedral Nueva sigue siendo el gran monumento de Cádiz y su símbolo artístico por excelencia, además de protagonista de su vida cultural, especialmente en Semana Santa, cuando los pasos de las cofradías se adentran en el templo para realizar sus estaciones de penitencia. El templo ha sabido integrarse en la oferta turística gaditana ofreciendo no solo visitas al mismo, sino la posibilidad de subir hasta la Torre de Poniente y contemplar desde ella la arquitectura de la obra, así como la mejor panorámica de toda la ciudad.

Curiosidades de la Catedral de Cádiz

Una vez que hemos repasado la historia de la Catedral Nueva de Cádiz, es hora de descubrir algunas de las curiosidades que los visitantes no pueden perder de vista a la hora de adentrarse en este portentoso templo de la Diócesis de Cádiz-Ceuta. Todos estos detalles que vamos a enumerar a continuación hacen posible que el templo catedralicio de la Santa Cruz sobre las Aguas sea todavía más especial y mágico de lo que de por sí ya es.

Cripta de la catedral

Uno de los espacios más sorprendentes de la Catedral de Cádiz es la cripta. Su construcción tuvo lugar entre 1730 y 1732 y es fruto del amplio conocimiento matemático y arquitectónico de Vicente Acero. Construida en piedra ostionera, su forma circular se consigue a través de una impresionante bóveda prácticamente plana, siendo uno de los detalles que más llama la atención de los visitantes. Conformada por diversas capillas, en ella reposan gaditanos ilustres de la talla del compositor Manuel de Falla. Sin embargo, el gran enigma de la cripta va mucho más allá.

Cripta de la Catedral Nueva de Cádiz

El secreto de la cripta de la catedral gaditana radica en su ubicación. No nos referimos a que evidentemente se encuentre en las profundidades del templo, concretamente bajo el altar mayor, sino que lo que de verdad le hace especial es estar situada por debajo del nivel del mar. Este detalle explica el ambiente frío y húmedo que se aprecia al recorrerla. De hecho, hay quienes aseguran que si se tocan sus muros se puede llegar a sentir el movimiento de las olas del mar. Verdaderamente, nadie puede negar que la Catedral Nueva de Cádiz no sea un verdadero tesoro emergido del Atlántico.

Diversidad de piedra

Otra de las curiosidades que tenemos que señalar de la Catedral de Santa Cruz sobre las Aguas son los diferentes tipos de piedra que se utilizaron para llevar a cabo su construcción a lo largo de los 116 años que se extendió. Sin embargo, esto no responde a una justificación artística, sino que dicha diversidad pétrea es el reflejo de la propia historia y evolución del monumento. Desde piedras más valiosas, hasta otras más sencillas y humildes, esta disparidad de estilo se aprecia mayoritariamente en la arquitectura exterior de la catedral.

Detalle de la fachada de la Catedral de Cádiz y los tres tipos de piedra que la sostienen

Como hemos comentado con anterioridad, la construcción de la nueva catedral de Cádiz respondió a la necesidad de demostrar material y físicamente el poderío de una ciudad que miraba al Atlántico. Es por ello que, aunque comenzó a ser construida con mármol, como así se aprecia en ese primer cuerpo, pronto hubo que dar paso a la piedra ostionera, un tipo de roca endémica y propia de Cádiz y su entorno, muy porosa y formada en parte por restos de conchas marinas. Este tipo de piedra, humilde y bastante más económica que el mármol, se alternó también con la caliza como consecuencia de la falta de fondos para proseguir el magnífico proyecto. El resultado es ese juego de colores que contemplamos todavía hoy en su arquitectura, una arquitectura que, en definitiva, también nos habla de la historia del templo.

La maldición de la sal

Una de las primeras preguntas que hacen los visitantes de la Catedral Nueva de Cádiz es por qué una inmensa red cubre sus techumbres. La respuesta la encontramos en la que popularmente se conoce como maldición de la sal; es decir, el templo catedralicio sufre riesgo de desprendimientos a lo largo de sus 3.000 metros cuadrados de cubiertas. El problema se remonta al mismo momento en que finalizó su construcción y se consagró, cuando escritos de la época, como los del canónigo Domingo González Villanueva, ya constató tres meses después de aquel acontecimiento que caían trozos de piedra de las bóvedas.

La Catedral de Cádiz está cubierta por una inmensa malla para evitar la caída de las piedras de sus cubiertas

La maldición de la sal se debe a los problemas económicos que se vivieron para finalizar las obras de la catedral, que provocaron el empleo de materiales como arena de playa para realizar los morteros o la propia piedra ostionera. En ambos casos, el contenido en sal es alto, lo que provoca que la humedad de la ciudad la disuelva y, al solidificarse de nuevo, aumente su volumen y tengan lugar esas caídas de piedras debido a las roturas. De hecho, y a causa de este problema, la catedral estuvo 16 años cerrada en el siglo XX, hasta que en la década de los 80 se reabrió al colocar la inmensa malla que cubre todas sus techumbres, a la espera de contar con los recursos económicos necesarios que permitan rehabilitar la catedral y poner fin a la maldición de la sal, para evitar que un día el monumento acabe derrumbándose.

Custodia procesional

Aunque el día del Corpus Christi es especialmente relevante en ciudades como Toledo, cuyas celebraciones están declaradas de Interés Turístico Internacional, también es una festividad importante en otros puntos de España, como así ocurre en la propia Cádiz. Todavía hoy, las calles de la ciudad se engalanan ricamente y las iglesias preparan altares a sus puertas para la magna procesión que parte de la propia catedral, viéndose acompañado el Santísimo Sacramento de los Patrones gaditanos, San Servando y San Germán, además de la Patrona, Nuestra Señora del Rosario, siendo una de las dos ocasiones anuales que sale en procesión.

La importancia del Corpus Christi en Cádiz se refleja precisamente en la custodia procesional que se expone en la Catedral Nueva, una de las obras de orfebrería más importantes de las conservadas en la ciudad. Se trata de una joya del arte realizada en 1664 por el gaditano Antonio Suárez que pesa 390 kilos y alcanza los 5,47 metros de altura, en contraposición de los 3 metros de la de Toledo. Este último dato, junto con su historia, la convierte en más especial todavía, al poder presumir Cádiz de tener la custodia procesional más alta de España. Además, el denominado «cogollo» de la pieza, es decir, la propia custodia interior, se atribuye a Enrique de Arfe y su origen data de la primera mitad del siglo XVI.

Ecce Homo de ‘La Roldana’

Como toda catedral, la de Cádiz no es ninguna excepción y también atesora importantes piezas de arte sacro. La joya del templo es el Ecce Homo de la Capilla de San Sebastián, realizado por Luisa Roldán. Además de por su riqueza artística, su valor reside también en que se trata de la primera obra perfectamente documentada de esta artista, una de las grandes manos del Barroco andaluz, gracias al documento encontrado durante su restauración en la década de los años 80 del pasado siglo XX y en donde la propia escultora detalla su autoría.

La Catedral de Santa Cruz sobre las Aguas no es solo el principal monumento de Cádiz, sino también un verdadero tesoro emergido del Atlántico, reflejo del poder de una urbe milenaria que vivió su mayor esplendor gracias al descubrimiento del Nuevo Mundo. Recorrer sus diversas capillas, adentrarse en su espectacular cripta y subir hasta la Torre de Poniente para contemplar la mejor panorámica de la ciudad más antigua de Occidente. Sin duda, este espectacular templo Barroco y Neoclásico nos hace sentir unos auténticos #turistaenmipaís.

J.

REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS

FIERRO CUBIELLA, J. A. (1992). La Catedral Vieja de Cádiz. Un enigma histórico-arqueológico. Anales de la Universidad de Cádiz (9-10), 89-100. Recuperado de: https://rodin.uca.es/bitstream/handle/10498/11449/14092165.pdf?sequence=1&isAllowed=y

MARÍAS FRANCO, F. (2007). La Catedral de Cádiz de Vicente Acero: la provocación de la arquitectura «crespa». Anuario del Departamento de Historia y Teoría del Arte de la UAM (XIX), 79-103. Recuperado de: https://repositorio.uam.es/bitstream/handle/10486/874/20050_5.pdf?sequence=1

La Procesión General de la Sagrada Pasión del Redentor, momento cumbre de la Semana Santa de Valladolid

El arte sacro es una de las producciones artísticas de mayor impacto en España. En lo que a escultura se refiere, diversos imagineros se han servido de su gubia a lo largo de los siglos para dar forma a algunos de los pasajes más importantes de la vida de Cristo. Despertando la admiración del pueblo, fueron reclamados por cofradías y hermandades penitenciales para que reflejasen en sus obras la Pasión, Muerte y Resurrección de Jesucristo. Hoy en día, esta herencia cultural la podemos contemplar en museos e iglesias repartidos por todo el país. Sin embargo, hay ciudades que destacan especialmente por conservar un gran número de estas joyas artísticas, como así ocurre en Valladolid.

La ciudad del Pisuerga atesora la colección de esculturas en madera policromada más importante del mundo. Juan de Juni, Gregorio Fernández, Pedro de Ávila, Francisco del Rincón o José de Rozas son algunos de los nombres que van íntimamente ligados a la Escuela Castellana y, especialmente, a la Pasión vallisoletana. Con sus manos dieron forma a la madera, convirtiéndola en obras de arte que acabaron siendo imágenes de fervor y devoción popular, cobrando auténtica vida con el embrujo de la primera Luna llena de primavera en su discurrir silencioso y solemne por las calles de Valladolid. Ese mágico momento todavía hoy se sigue sucediendo, especialmente la tarde de Viernes Santo, donde una única procesión congrega a 33 pasos que abarcan del siglo XVI al XXI, alumbrados por las 20 cofradías penitenciales existentes en la ciudad. Descubre a continuación la historia y configuración de la Procesión General de la Sagrada Pasión del Redentor.

La identidad de la Semana Santa de Valladolid

Cuando hablamos de la Semana Santa en España, es imposible no pensar en las multitudinarias y exuberantes procesiones de las ciudades andaluzas, que contrastan con el recogimiento y el silencio propio de los desfiles procesionales del tercio norte de España. En este último grupo, destaca especialmente Valladolid, cuyas procesiones tienen diversas características que las convierten en únicas respecto de todas las demás que podamos contemplar a lo largo y ancho del país.

«Monumento al cofrade», homenaje a la Semana Santa de Valladolid junto a la Iglesia de la Antigua

Históricamente, la ciudad del Pisuerga siempre ha destacado por su tradición cofrade, contando todavía con agrupaciones cuyo origen se remonta a los siglos XV-XVI. Tal es el caso de la Cofradía Penitencial de la Santa Vera Cruz, cuya existencia ya se documentaba en 1498, siendo la más antigua de Valladolid. Actualmente, 20 cofradías penitenciales organizan la Semana Santa vallisoletana, muchas de ellas fundadas también a lo largo del siglo XX, cuando se ha llevado a cabo progresivamente la reorganización de sus procesiones, actos y desfiles, un proceso que continúa en la actualidad, introduciendo cada año cambios y novedades, pero que no provocan la pérdida de sus señas de identidad, ganándose la atención de devotos, turistas y visitantes.

La principal característica de la Semana Santa de Valladolid es palpable a la hora de contemplar sus pasos, que reciben este nombre en contraposición del término «trono» que se utiliza en otras partes de España, como en Málaga. En ellos se sitúan imágenes de bulto redondo, realizadas en madera policromada, que no se visten con ropajes u otros completemos textiles, mostrando la talla al completo. Esto no implica, sin embargo, que no veamos en la Semana Santa vallisoletana representaciones de candelero y de vestir, como Nuestra Señora de la Soledad de la Orden Franciscana Seglar, del siglo XVII, pero verdaderamente son excepciones muy puntuales.

«La Quinta Angustia», obra de Gregorio Fernández (1625) que procesiona la Cofradía de la Piedad

Otra de las características de la Semana Santa de Valladolid la encontramos en que las diversas cofradías representan con sus imágenes la totalidad de los pasajes de la Pasión, Muerte y Resurrección de Jesucristo, abarcando desde la Entrada Triunfal en Jerusalén, pasando por la Oración del Huerto, el Calvario o la Soledad de la Virgen, hasta la propia Resurrección. En definitiva, la escultura sirve de verdadero catecismo, algo que se observa a la perfección con la Cofradía de las Siete Palabras, que procesiona siete pasos de crucificados cuya finalidad es representar con cada uno de ellos las siete últimas palabras que Cristo pronunció en la crucifixión.

Cristo de las Mercedes, de Pompeo Leoni (ca. 1550-1600), de la Cofradía de las Siete Palabras

La representación de todos los pasajes de la Pasión distingue a Valladolid de otras ciudades del país, especialmente andaluzas, donde la tradición responde a que cada hermandad saque a la calle una imagen de Cristo y, detrás de la misma, una de la Virgen en actitud Dolorosa o de Soledad. Además, estas últimas tallas marianas suelen estar en un paso o trono bajo palio, mientras que en Valladolid hay ausencia total de este característico dosel, no existiendo, hasta el momento, ninguna Cofradía que procesione una Virgen de esa forma.

«Camino del Calvario», de Gregorio Fernández (1614), expuesta en el Museo Nacional de Escultura y que procesiona el Viernes Santo. Fuente: Museo Nacional de Escultura

Otra de las señas de identidad de la Semana Santa de Valladolid la encontramos en la forma de procesionar sus pasos. Aunque en los últimos años varias cofradías están retomando la tradición de portarlos en andas, todavía se mantiene la modalidad de transportarlos también con ruedas, principalmente aquellos que participan en la Procesión General de la tarde de Viernes Santo. Finalmente, cabe señalar que Valladolid puede presumir de que anualmente el Ministerio de Cultura cede varias tallas del Museo Nacional de Escultura para que las alumbren sus cofradías, que abandonan por unas horas sus vitrinas para desfilar por las calles y cumplir con la función para la que fueron creadas. En relación con lo anterior, señalar que estos pasos siempre procesionan en ruedas por motivos de seguridad.

De la Procesión del Santo Entierro a la General

A pesar de que la actividad de las cofradías penitenciales de Valladolid se remontaba a los siglos XV-XVI, las procesiones entraron en un período de decadencia a lo largo del XVIII. Las valiosas y exquisitas imágenes salidas de la gubia de los grandes imagineros de la Escuela Castellana permanecían en los altares de sus iglesias y capillas a lo largo de todo el año, pero también en muchas ocasiones durante los días de Semana Santa. Sin embargo, el recuerdo del esplendor de la Pasión vallisoletana fue transmitiéndose de generación en generación y nunca se olvidó, anhelando tanto los cofrades como la población en general que un día se recuperase, como así acabó sucediendo a partir de 1810.

La Plaza de San Pablo a mediados del siglo XIX, pintada por Valentín Carderera. Fuente: Mis Museos

Durante la ocupación francesa de España, el General Kellerman tenía encomendado el gobierno sobre Valladolid, Palencia, León, Toro y Zamora, estando establecido en el Palacio Real de la ciudad del Pisuerga. Hasta él llegaron los ecos del pasado, de la solemnidad y grandeza de la Semana Santa vallisoletana que tenía por protagonista a las joyas del arte de madera policromada. Para ello, y apoyándose en José Timoteo, que no solo era comisario de policía, sino que también formaba parte de varias cofradías penitenciales, ordenó que se procediera a reorganizar los desfiles procesionales, centrándose en el Viernes Santo. Aquella decisión marcaría un antes y un después en la historia de la Pasión de Valladolid.

El 21 de abril de 1810, a las 18h00, se reunieron las 5 cofradías históricas de Valladolid en la Iglesia Penitencial de las Angustias, dando comienzo a la Procesión del Santo Entierro. Se trata del antecedente directo de la actual Procesión General de la Sagrada Pasión del Redentor que se celebra también cada Viernes Santo. En aquel extraordinario desfile, que también atravesó la Plaza Mayor como ocurre en la actualidad, las cofradías de la Piedad, Jesús, Pasión, Vera Cruz y Angustias alumbraron los siguientes 8 pasos: Oración del Huerto, Atado a la Columna, Ecce Homo o Cristo del Gallo, Jesús Nazareno, Cristo crucificado, Descendimiento, Cristo Yacente y Virgen de los Cuchillos o de las Angustias.

Gregorio Fernández talló el conjunto del Descendimiento en 1623 para la Cofradía de la Vera Cruz

Un año después, la Procesión de Santo Entierro volvió a repetirse, pero pronto comenzó a difuminarse de nuevo, alternándose con las procesiones de Regla de las cofradías. El punto de inflexión definitivo llegó en 1922, de la mano del Arzobispo Remigio Gandásegui. Aquel año no salió a causa de la lluvia, estrenándose al siguiente, cuando se organizó la gran Procesión General de Viernes Santo, pilar fundamental de la reformada Semana Santa de Valladolid, que recuperó su majestuosidad, mantenida hasta la actualidad. De hecho, la Pasión vallisoletana está declarada de Interés Turístico Internacional y fue la primera Semana Santa de España que alcanzó esta importante distinción.

A lo largo del siglo XX, y sobre todo tras finalizar la Guerra Civil, se terminó de configurar la procesión de Viernes Santo, añadiendo nuevas cofradías que fueron surgiendo de forma paulatina, alumbrando históricos pasos o dando lugar a la ejecución de otros nuevos, pero tratando de priorizar lo primero. En 1946, adoptó su actual denominación: Procesión General de la Sagrada Pasión del Redentor.

La Procesión General de la Sagrada Pasión del Redentor en la actualidad

Desde su origen en 1810, atravesando por su posterior refundación en 1922, la Procesión General de la Sagrada Pasión del Redentor ha ido incorporando sucesivamente pasos y cofradías, hasta consagrarse hoy en día como uno de los desfiles procesionales más importantes de España. Sin duda, es un acontecimiento imprescindible para los amantes del arte sacro y la Semana Santa, al congregar a 20 cofradías que alumbran un total de 33 imágenes y conjuntos escultóricos, recorriendo la Pasión y Muerte de Cristo al completo.

Itinerario de la Procesión General de la Sagrada Pasión del Redentor de Valladolid

Al igual que ocurrió en la procesión de 1810, la actual Procesión General de Viernes Santo de Valladolid también comienza en la Iglesia Penitencial de Las Angustias, frente al Teatro Calderón. Allí empiezan a desfilar los 33 pasos, abriendo el cortejo la cruz y ciriales de la Catedral Metropolitana. Todas las cofradías portan sus imágenes a ruedas durante esta procesión y se dirigen hacia la Plaza Mayor, donde se producen las estampas más sobrecogedoras. También la Calle Santiago o Miguel Íscar son puntos donde poder contemplar al completo el cortejo procesional.

La Virgen de las Angustias, obra magna de Juan de Juni (ca. 1561), cierra la procesión. Fuente: Javier Balandrón

Aunque la carrera oficial de la Procesión General de la Sagrada Pasión del Redentor finaliza en Cánovas del Castillo, verdaderamente se da por concluida cuando, al regresar Nuestra Señora de las Angustias a su Iglesia Penitencial, se canta la Salve Popular ante la imagen. Esta Virgen, que cierra la procesión al representar la soledad de María, es la que más devoción despierta entre los vallisoletanos, lo que hace que se le conozca como Señora de Valladolid. Además de eso, es una de las tallas más antiguas de las que procesionan en Semana Santa, siendo ejecutada por Juan de Juni en torno a 1561, inspirándose en el sufrimiento de su hija enferma para esculpirla. Sin duda, todo un tesoro del arte renacentista.

Cofraías y pasos de la Procesión General

La Procesión General de la Sagrada Pasión del Redentor es un verdadero museo al aire libre en el que las 20 cofradías penitenciales de Valladolid exhiben las más valiosas tallas de madera policromada de todo el orbe cristiano. Además, es la procesión más pura y vallisoletana de cuantas suceden a lo largo de la Semana Santa en la ciudad, al reunir todas las señas de identidad que previamente hemos comentado: todas las esculturas son de bulto redondo, las imágenes van en pasos de ruedas y predomina el más absoluto recogimiento para remarcar el luto por la muerte de Cristo, destacando que, por ejemplo, las imágenes de la Virgen son desposeídas en algunos casos de sus coronas y enseres de realeza para enfatizar su dolor y soledad.

La Dolorosa de la Vera Cruz, durante la Procesión General a su paso por la Plaza Mayor. Fuente: Gabriel Villamil

A continuación, recogemos los 33 pasos que participan en la Procesión General de Viernes Santo de Valladolid, ordenados en función de la cofradía que los alumbra, para que así puedas identificarlos mientras los contemplas en vivo y en directo.

1. Cofradía Penitencial y Sacramental de la Sagrada Cena

  • Jesús de la Esperanza (Juan Guraya, 1946)
  • La Sagrada Cena (Juan Guraya, 1946)
La Cofradía de la Sagrada Cena es la primera en desfilar en la Procesión General

2. Cofradía Penitencial de la Oración del Huerto y San Pascual Bailón

  • La Oración del Huerto (Andrés Solanes, 1629)
  • El Prendimiento (Miguel Ángel Tapia, 1995-2011)

3. Cofradía Penitencial de Nuestro Padre Jesús Resucitado y María Santísima de la Alegría

  • Las Lágrimas de San Pedro (Pedro de Ávila, 1720)

4. Hermandad Penitencial de Nuestro Padre Jesús atado la columna

  • Preparativos para la flagelación (José Antonio Hernández, 2004)
  • La flagelación del Señor (Escuela Castellana, ca. 1650, cedido por el Museo Nacional de Escultura)
  • El Señor atado a la columna (Gregorio Fernández, 1619)
El Señor atado a la columna, de Gregorio Fernández, puede ser visitado durante el año en la Iglesia de la Vera Cruz

5. Hermandad del Santo Cristo de los Artilleros

  • Ecce Homo (Gregorio Fernández, 1620)

6. Insigne Cofradía Penitencial de Nuestro Padre Jesús Nazareno

  • Nuestro Padre Jesús Nazareno (Escuela Castellana, ca. 1662)
Nuestro Padre Jesús Nazareno es una de las imágenes cristíferas que más devoción despiertan en Valladolid

7. Real Cofradía Penitencial del Santísimo Cristo del Despojo, Cristo Camino del Calvario y Nuestra Señora de la Amargura

  • Camino del Calvario (Gregorio Fernández, 1614, conjunto cedido por el Museo Nacional de Escultura)
  • Preparativos para la crucifixión (Juan de Ávila, 1679, conjunto cedido por el Museo Nacional de Escultura)
  • Santísimo Cristo del Despojo (José Antonio Hernández, 1993)

8. Cofradía Penitencial de la Sagrada Pasión de Cristo

  • Cristo del Perdón (Bernardo del Rincón, 1656)

9. Cofradía de la Exaltación de la Santa Cruz y Nuestra Señora de los Dolores

  • La Elevación de la Cruz (Francisco del Rincón, 1604, conjunto cedido por el Museo Nacional de Escultura)
La Elevación de la Cruz es uno de los pasos cedidos por el Museo Nacional de Escultura para la procesión

10. Cofradía de las Siete Palabras

  • Padre, perdónales porque no saben lo que hacen – Cristo de los Trabajos (Gregorio Fernández, 1610, y Andrés Solanes, ca. 1629, conjunto cedido por el Museo Nacional de Escultura)
  • Hoy estarás conmigo en el Paraíso – Cristo de las Batallas (Francisco del Rincón, ca. 1606)
  • Madre, ahí tienes a tu hijo – Cristo de Zaratán (Gregorio Fernández, ca. 1607-1621).
  • Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado) – Crucificado (Escuela Castellana, ca. 1525-1550, cedido por el Museo Nacional de Escultura)
  • Sed tengo (Gregorio Fernández, ca. 1612, conjunto cedido por el Museo Nacional de Escultura)
  • Todo está consumado – Cristo de la Dolorosa de Bercero (Escuela Castellana, siglo XVII)
  • En tus manos encomiendo mi espíritu – Cristo de las Mercedes (Pompeo Leoni, ca. 1550-1600)

11. Hermandad Universitaria del Santo Cristo de la Luz

  • Santo Cristo de la Luz (Gregorio Fernández, ca. 1630)
El Cristo de la Luz es conocido como «La perla de Gregorio Fernández», al ser una de las obras más sublimes del escultor

12. Real y Venerable Cofradía de la Preciosísima Sangre de Nuestro Señor Jesucristo

  • Santísimo Cristo de la Preciosísima Sangre (Lázaro Gumiel, 1953)

13. Cofradía del Discípulo Amado y Jesús de Medinaceli

  • San Juan Evangelista (Pedro de Ávila, siglo XVIII, cedido por la Catedral de Valladolid)

14. Cofradía del Descendimiento y Santísimo Cristo de la Buena Muerte

  • El Descendimiento (el conjunto es de Gregorio Fernández, 1623, salvo la Virgen, que es obra de Pedro Sedano, 1757, copia de la original de Fernández)

15. Cofradía Penitencial de la Santa Vera Cruz

  • Madre Dolorosa de la Vera Cruz (Gregorio Fernández, 1623)

16. Muy Ilustre Cofradía Penitencial de Nuestra Señora de la Piedad

  • Cristo de la Cruz a María (Antonio de Ribera y Francisco Fermín, ca. 1642, conjunto cedido por el Museo Nacional de Escultura)
  • La Quinta Angustia (Gregorio Fernández, ca. 1625)

17. Cofradía de la Orden Franciscana Seglar (VOT)

  • La Santa Cruz Desnuda (Francisco Fernández León, 1993)
La Santa Cruz Desnuda es uno de los pasos que conforman la Procesión General. Fuente: Gabriel Villamil

18. Cofradía del Santo Entierro

  • Cristo Yacente (Taller de Gregorio Fernández, ca. 1631-1636)

19. Cofradía del Santo Sepulcro y Santísimo Cristo del Consuelo

  • Santo Sepulcro o Los Durmientes (Alonso de Rozas, ca. 1674, José de Rozas, ca. 1696, y Juan de Ávila, ca. 1699, conjunto cedido por el Museo Nacional de Escultura)

20. Ilustre Cofradía Penitencial de Nuestra Señora de las Angustias

  • Nuestra Señora de las Angustias (Juan de Juni, ca. 1561)
Las Angustias, último paso de la Procesión General de la Sagrada Pasión del Redentor. Fuente: Gabriel Villamil

La vida cultural de Valladolid no se entendería sin su Semana Santa. La grandeza de sus conjuntos procesionales, labrados por los más sublimes maestros de la Escuela Castellana, se magnifica con los demás elementos que la caracterizan. Esta festividad vive su momento cumbre el Viernes Santo, con la impresionante Procesión General de la Sagrada Pasión del Redentor tan seguida y admirada por locales, visitantes y devotos. Sin embargo, desde 2014 Valladolid también desea ganarse el corazón de la UNESCO y la declaración de Patrimonio Mundial. Mientras espera ver cumplido su sueño, la Pasión vallisoletana continuará haciéndonos sentir unos auténticos #turistaenmipaís, especialmente su Procesión General.

J.

REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS

AGAPITO Y REVILLA, J. (2007). Las cofradías, las procesiones y los pasos de Semana Santa en Valladolid. Editorial Maxtor: Valladolid.

GAVILÁN DOMÍNGUEZ, E. (2005). El hechizo de la Semana Santa. Sobre el lado teatral de las procesiones de Valladolid. Trama y fondo: revista de cultura, 7-30. Recuperado de: https://uvadoc.uva.es/bitstream/handle/10324/42983/ElHechizoDeLaSemanaSanta.pdf?sequence=1

HERNÁNDEZ REDONDO, J. I. (2016). La escultura procesional vallisoletana y su influencia en Castilla y León. En Vidal Barnabé I., Castreño Donoso A. (coords.), Arte y Semana Santa, pp. 119-144. Hermandad del Cristo: Alicante.

De Granada, Yuste y Valladolid a El Escorial: el traslado de los cuerpos reales al Monasterio de San Lorenzo en 1574

Felipe II es uno de los reyes españoles que más meditó las diferentes decisiones que tuvo que tomar a lo largo de su reinado. No es de extrañar, por tanto, que haya pasado a la historia conocido como el Rey Prudente. Sin embargo, el monarca que cerró el período de los Austrias Mayores no solo reflexionaba las grandes cuestiones de Estado, sino también las que formaban parte de su esfera privada, personal y familiar. Uno de los ejemplos más sorprendentes lo encontramos precisamente con la reunión fúnebre familiar que organizó en 1574 en el Monasterio de El Escorial, que en aquel momento aún estaba en proceso de construcción.

A través de diversas cartas e instrucciones que afortunadamente han llegado hasta nuestros días, Felipe II planificó durante meses el traslado de los restos mortales de sus familiares para darles sepultura definitiva en su panteón de El Escorial. Desde cómo debían ser las honras fúnebres hasta la posición protocolaria de cada participante, midió hasta el último detalle. Y es que mientras que su padre había muerto y sido enterrado en el Monasterio de Yuste, su madre descansaba en la Capilla Real de Granada y los cuerpos de sus tías estaban repartidos por diversos puntos de Las Españas. Por ello, al avanzar la construcción del portentoso monasterio de la Sierra de Guadarrama, el Rey Prudente decidió que había llegado la hora de reunir para la eternidad a su familia.

El Escorial, arte fúnebre al servicio del poder real

La construcción del Real Monasterio de San Lorenzo de El Escorial no solo fue el capricho personal de Felipe II, su Rey fundador, sino también un instrumento más que se puso al servicio del poder de la Corona española. Desde un punto de vista político, este portentoso monumento, considerado por muchos como la Octava Maravilla del Mundo, nos recuerda para la eternidad la rotunda victoria del ejército de Las Españas sobre las tropas francesas el 10 de febrero de 1557 en la Batalla de San Quintín. Con esta victoria, Felipe II dio paso a su recién estrenado reinado por todo lo alto, pero El Escorial es mucho más que la conmemoración de este logro militar.

Detalle del fresco del «Triunfo de la Monarquía Hispánica» en la escalera principal del Monasterio de El Escorial

Desde un punto de vista simbólico, El Escorial es la culminación de la Monarquía Hispánica, tanto material como espiritualmente. Después de siglos en el que los diferentes reinos que componían Las Españas desde los albores de la Edad Media habían ido construyendo sus propias criptas reales, Felipe II cogió el testigo de las últimas voluntades de su padre, el Emperador Carlos V, y proyectó el destino definitivo y para la eternidad de la realeza española. No solo fundaba un panteón, sino que reflejaba con él el poder y la unión de la nueva Corona española; en definitiva, el arte funerario se puso al servicio de la centralización de los reinos españoles.

En un primer momento, se había pensado utilizar la Catedral de Granada como panteón para los Austrias españoles, algo que se puede apreciar al contemplar la forma del altar mayor del templo. De hecho, conforme los familiares de Carlos I iban falleciendo, como su esposa Isabel, sus cuerpos eran traslados a la Capilla Real funeraria construida por los Reyes Católicos. Sin embargo, pronto el Emperador se percató que unir su eternidad a la de sus abuelos, que habían designado Granada como lugar de enterramiento por la trascendencia que tuvo para su reinado, significaría estar siempre a la sombra de los Trastámara. Por tanto, necesitaban encontrar un lugar para perpetuar por los siglos de los siglos a la nueva dinastía de la naciente Corona de Las Españas, y ese lugar fue El Escorial de Felipe II.

Panteón de Reyes de El Escorial. Fuente: Patrimonio Nacional

El Panteón Real de El Escorial, tal y como lo contemplamos en la actualidad, no es el mismo que se diseñó en tiempos de Felipe II. La primitiva cripta sepulcral estaba situada en una bóveda debajo del altar mayor de la Basílica. Este espacio hoy en día permanece cerrado y sin la utilidad que en su momento tuvo. Reinando Felipe III se decidió dar forma al actual panteón barroco que conocemos, finalizado en tiempos de Felipe IV. 26 nichos con sus respectivos sarcófagos de mármol contienen los restos de casi todos los monarcas de España desde Carlos I hasta los Condes de Barcelona, Juan de Borbón y María de las Mercedes, del siglo XVI al XXI. Con ellos, el panteón se completó. ¿Qué pasará en el futuro? El tiempo nos lo dirá.

El traslado de los cuerpos reales en 1574

Para Felipe II, El Escorial no solo tenía que ser un monasterio, sino la Jerusalén terrenal. Restos de santos y beatos poblaron las estancias del cenobio para tratar de acercarle al mismísimo Dios, pero las mayores reliquias que atesoró el Rey Prudente fueron las de sus familiares difuntos. Un emperador, reinas, príncipes o infantes compartían la sangre azul que corría por sus venas y que les permitía, por la gracia del Altísimo, sentarse en tronos y ceñirse coronas para regir los reinos terrenales. Reuniendo a su estirpe, dispersa por los diferentes e históricos reinos españoles, Felipe II legitimaba y consolidaba el derecho de los Austrias para gobernar Las Españas.

Panorámica del Monasterio de El Escorial. Fuente: Turismo Madrid

Las obras del Real Monasterio de San Lorenzo de El Escorial comenzaron en 1562. Seis años más tarde, su fundador barajó ya la intención de llevar a cabo el traslado de los cuerpos reales de parte de sus difuntos familiares al cenobio, todavía en pleno período de construcción. Desde Granada, debían ser trasladados los cuerpos de su madre, la Emperatriz Isabel, su primera esposa, la Princesa María Manuela de Portugal, y sus dos hermanos, los infantes Fernando y Juan, muertos prematuramente; desde Mérida, el cuerpo de su tía Leonor, quien fue Reina de Francia; desde Yuste, los restos de su padre, el Emperador Carlos V; procedentes de Madrid, los cuerpos de su tercera esposa, Isabel de Valois, y de su primogénito, el Príncipe Carlos; desde Valladolid, los de su tía, la Reina María de Hungría, y desde Tordesillas los de su abuela, la Reina Juana I de Castilla, que proseguirían hasta Granada.

Situación de los cuerpos reales de la familia de Felipe II

Sin embargo, dicho deseo de reunir los restos mortales de sus familiares en El Escorial se demoró y no llegó a materializarse hasta 1573-1574. Para el Rey Prudente, que se había enfrentado a enemigos en guerras y a numerosas disputas internacionales, esta operación fue, sin embargo, una de las más complicadas de toda su vida. «Deseo mucho ver acabado este negocio, porque en mi vida traté negocio tan pesado ni trabajoso como este, por ser tan ajeno de todos los otros«, reconocía el propio monarca en una carta fechada el 21 de enero de 1574 conservada en el archivo de la Real Chancillería de Valladolid.

Un ceremonial fúnebre para la posteridad

Felipe II se encargó personalmente de preparar y dictar el protocolo que debía seguirse tanto en los traslados de los cuerpos reales a El Escorial, como el recibimiento que debía darse a los mismos al llegar al monasterio que en aquel entonces aún estaba en proceso de ser construido. Para ello, solicitó a la Real Chancillería de Granada los antecedentes sobre el ceremonial que se había seguido en el traslado de los restos de sus bisabuelos, los Reyes Católicos, o su madre, la Emperatriz Isabel, a la Capilla Real de la ciudad.

«Entierro de Isabel La Católica», de Salvador Viniegra. Fuente: Alcázar de Segovia

Con toda la información que recabó, el Rey Felipe elaboró las instrucciones para proceder a los traslados. Enviaba carta al prior del Monasterio de San Lorenzo, así como a las autoridades civiles y eclesiásticas de las ciudades desde donde debían partir los cortejos fúnebres. Gracias a todas ellas, sabemos que indicó minuciosamente la forma en que debían trasladarse los féretros, las personas que debían acompañarlos, el orden de las mismas, el número de pajes y demás personal que debía acompañarlas y, por ser preciso, hasta la cantidad de hachas de cera que debían emplear. Además, todo este protocolo establecido por el Rey Prudente sirvió de base para los grandes ceremoniales fúnebres de la Corona española en los siglos venideros.

Cuando el cortejo fúnebre llegaba a El Escorial, debía dirigirse a la Lonja del monasterio, delante de la puerta de la cocina. Allí, se debía haber levantado un estrado, donde eran recibidos con honores, como si de auténticas reliquias se tratase. Tras ello, se llevarían a la Iglesia Vieja o de Prestado; como curiosidad, este espacio había servido en un primer momento como dormitorio del Rey y se había habilitado como iglesia del monasterio en tanto en cuanto finalizaban las obras de la Basílica. En ella, se les rezaban misas y responsos durante días, antes del traslado a la cripta sepulcral situada debajo del altar de la dicha iglesia vieja.

Iglesia Vieja o de Prestado del Monasterio de El Escorial. Fuente: Patrimonio Nacional

Sin embargo, la estancia en la cripta de la Iglesia de Prestado era provisional, en tanto finalizaban las obras de la Basílica. Debajo del altar mayor de la misma, se había establecido el panteón familiar de Felipe II, de tal forma que el Emperador Carlos V descansaría exactamente debajo de donde el sacerdote decía misa, como él mismo había dispuesto en testamento. A este espacio se trasladaron el 18 de octubre de 1587. Sin embargo, no sería el definitivo. Reinando Felipe IV se inauguró el Panteón de Reyes de estilo barroco que había mandado establecer Felipe III en una capilla octogonal situada todavía más en las profundidades, desplazada respecto del altar. Allí se trasladaron los cuerpos de la familia del Rey Prudente en 1654, siendo, ya sí que sí, un traslado definitivo, ya que es donde permanecen en la actualidad.

Traslado de Isabel de Valois y el Príncipe Carlos

Antes de producirse los grandes traslados de 1574 a los que hemos hecho referencia a lo largo de todo el artículo, Felipe II parece que llevó a cabo un pequeño ensayo con la traslación de los cuerpos de su tercera esposa, la Reina Isabel de Valois, y su primogénito, el Príncipe Carlos. Ambos yacían en Madrid; mientras que ella había sido enterrada en el Convento de las Descalzas Reales tras su fallecimiento en 1568, su hijo, muerto también aquel año, fue sepultado en el Convento de Santo Domingo el Real. El cortejo se trasladó de la villa hasta El Escorial, llegando el 7 de junio de 1573. Casualmente, a finales de aquel año murió en el monasterio la Princesa Juana de Austria, hermana del Rey Prudente, iniciando a la inversa su traslado fúnebre a las Descalzas Reales, convento fundado por ella misma.

Túmulo funerario de Juana de Austria en la exposición «La Otra Corte». Fuente: Francisco Boca Negra

Los Obispos de Salamanca y Zamora, los Duques de Arcos y de Escalona, empleados de la Casa Real o soldados son algunas de las personas que Felipe II dispuso que acompañasen a los ataúdes hasta El Escorial, ordenando que fueran colocados en la cripta de la Iglesia de Prestado, tal y como ya hemos comentado. Dentro de cada una de las cajas se incluyó un documento con la identidad del personaje, sus datos de nacimiento, fallecimiento y otras notas biográficas.

Traslado de los cuerpos de la familia imperial

El 29 de diciembre de 1573, partieron desde Granada los féretros de la Emperatriz Isabel de Portugal, la Princesa María Manuela y el de los Infantes Fernando y Juan. El Obispo de Jaén y el Duque de Alcalá de los Gazules eran los máximos responsables de la custodia de los cuerpos y su traslado al Monasterio de El Escorial; una vez allí, fueron también los encargados de regresar a Granada, esta vez con el cuerpo de la Reina Juana para darle sepultura en la Capilla Real junto a su esposo y sus padres.

Cenotafios reales de Carlos V y su familia en la Basílica de El Escorial. Fuente: Patrimonio Nacional

La comitiva que partió de Granada, tal y como ordenó el propio Felipe II, debía dirigirse a Torrijos (Toledo). Durante el tiempo que permanecieron en la localidad, se depositaron en la capilla mayor del Monasterio de San Francisco, que actualmente forma parte del patrimonio desaparecido y guardaba grandes similitudes con el de San Juan de los Reyes, en Toledo. Parte de la comitiva partió desde Torrijos a Yuste, donde debían recoger los cuerpos del Emperador y su hermana, la Reina de Francia, para unirse a los del cortejo de Granada que aguardaba en las inmediaciones de Toledo.

El 15 de enero de 1574 habían sido exhumados en Mérida los restos de Leonor de Austria, enterrados en la Catedral de Santa María la Mayor, siendo trasladados hasta el Monasterio de Yuste. Allí, el Emperador Carlos V se despidió para siempre del lugar en que disfrutó sus últimos días y en el que falleció, emprendiendo junto a su hermana un último viaje. Tras reencontrarse con su esposa nuevamente en Torrijos, la familia imperial prosiguió el camino hasta el Monasterio de San Lorenzo. El 4 de febrero de 1574, el cortejo llegó a su última morada, El Escorial.

Traslado de Juana I de Castilla y María de Hungría

El 27 de enero de 1574, los restos mortales de la Reina María de Hungría abandonaron la iglesia del Real Monasterio de San Benito, en Valladolid, después de grandes y solemnes actos fúnebres. Felipe II había dispuesto todo al detalle, habiendo enviado hasta un dibujo de cómo debía disponerse la organización en el templo para las honras en honor de su tía. Tras hacer noche en Simancas, llegaron el día 28 de enero a Tordesillas, concretamente al Real Monasterio de Santa Clara. En la capilla lateral de su iglesia, estaba sepultada desde 1555 la Reina Juana I de Castilla, cuyo cuerpo también fue exhumado para incorporarse al cortejo fúnebre.

Valladolid en 1572 según un grabado de Georg Braun y Frans Hogenberg. Fuente: Wikimedia

En Tordesillas, las honras por las dos reinas se celebraron hasta el día 30 de enero, momento en el que la Reina Juana abandonó para siempre la villa en cuyo desaparecido Palacio Real estuvo cuatro décadas recluida. Tras varios días de marcha haciendo frente al arduo y frío invierno castellano, el cortejo fúnebre llegó al Monasterio de San Lorenzo el día 7 de febrero. Sin embargo, el recibimiento en la Lonja no pudo llevarse a cabo, puesto que un terrible temporal provocó la destrucción del túmulo preparado. Por ello, la Reina de Hungría fue conducida a la Iglesia de Prestado, mientras que la Reina Juana prosiguió el camino hasta la Capilla Real de Granada, encabezando la marcha el Obispo de Jaén y el Duque de Alcalá de los Gazules. Con ello, se ponía fin a este conjunto de traslados fúnebres que supusieron un negocio pesado y trabajoso para Felipe II.

Sepulcro de la Reina Juana y el Rey Felipe. Fuente: Capilla Real de Granada

Como hemos visto, Las Españas asistieron entre 1573 y 1574 al cortejo fúnebre más importante y sobrecogedor de toda su historia. Por obra y gracia de Felipe II, la exhumación de cadáveres de varios de sus familiares y su posterior traslado al Real Monasterio de San Lorenzo de El Escorial fue uno de los elementos clave para dar sentido a su magna obra, que no deja de ser reflejo del poder real y, ante todo, de la grandeza de la Monarquía Hispánica regida por la nueva dinastía de los Austrias, a la que después sucedería la de los Borbones.

Reuniendo a toda su estirpe, el Rey Prudente legitimaba su reinado y reforzaba la nueva era de la Corona española, alejada ya de los tiempos medievales. Mientras que los Habsburgo tomaron posesión de El Escorial, la última Trastámara que se sentó en el trono prosiguió el camino hasta la Capilla Real de Granada. La Reina Juana es la llave con la que se abrió el reinado de los Austrias, pero, ante todo, fue, es y será siempre la primera monarca que se ciñó por primera vez la corona de todos los reinos que componían Las Españas. Sin ella, esta historia que nos ha hecho sentir unos auténticos #turistaenmipaís nunca se hubiera podido contar. Eterna Juana.

J.

REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS

AMIGO VÁZQUEZ, L. (2014). Reliquias de una dinastía. El traslado del cuerpo de María de Hungría de Valladolid a El Escorial (1574). Felipe II y Almazarrón: la construcción local de un Imperio global. Murcia: Universidad de Murcia. Recuperado de: https://www.researchgate.net/publication/315805075_Reliquias_de_una_dinastia_El_traslado_del_cuerpo_de_Maria_de_Hungria_de_Valladolid_a_El_Escorial_1574

DUQUE DE T’SERCLAES (1912). Traslación de los cuerpos reales de Granada a San Lorenzo de El Escorial y de Valladolid a Granada. Boletín de la Real Academia de la Historia (60), 5-24. Recuperado de: http://www.cervantesvirtual.com/obra/traslacin-de-los-cuerpos-reales-de-granada-a-san-lorenzo-de-el-escorial-y-de-valladolid-a-granada-0/

Instrucciones de Felipe II a Juan Zapata, presidente de la Real Chancillería. Recuperado de: http://pares.mcu.es/ParesBusquedas20/catalogo/description/7339361

QUEVEDO, J. (1849). Historia del Real Monasterio de San Lorenzo, llamado comúnmente del Escorial, desde su origen y fundación hasta fin del año de 1848. Madrid: Establecimiento tipográfico de Mellado. Recuperado de: https://bibliotecadigital.jcyl.es/es/catalogo_imagenes/grupo.do?path=10116864

SÁNCHEZ, G. (2014). Música y liturgia en el ceremonial funerario del Real del Monasterio del Escorial, en Campos, F. J. (coord.), El mundo de los difuntos. Culto, cofradías y tradiciones. Ediciones Escurialenses. Recuperado de: https://dialnet.unirioja.es/servlet/articulo?codigo=5043940

SOTO CABA, V. (1989). Sobre los cortejos en los funerales reales del Barroco notas en torno a su origen y configuración. Boletín de Arte (10), 121-140. Recuperado de: https://www.researchgate.net/publication/269391767_Sobre_los_cortejos_en_los_funerales_reales_del_Barroco_notas_en_torno_a_su_origen_y_configuracion

Valladolid, capital de España en el siglo XVII: así floreció la ciudad del Pisuerga entre 1601-1606

El devenir de los tiempos no solo lo escriben los personajes históricos, sino también las ciudades, villas, países, reinos o los pueblos; en definitiva, lugares que nos ayudan a dar forma y sentido a la historia, al ser los escenarios en los que transcurrieron los diferentes hechos y en los que todavía podemos escuchar los ecos del pasado. Valladolid es uno de estos rincones en los que la historia brota en cada calle o monumento, una ciudad bañada por las aguas del Pisuerga que ha visto nacer a Reyes, ha visto celebrar bodas reales o ha acogido a artistas, escultores o escritores.

A pesar de haber sido una de las ciudades de España que más patrimonio ha perdido a lo largo de los últimos doscientos años, lo que explica que a día de hoy no tenga un casco histórico tan identificado y delimitado como ocurre en otras localidades, Valladolid todavía conserva grandes tesoros monumentales, artísticos y culturales que nos hablan de su importante pasado. Muchos de ellos no se entenderían sin hablar del período 1601-1606, el momento en que la capital del Pisuerga se convirtió también en sede de la Corte de Las Españas.

Valladolid en la historia

Desde que Pedro Ansúrez, repoblador y primer señor de Valladolid por la gracia del Rey Alfonso VI de León, comenzase a situar a esta ciudad de la submeseta norte en el mapa, otros muchos personajes más han ido dejando su huella inmortal en ella. Desde reyes y reinas, hasta escritores, pintores o escultores.

La Plaza de San Pablo a mediados del siglo XIX, pintada por Valentín Carderera. Fuente: Mis Museos

En numerosas ocasiones, Valladolid sirvió de sede de la entonces Corte itinerante de la Monarquía medieval castellana. Cabe destacar precisamente que en 1217, Fernando III fue proclamado Rey de Castilla en la Plaza Mayor pucelana, Rey que consiguió unificar dinástica y definitivamente las coronas de León y Castilla. La ciudad del Pisuerga también ha visto nacer a numerosos monarcas, desde Enrique I de Castilla, Enrique IV de Castilla, hasta los reyes Felipe II y Felipe IV. No hay que olvidar tampoco que en Valladolid contrajeron matrimonio los Reyes Católicos, Isabel y Fernando, cuya unión marcó un punto de inflexión en la historia de España. Otros hechos que también son destacables son la muerte de Cristóbal Colón o el paso de Juan de Juni, Miguel de Cervantes o Rubens, entre otros grandes artistas.

Bautizo de Felipe II, celebrado en la Iglesia de San Pablo de Valladolid. Fuente: Wikimedia

Sin embargo, para Valladolid el antes y el después en su propia historia se vivió durante el período en que fue confirmada oficialmente como capital de Las Españas, bajo el reinado de Felipe III. Aunque solamente fueron 5 años ostentando la capitalidad, fue tiempo suficiente para que floreciese el urbanismo, la cultura o el arte, pero también la política o las intrigas.

Capitalidad de Valladolid

El 10 de enero de 1601, la sede de la Corte se traslada de Madrid a Valladolid por disposición real de Felipe III, quien ya había realizado una visita en julio de 1600 en la que la población pucelana le agasajó de manera extraordinaria. De hecho, la ciudad del Pisuerga fue la capital de Las Españas hasta marzo de 1606. La adopción de esta decisión por parte del Monarca se debió a un gran proyecto de especulación urbanística, uno de los tantos de nuestra historia. Sin embargo, Francisco de Sandoval y Rojas, Duque de Lerma y valido del Rey, se encontraba detrás de esta operación. El noble había adquirido numerosos terrenos y propiedades en Valladolid a un precio muy bajo, que se revalorizaron exponencialmente cuando el Rey trasladó a la ciudad del Pisuerga la capital y Corte de Las Españas. Negocio redondo.

Detalle del retrato de Felipe III a caballo. Fuente: Museo Nacional del Prado

En la decisión puede que influyera también que el Duque de Lerma quisiera tener más controlado a Felipe III desde sus señoríos y alejarle del influjo de su tía, María de Austria. La hija de Felipe II residía en el Real Monasterio de las Descalzas Reales de Madrid, que había sido fundado por su hermana Juana de Austria, y no era partidaria de la política del valido.

Fachada del Palacio Real de Valladolid. Fuente: Félix Maocho

Felipe III y su familia llegaron a Valladolid en febrero de 1601. Hasta finales de ese año, se alojaron en el Palacio de los Pimentel, que vio nacer a su padre Felipe II, en la Plaza de San Pablo. Sin embargo, posteriormente tomaron posesión del Palacio Real, que está situado frente a esta misma iglesia. La residencia había sido construida por Francisco de los Cobos, Secretario de Carlos V, hacia 1525. Sin embargo, fue adquirido y ampliado por el Duque de Lerma en 1600, vendiéndoselo un año después a Felipe III, siendo el lugar que acogió a la Familia Real hasta 1606.

Dibujo del Palacio de la Ribera, de Ventura Pérez. Fuente: Wikimedia

El crecimiento urbanístico de Valladolid al ser elevado a la categoría de capital del Reino también se reflejó en la orilla derecha del Pisuerga. En 1602, en la Huerta del Rey, comenzó la construcción del Palacio de la Ribera, como residencia estival para la Familia Real. Las obras, en las que intervinieron Francisco de Mora, entre otros arquitectos, finalizaron en 1605, un año antes de que la Corte volviera a Madrid. Dicho palacio no ha llegado a nuestros días, ya que fue desmantelado en 1761, pasando a engrosar la lista del patrimonio desaparecido de la ciudad.

El renacer de la ciudad

Durante el período en el que Valladolid fue capital de España, la ciudad creció exponencialmente y llegó a alcanzar los 70.000 habitantes. Nobles, comerciantes y multitud de personas se desplazaron hasta este rincón de Castilla para dar servicio a la Corte de Felipe III. Durante aquellos cinco años, fue el centro de las miradas de todos los reinos españoles, y no es de extrañar, pues en este tiempo nacieron en ella Ana de Austria, futura Reina de Francia, y el propio sucesor de Felipe III, Felipe IV, un 8 de abril de 1605. Sin embargo, hasta la capital pucelana llegaron también genios y artistas, como Gregorio Fernández, Miguel de Cervantes, Rubens, Quevedo o Luis de Góngora, entre otros.

El paso de Gregorio Fernández por Valladolid es, sin duda, el más importante de todos, pues su herencia artística se aprecia en multitud de iglesias y museos. Gracias en gran medida a este escultor gallego, la ciudad es hoy referente mundial de escultura en madera policromada. Aquí estableció su taller y desde él salieron las grandes joyas del arte barroco de la Escuela Castellana, que no solo se quedaban en Valladolid, sino que también viajaban a otros rincones del país.

Dolorosa de la Vera Cruz, una de las grandes obras de Gregorio Fernández en Valladolid

Hay que hacer mención también a Miguel de Cervantes. Gracias al traslado de la Corte, hasta Valladolid se desplazó también el escritor. De hecho, la ciudad es la única de toda España que conserva una casa original del autor en la que efectivamente se sabe que residió, siendo aquí donde finalizó la primera parte de El Quijote. Un 20 de diciembre de 1604, extendió la tasa para la venta de la novela, que comenzó a venderse en la ciudad a finales de ese año y comienzos de 1605, para posteriormente triunfar en el resto de España y de todo el mundo.

Fachada de la Casa-Museo de Miguel de Cervantes, en Valladolid. Fuente: Tribuna Valladolid

Como anécdota, William Shakespeare pudo ser uno de los integrantes de una misión diplomática inglesa que viajó a Valladolid en el período en que fue capital del Reino, concretamente en 1605. Durante este tiempo, habría coincidido con Miguel de Cervantes. ¿Realidad o leyenda? Nunca lo sabremos, aunque como argumento para una obra de teatro, una serie o una película sería maravilloso.

El fin de una época

Mientras la vida de la Corte sucedía, el Duque de Lerma repetía su hazaña inmobiliaria, pero esta vez en Madrid. Su objetivo no era otro que presionar de nuevo a Felipe III para trasladar a la villa del Manzanares de nuevo la capital de Las Españas, como así sucedió en marzo de 1606. Desde entonces, Madrid no ha vuelto a perder la capitalidad, lo que sin duda permitió su crecimiento económico y social, hasta convertirse en la gran urbe que es actualmente. Valladolid no corrió la misma suerte, pues que a partir de 1606 entró en un período de decadencia que se reflejó en la pérdida de población y actividad económica, algo de lo que no consiguió recuperarse hasta el siglo XIX.

La Iglesia de San Pablo, reflejo del pasado histórico de Valladolid

Durante los cinco años en que Valladolid disfrutó de la capitalidad de los reinos de Las Españas, supo aprovechar al máximo la influencia de la Corte para florecer y renacer. Todo ello se puede apreciar todavía hoy, cuatro siglos después, en sus monumentos, en sus museos e iglesias o en su sociedad, que recuerda con orgullo y nostalgia su pasado, como también lo hemos recordado nosotros hoy, un viaje a ese pasado del Valladolid del siglo XVI que nos hace sentir unos auténticos #TuristaEnMiPaís.

J.

REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS

VEGA GARCÍA-LUENGOS, G. (2011). El Valladolid cortesano y teatral de Felipe III (1601-1606), en MATAS CABALLERO, J., MICÓ JUAN, J. A., PONCE CÁRDENAS, J. (Ed.), El Duque de Lerma. Poder y literatura en el Siglo de Oro. Madrid: CEEH. Recuperado de: https://uvadoc.uva.es/bitstream/handle/10324/3760/G%20Vega%20Lerma%202011pdf.pdf?sequence=1&isAllowed=y

Una visita al Museo de la Almudena, donde la historia de la Catedral de Madrid se hace presente

Dicen que el mejor lugar del mundo para vivir es Madrid y que, después de Madrid, solo puede estar el cielo. Desde la cúpula de la Catedral de Santa María la Real de la Almudena, el famoso dicho que se esconde detrás de esa afirmación, «De Madrid al cielo», cobra verdadero sentido. La panorámica que se vislumbra desde las alturas de la principal iglesia de la capital de España, además de catedral más joven de todo el país, impresiona a todo el que la contempla, al mostrar una de sus vistas más desconocidas en la que ciudad moderna se fusiona con la villa más castiza, desde donde vemos como el Madrid de los Austrias se da la mano con el de los Borbones o nos olvidamos por un momento del asfalto y los adoquines de las calles al contemplar los tonos verdes y frescos de la Casa de Campo o de la no tan lejana sierra.

Aunque la vista desde la cúpula de la Catedral de la Almudena es un gran reclamo para adentrarse en el Museo catedralicio, ya que a través de él se accede hasta este privilegiado mirador, también es la oportunidad perfecta para conocer la historia del templo de la mano de sus encantadores y preparados guías, descubrir los ricos tesoros que custodian sus vitrinas y, por qué no decirlo, eliminar también tópicos e ideas sin fundamento y enamorarse de esta construcción que tantos debates viene suscitando desde hace décadas, o, mejor dicho, desde que finalizó su construcción. ¿Te vienes a conocer todo lo que te espera en tu visita al Museo de la Catedral de la Almudena?

Qué ver en el Museo de la Almudena

Nadie que visite la Catedral de Santa María la Real de la Almudena puede irse sin pasar por el Museo catedralicio. Se trata de uno de los espacios culturales más desconocidos de Madrid, a pesar de que en los últimos años, y gracias a iniciativas como «#AbiertoAlAtardecer» o «El atardecer de las catedrales», ha aumentado su popularidad y se ha dado a conocer por las visitas que ofrece a la cúpula del templo, desde donde se observa una de las panorámicas más asombrosas de la villa.

Torres de la Catedral de la Almudena fotografiadas desde la cúpula

Sin embargo, el Museo de la Almudena es mucho más que su privilegiado mirador, puesto que sus salas están repletas de tesoros artísticos, literarios, textiles o de orfebrería, imprescindibles para descubrir el origen de la catedral o la historia de la diócesis madrileña.

Sala capitular y Sacristía mayor

Una de las ventajas de visitar el Museo de la Almudena es la posibilidad de disfrutar de algunas estancias de la catedral de Madrid que en una visita libre por el templo no se pueden llevar a cabo. Concretamente, nos referimos a la Sala Capitular y la Sacristía Mayor. Se trata de dos espacios que todavía son utilizados en algunas celebraciones que tienen lugar en la iglesia, lo que, sin duda, hace mucho más especial poder pasear por ellas y contemplar su riqueza artística.

  • Sala capitular. En esta estancia de la catedral se reúne el Cabildo, conformado por los miembros que llevan a cabo la administración del principal templo de la Archidiócesis de Madrid. La sala se configura también como espacio de conferencias, un lugar único por la carga simbólica de su decoración, conformada por mosaicos realizados por el sacerdote jesuita Marko Ivan Rupnik, famoso también por obras similares realizadas en los santuarios de Fátima o Lourdes, o en el Palacio Apostólico de San Pedro del Vaticano. Escenas bíblicas, la Transfiguración de Cristo o representaciones de santos madrileños, como San Isidro, Santa María de la Cabeza, Santa Maravillas de Jesús o Santa María Soledad Torres, se aprecian en las paredes de la Sala capitular.
La Sala Capitular de la Catedral de la Almudena está decorada con impresionantes mosaicos. Fuente: Twitter Museo Almudena
  • Sacristía mayor. La carga simbólica de la Sala capitular continúa en la Sacristía mayor, otro de los espacios de la Catedral de la Almudena que se puede visitar al acceder al museo catedralicio. De nuevo, son los mosaicos de Marko Rupnik los que decoran las paredes de la estancia, en este caso en torno al tema de la creación. La sacristía se utiliza frecuentemente por el Obispo y los sacerdotes para revertirse en ella para las celebraciones que tienen lugar en la catedral.
La Sacristía Mayor continúa utilizándose en las grandes celebraciones que tienen lugar en la catedral. Fuente: Twitter Museo Almudena

Recorriendo la historia de la Catedral de Madrid

Visitar el Museo de la Almudena permite responder una de las preguntas más repetidas entre los turistas de Madrid: ¿por qué su catedral es la más moderna de España? No fue hasta 1885 cuando la capital del país se constituyó en diócesis propia, desligándose del arzobispado de Toledo, al que hasta entonces pertenecía. La demolición unos años antes, concretamente en 1868, de la antigua Iglesia de Santa María de la Almudena, en la que se daba culto a la patrona de la villa en la Calle Mayor, motivó que el proyecto de nueva parroquia se reconvirtiera en templo catedralicio.

Las estancias que el Museo de la Almudena dedica a la historia de la catedral están protagonizadas por nombres como Alfonso XII o María de las Mercedes, promotores de la construcción del templo y cuyos retratos forman parte de los elementos que ayudan a seguir el discurso expositivo. No son los únicos personajes cuyos rostros podemos contemplar y que nos ayudan a descubrir la evolución de la catedral madrileña, destacando también el retrato de la Reina María Cristina, segunda esposa del Rey Alfonso XII y que inauguró la cripta catedralicia en 1911, o el busto de la hija de ambos, la Infanta María Teresa de Borbón, fundadora de la Corte de Honor de Santa María la Real de la Almudena.

Maqueta del proyecto neogótico de la Catedral de la Almudena. Fuente: Twitter Museo Almudena

Cabe destacar que, en la subida a la cúpula, los visitantes se encuentran con la maqueta del proyecto neogótico de la catedral, el primero que se diseñó para el templo por parte del arquitecto Francisco de Cubas, siguiendo los preceptos imperantes en Europa impuestos por Viollet-le-Duc. Muchos son los que se preguntan por qué no se llevó a cabo, dado que sus formas son realmente espectaculares y se habría convertido en la obra neomedieval más importante de España, pero para poder conocer el motivo hay que visitar el Museo, cuyos guías tienen la respuesta.

Sobre San Isidro y La Almudena, patronos de Madrid

Dentro del discurso expositivo que nos plantean desde el Museo de la Catedral de la Almudena destaca especialmente el espacio dedicado a los Santos Patronos de la villa. La devoción por San Isidro Labrador y por Nuestra Señora de la Almudena se remonta a los albores del Madrid medieval, y prueba de ello lo encontramos en algunos de los elementos que se exponen en las vitrinas de las dependencias que se les dedican.

La Virgen de la Almudena se representa en una talla gótica de finales del siglo XV

Nuestra Señora de la Almudena es la Patrona de la villa y su origen se vincula a la conquista cristiana. La talla original, de estilo gótico y que sustituye a una anterior que se perdió en un incendio reinando Enrique IV, recibe culto en el crucero de la catedral, aunque no siempre ha estado en ese lugar, tal y como se descubrirá visitando el Museo. Del mismo, tampoco siempre la hemos contemplado como hoy en día hacemos. En 1623, la reina Isabel de Borbón, esposa de Felipe IV, comenzó la tradición de vestir a la Patrona de la villa con mantos y ropajes, lo cual se mantuvo hasta 1890. El Museo conserva 14 vestidos que han sido regalados por nobles y reinas, destacando el de la Reina María Luisa de Parma de 1786. Una réplica de la Virgen ayuda a exponerlos y hacernos ver cómo la veneraron los antepasados de los madrileños.

Réplica revestida de la Virgen de la Almudena en el Museo catedralicio. Fuente: Twitter Museo Almudena

La Real Esclavitud de la Virgen de la Almudena, fundada en 1640 por el Duque de Pastrana bajo las órdenes de Felipe IV, ocupa también un espacio dentro del Museo, al ser la congregación encargada de dar culto a la Patrona de Madrid desde hace más de trescientos años. Destaca el histórico libro en el que los miembros de la realeza española, entre ellos los Monarcas, han ido estampando su firma para declarar su pertenencia a esta asociación. No obstante, sobresale también la custodia realizada en el siglo XVII procedente de la antigua Iglesia de la Almudena que, costeada por esta congregación está realizada con piedras preciosas, rubíes o diamantes, siendo uno de los elementos litúrgicos más valiosos de los que se conservan en Madrid.

Detalle del Códice de San Isidro. Fuente: Twitter Museo Almudena

Por otro lado, en el espacio dedicado al Santo Patrón sobresale el Códice de San Isidro, una verdadera joya de la literatura de la segunda mitad del siglo XIII en la que se relatan los principales milagros que se atribuyen al mismo. Este manuscrito fue fundamental para la canonización del santo el 12 de marzo del año 1622 gracias al Papa Gregorio XV. En la Plaza Mayor de la villa se celebró una misa de acción de gracias por ello, exponiéndose también las vestiduras que los sacerdotes utilizaron en aquella histórica jornada, que se suman al rico patrimonio textil que conserva el Museo.

La consagración del templo

Después de haber recorrido la historia de la Diócesis de Madrid, de sus Santos Patronos y de su principal iglesia, es decir, la Catedral de la Almudena, llega el final de la visita con la estancia dedicada a la consagración del templo, el momento en el que cada una de las piedras que lo conforman adquieren su verdadero sentido, pasando a ser la principal casa de Dios en Madrid. Después de más de un siglo de construcción, el Papa Juan Pablo II se trasladó a la capital de España para consagrar el 15 de junio de 1993 la última catedral construida en Europa. Fue la primera vez que un Papa consagraba una catedral fuera de Roma.

San Juan Pablo II accediendo a la Catedral de la Almudena para su consagración. Fuente: Twitter Museo Almudena

En el Museo de la Almudena se conserva la casulla que San Juan Pablo II utilizó en la ceremonia de consagración. Este Papa es una de las figuras que forman parte de la historia de la catedral madrileña, por lo que también tenía que contar con un hueco dentro de las estancias del museo. Sin embargo, no solo aquí podemos encontrar la vinculación con el templo. A los pies de la Virgen de la Almudena, en el crucero de la catedral, un panel recoge la oración que el Santo Padre dedicó a la Patrona de Madrid el día de la consagración, cuando se postró a sus pies, sin olvidar también el pequeño altar en el que se conserva como reliquia una gota de su sangre o la estatua que preside la entrada lateral a la catedral.

Los miradores del Museo de la Almudena

A pesar de los grandes tesoros que custodia el Museo de la Almudena, ya que los que hemos mencionado son solo una pequeña muestra de todo el rico patrimonio con el que cuenta, las vistas que se disfrutan desde sus diferentes miradores son los grandes atractivos para la mayoría de los visitantes. El primero de ellos es el balcón de la catedral, situado en la fachada principal y orientado hacia el Palacio Real. Desde aquí, es posible contemplar toda la fachada principal de la gran joya del Madrid de los Borbones, vislumbrando en un segundo plano los rascacielos de la Plaza de España.

Panorámica del Palacio Real de Madrid desde el balcón de la Catedral de la Almudena

Las estatuas de los 12 Apóstoles que protegen la cúpula de la Catedral de la Almudena comparten espacio desde hace unos años con los turistas y visitantes del Museo catedralicio. La subida hasta el punto más alto del templo pone fin al recorrido, aunque lo hace dejando boquiabiertos a todos y cada uno de los turistas, especialmente a la hora del atardecer. Desde este espacio, es posible contemplar una de las panorámicas más espectaculares de Madrid. Desde la Casa de Campo, pasando por la cúpula de San Francisco el Grande, los campanarios del Madrid de los Austrias, la otra catedral de Madrid, los edificios de la Gran Vía, la Plaza de España y, por supuesto, los tesoros arquitectónicos del Madrid de los Borbones, todos los visitantes disfrutan encontrando e identificando cada uno de estos lugares. Sin duda, incluir la subida a la cúpula de la catedral fue un gran acierto por parte del equipo del Museo.

Los 12 Apóstoles contemplan cada día el atardecer de Madrid desde la cúpula de su catedral

El Museo de la Almudena es el lugar perfecto en el que poner fin al eterno debate sobre el estilo arquitectónico de la Catedral de Santa María la Real de la Almudena. Gracias a su exposición permanente y sus novedosas iniciativas, contribuye cada día a revalorizar el principal templo de la Archidiócesis de Madrid, dando a conocer principalmente su desconocida y apasionante historia. Las piezas artísticas e históricas que custodia sirven de hilo para tejer un atractivo discurso expositivo, teniendo como broche final la subida a la cúpula, desde donde se contempla una de las postales más maravillosas de la capital española. Sin duda, el Museo de la Almudena nos hace sentir unos auténticos turista en mi país. Ahora, es momento de que visites su web y planifiques una visita, sus guías te están esperando.

J.

La erupción volcánica de La Palma de 1646: así fue la crónica que recibió Felipe IV

Uno de los hechos más importantes, a la vez que catastróficos, que tuvieron lugar en 2021 en España fue la erupción del volcán Cumbre Vieja en la isla de La Palma, un hecho que sorprendió a todos y que ayudó a recordar que el archipiélago de Canarias está vivo, es de origen volcánico y forma parte de la placa africana. Sin duda, la sociedad palmera, duramente afectada por las pérdidas materiales, pero también el resto del país solidarizándose con ellos, se paralizó ante lo sucedido. A pesar de que este tipo de fenómenos naturales dejan impronta de su huella y recuerdo en la propia orografía del paisaje, su documentación también es importante para tratar de predecir otras posibles y futuras catástrofes volcánicas, además de analizar las ya acontecidas.

En pleno siglo XXI, noticias, vídeos, imágenes, últimas horas a golpe de tweet o una conexión en directo constante con la salida de la lava, sirvieron para documentar este hecho histórico. Sin embargo, en las centurias precedentes el tiempo avanzaba a otro ritmo y era la pluma y el papel los que anunciaban y dejaban constancia escrita de este tipo de sucesos. Prueba de ello lo encontramos en 1646, año en que otro volcán despertó también de su letargo en La Palma y paralizó la vida de sus habitantes. El entonces Rey de Las Españas, Felipe IV, recibió la noticia en forma de carta escrita del puño y letra del Gobernador de las Canarias, un valioso documento con el que conocer cómo fue aquella erupción que paralizó la vida de los palmeros y que a continuación vamos a descubrir.

La Palma, una isla volcánica viva

La Palma es una de las islas que conforman el archipiélago de las Canarias. De origen volcánico, todo este conjunto de formaciones insulares situadas en el Océano Atlántico se asientan sobre la placa africana y, desde un punto de vista natural, pertenecen a la región de la Macaronesia. De todo el grupo de islas, cabe destacar que La Palma es la segunda más joven, por detrás de Hierro, al alcanzar únicamente los 2 millones de años. Aunque puedan parecer muchos, lo cierto es que en geología el tiempo se mide de otra forma, además de recordar que nuestro planeta, La Tierra, cuenta con más de 4,5 mil millones de años.

Vista aérea de la isla canaria de La Palma

El vulcanismo es uno de los grandes atractivos turísticos de las Islas Canarias, que han sabido aprovechar y revalorizar su riqueza natural para crear valor y atraer la atención de los turistas de todo el mundo. El archipiélago, único por sus características geológicas o climáticas, tanto en España como en Europa, ve reflejado todo ellos en sus diferentes espacios naturales protegidos, cuyos máximos exponentes son sus cuatro Parques Nacionales: Teide (Tenerife), Timanfaya (Lanzarote), Garajonay (La Gomera) y Caldera de Taburiente (La Palma). Como no podía ser de otro modo, todos ellos se encuentran vinculados al origen volcánico del archipiélago.

En lo que respecta a la Caldera de Taburiente, estudios en las últimas décadas han confirmado que, a pesar de su nombre, su origen es erosivo, no volcánico. La edad de esta zona de La Palma coincide con la antigüedad de la isla, por lo que está vinculada al nacimiento de la misma. De hecho, las primeras erupciones submarinas que concluyeron con la creación de la isla comenzaron hace 3 millones de años en este extremo norte, y la formación posterior del actual Parque Nacional, que al mismo tiempo es también Reserva de la Biosfera de la UNESCO, se debió a los procesos erosivos del agua, uno de sus elementos más significativos y que brota por todo el terreno que ocupa. Aclarado este detalle, el dominio geológico de Caldera de Taburiente lleva miles de años sin experimentar actividad volcánica, ya que hace aproximadamente 150.000 años que los rugidos del magma se trasladaron al sur, más allá de Cumbre Vieja.

Vista de Cumbre Vieja, en La Palma. Fuente: fotosaereasdecanarias.com

El Parque Natural de Cumbre Vieja divide La Palma en dos partes y también sirve de límite natural para poder contemplar dos paisajes completamente opuestos. Uno muy frondoso y verde al norte, mientras que en el sur el entorno es puramente volcánico. Esto no es de extrañar, puesto que en los últimos siglos se han registro en esta zona numerosas erupciones volcánicas, las denominadas erupciones históricas. La primera de ellas, que sin contar con documentación ha confirmado la geología, aconteció en torno a 1470-1492 con el despertar del volcán Tacande, unos años antes de la conquista española de la isla (1493). Precisamente, el propio Colón pudo observar actividad volcánica en Canarias desde la nave que le conducía al Nuevo Mundo en 1492, tal y como reflejó en su diario de a bordo, aunque no se sabe si provenía de La Palma o del Teide, en Tenerife.

Erupción del volcán Teneguía en 1971. Fuente: EL PAÍS

De las 17 erupciones volcánicas canarias históricas, 8 han tenido lugar en La Palma y todas ellas al sur de la isla, en el actual Parque Natural de Cumbre Vieja. La última, en 2021. De hecho, desde el siglo XV en que se tienen registros, solamente en el XIX no hubo ninguna explosión. Las colas de lava han ido dando forma a todo este territorio insular, un gran atractivo hoy en día para quienes visitan la «Isla Bonita», como así se conoce a La Palma, pero que tantos estragos han provocado a lo largo de los tiempos a sus habitantes, destruyendo casas, plantaciones o reservas ganaderas.

La erupción del Volcán Martín en 1646

De las ocho erupciones volcánicas que han tenido lugar en La Palma desde el siglo XV, queremos destacar especialmente la que aconteció en 1646. Solamente habían transcurrido algo más de 70 años de la anterior, en la que el volcán de Tahuya sembró el pánico entre la población palmera entre el 19 de mayo y el 10 de agosto de 1585, cuando un nuevo gigante fruto de la naturaleza volvió a rugir con fuerza en la «Isla Bonita». La lava despertó en el extremo sur de Cumbre Vieja el 2 de octubre de 1646, en la montaña que los locales conocían como Manteca.

Vista del Volcán Martín, cuya erupción se produjo en 1646. Fuente: Isla Bonita Tours

El volcán Martín, como así se denominó al nuevo habitante geológico de La Palma que surgió de esta erupción, llegó a formar varias lenguas de lava y afectó especialmente a Tigalate y Fuencaliente. Al igual que ha ocurrido en otras ocasiones a lo largo de la histórica volcánica de la isla, el material que expulsó el volcán también consiguió llegar al Atlántico y ganar terreno al mar.

Colas de lava que provocó la erupción del volcán Martín en 1646. Fuente: OpenStreetMap

La erupción de Martín estuvo acompañada también de fuertes terremotos, que obligaron al gobernador de Tenerife a enviar barcos a sus vecinos palmeros para evacuarlos, pues muchas de sus embarcaciones habían quedado destruidas. Además de la lava, la tormenta de ceniza y piroclastos provocaron grandes consecuencias para las cosechas y cultivos, tanto de ese año como del venidero. Finalmente, y antes de la llegada de la Navidad, el volcán cesó en su actividad. Aunque Martín se extinguió, La Palma continuó muy viva, y pasaron solo 28 años para que un nuevo volcán continuara escribiendo la milenaria pero reciente historia de la segunda isla más joven de las Canarias.

La crónica de la erupción recibida por Felipe IV

La noticia de la erupción del volcán Martín llegó a la península el 18 de diciembre de 1646, del puño y letra del corregidor de Tenerife y La Palma, Alonso de Inclán y Valdés. La carta, conformada por nueve folios y conservada en la Biblioteca Nacional de España, está dirigida a Felipe IV y en ella se describe cronológica y detalladamente lo sucedido. En primer lugar, el gobernador informa al Rey que los primeros días de octubre se sintió en Tenerife, en cuya ciudad de La Laguna se encontraba, temblores de tierra de poca consideración, aunque los que le siguieron supusieron un «grande estruendo en toda la dicha isla en forma de artillería gruesa», por lo que las confundieron con un ataque de guerra.

Felipe IV de España reinó entre 1621 y 1665. Fuente: The National Gallery

El corregidor informa al Rey que recibió aviso que desde Garachico, población situada también en Tenerife, se avistaba «un fuego grande y espantoso en la isla de La Palma, que está distante de aquella en dieciocho leguas y que del mismo fuego se distinguían otros fuegos grandes que en forma de ríos corrían hacia la mar». Por tanto, ya habían descubierto el origen de los estruendos, causados por un volcán que había explosionado en su isla vecina. Los moradores de la «Isla Bonita» le relataron que el 30 de septiembre de 1646, a las once de la noche, comenzaron los terremotos que precedieron la erupción, que tuvo lugar el 2 de octubre, cuando «se abre una grieta en el término que llaman de Tigalate», cuyos materiales, entre ellos humo y piedras, «oscurecían el día y condensaban el aire».

En la carta, el corregidor va relatando el número de bocas que el volcán va abriendo conforme los días se suceden. Uno de los puntos más llamativos es que, a pesar de afirmar que dos grandes colas de lava acaban llegando al mar, «las cenizas y piedras que llueven nunca cesan, con que esto hace más daño que los ríos de fuego». Concretamente, hace referencia a los daños que causó en los cultivos y zonas boscosas de la comarca, junto con el ganado que pereció, las casas y estanques que destruyó y, ante todo, las tierras de sembrar, el gran tesoro de la isla según el corregidor.

La agricultura continúa siendo la principal actividad económica de La Palma. Fuente: Guía Repsol

Curiosamente, también informa a Felipe IV que por donde la lava avanzaba no quedaba otra cosa que «malpaís, que así llaman la tierra inhabitable por estar cubierta de piedra quemada». Se trata, por tanto, de un término de larga historia que todavía hoy se escucha en todas las Islas Canarias. Además, afirma que, aunque el volcán perjudicó a todos los habitantes de La Palma por igual, los más pudientes se vieron menos afectados ya que la erupción no afectó a los cultivos de azúcar o las viñas. Es por ello que, al finalizar la carta, solicitó «alivios» al Rey ante la desgracia que vivieron los palmeros.

El pino canario se ha asentado con el paso de los siglos en el entorno del volcán Martín. Fuente: Francisco Curbelo

Los efectos del volcán Martín también llegaron a Tenerife, donde cayó «cantidad grande de arena que parece pólvora verde», e incluso hasta Lanzarote, donde «un olor enfadoso y los estruendos se han sentido», a pesar de distar de ochenta leguas de la de La Palma. Precisamente, la noche del 15 de noviembre de 1646, el corregidor afirma en la carta que los terremotos que se sintieron desde Tenerife fueron tan grandes que la población acudió a refugiarse a iglesias o conventos y que «no parecía la ruina de aquella isla de La Palma, sino la de todas», refiriéndose al conjunto del archipiélago.

El ¿milagroso? final de la erupción

En la carta que el gobernador de Tenerife y La Palma remitió a Felipe IV y que hemos desgranado previamente, se hace mención también al miedo y temor que sintieron los palmeros ante el estallido del volcán, afirmando en el escrito que «no quedándoles más acción que acudir a las iglesias para pedir misericordia a Dios Nuestro Señor». Concretamente, hace referencia a los 4 novenarios que dedicaron a la Patrona de la isla, Nuestra Señora de las Nieves, a la que se trasladó en rogativa desde su Santuario hasta la capital, Santa Cruz de la Palma, para implorar el fin de la catástrofe.

Talla de Nuestra Señora de las Nieves, Patrona de La Palma. Fuente: Minube

La Virgen de las Nieves se encuentra representada en una talla del siglo XIV, período anterior a la conquista castellana de la isla en 1493, lo que la convierte en la escultura mariana más antigua de todo el archipiélago canario. Sin embargo, da la casualidad que se cree que ya era venerada por los aborígenes, seguramente porque llegó de la mano de algún misionero que se desplazó a aquellas inhóspitas tierras con fines evangelizadores. A pesar de que había sido elevada a la categoría de Patrona de La Palma, lo cierto es que la población sentía más fervor por otros santos, como Santa Águeda, que por Nuestra Señora de las Nieves. Sin embargo, todo ello cambió con la erupción del volcán Martín.

Procesión de 1646 en la que se rogó a la Virgen de las Nieves el fin de la erupción. Fuente: Twitter @VRetratos

El 18 de diciembre de 1646, día en que se celebra la Expectación del parto de la Santísima Virgen María, y tras haber sacado en procesión a Nuestra Señora de las Nieves, la boca por la que expulsaba la lava apareció cubierta de nieve, cesando su actividad. Entonces, otra explosión ocurrió, pero en este caso de devoción por esta Virgen negra, que ha llegado a ser, incluso, coronada canónicamente. Este milagro, que forma parte de la tradición popular que gira entorno a los volcanes de La Palma, quedó reflejado en un cuadro conservado en el Santuario donde la talla recibe culto.

La isla de La Palma es una mezcla de vegetación, mar y volcanes. Fuente: Visit La Palma

«Soy volcán, salitre y lava. Repartido en siete peñas late el pulso de mi alma. Soy la historia y el futuro, corazón de alumbra el alba de unas islas que amanecen navegando la esperanza». Estos versos, que ponen letra al himno de la Comunidad Autónoma de las Islas Canarias, definen a la perfección a La Palma, la formación insular de todo el archipiélago que más afectada se ha visto por la actividad volcánica en los últimos quinientos años. Las erupciones han hecho fuerte a la sociedad palmera y no solo han dejado una huella perpetua en su paisaje, sino también en una población que siglo a siglo ha ido forjando su historia, una historia que, al igual que sus paisajes volcánicos, sus verdes y frondosos rincones, y el rumor de sus aguas nos hacen sentir unos auténticos #turistaenmipaís. Ahora, es momento de visitar y apoyar a La Palma.

J.

REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS

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DE INCLÁN Y VALDÉS, A. (1646). Relación de la erupción de un volcán en la isla de La Palma. [Carta dirigida al Rey Felipe IV por el Gobernador de las islas]. Biblioteca Nacional de España. Recuperado de: http://bdh-rd.bne.es/viewer.vm?id=0000177624&page=1

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RODRÍGUEZ ESCUDERO, J. G. (2009). Los prodigios de Nuestra Señora de Las Nieves. Recuperado de: https://issuu.com/nuestrasislas/docs/los_prodigios_de_nuestra_se_ora_de_las_nieves

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Erupción del volcán de La Palma en 2021. AFP-El Mundo. Recuperado de: https://e00-elmundo.uecdn.es/assets/multimedia/imagenes/2021/09/20/16321233422942.jpg