La clausura de diversas damas de la nobleza y la realeza europea en el madrileño Monasterio de Nuestra Señora de la Visitación provocó que este centro espiritual terminase conociéndose con el sobrenombre de las Descalzas Reales, como así continúa denominándose en la actualidad, en lugar de por su título oficial, debido a la grandeza de sus moradoras. Aunque la historia de la fundación comenzó en 1559, de la mano de Juana de Austria, lo cierto es que el origen del edificio en el que se emplaza se diluye en el tiempo. Al igual que ocurre con otros grandes monasterios españoles, se reutilizó la arquitectura de un antiguo palacio para escribir la historia de este retiro monacal que todavía hoy sigue en activo.
El Monasterio de las Descalzas Reales fue para Juana de Austria lo que el Real Monasterio de San Lorenzo de El Escorial para Felipe II. Hijos del Emperador Carlos V y de Isabel de Portugal, ambos emprendieron la fundación de un proyecto religioso personal al que ligar su nombre para la posteridad y donde la espiritualidad convivía con el arte, el mecenazgo y los intereses políticos. Sin embargo, una de las diferencias entre los dos monasterios radicaba en que el del centro de Madrid terminó convirtiéndose en un refugio para las mujeres de la dinastía de los Austrias o Habsburgo. Todavía hoy, paseando por sus estancias, se escuchan los ecos de las biografías de todas ellas, al igual que los de la historia de los siglos XVI y XVII, cuando las Descalzas Reales experimentaron su máximo apogeo.
Historia de las Descalzas Reales
Juana de Austria fue la menor de la familia que formaron el Emperador Carlos V e Isabel de Portugal. Nacida el 24 de junio de 1535, con tan solo 17 años su vida cambió radicalmente al convertirse en Princesa de Portugal por su matrimonio con el heredero de la Corona lusa, el Príncipe Juan Manuel. Dos años más tarde, concretamente el 20 de enero de 1554, dio a luz a su único hijo, el Príncipe Sebastián, pero tan solo 18 días antes había enviudado. Lejos de refugiarse en el dolor por el drama al que se había visto abocada, regresó a Las Españas en mayo de ese mismo año para asumir la regencia del reino el 12 de julio por disposición de su padre.

Juana de Austria, que jamás regresaría a Portugal para visitar a su hijo, llevó a cabo una labor política excepcional durante la regencia que lideró, pero no por ello olvidó sus obligaciones espirituales. Siguiendo la tradición de la realeza española, la hija del Emperador Carlos V había meditado la idea de llevar a cabo la fundación de un monasterio femenino. Sin embargo, en su deseo también estaba presente su confesor, Francisco de Borja, quien le habló de una comunidad de clarisas de Casalarreina (La Rioja) que, tras la muerte de su promotora, la Duquesa de Frías, habían quedado desatendidas. Fue entonces cuando Juana de Austria decidió asumir las riendas de esta comunidad, pero con la intención de trasladarla a Madrid.
La fundación del monasterio
Una vez que Juana de Austria había decidido llevar a cabo la fundación de un monasterio en Madrid, la principal tarea radicaba en escoger la ubicación del mismo. En 1555 adquirió a los herederos de Alonso Gutiérrez, tesorero de Carlos V, el palacio que tenía en el Arrabal de San Martín. Cabe destacar que este edificio, cuyo origen se pierde revisando la historia de Madrid al considerarse uno de sus palacios más antiguos, había servido a la familia imperial de residencia mientras la Corte se encontraba en la villa. De hecho, fue precisamente en una de sus alcobas donde Isabel de Portugal dio a luz a su hija Juana en 1535, por lo que para su fundadora este edificio tenía un especial significado sentimental. De igual modo, su hermana María, que llegó a ser Emperatriz y terminaría sus días en las Descalzas Reales, también había nacido en aquel palacio.

El arquitecto Antonio Sillero fue el encargado de llevar a cabo las obras de acondicionamiento del nuevo monasterio, encargando a Juan Bautista de Toledo las de la iglesia. La fundación de Juana de Austria no solo estaba encaminada a establecer una comunidad religiosa de monjas clarisas, sino que su proyecto era mucho más ambicioso; instituciones benéficas, dependencias privadas al estilo de «Cuarto Real» o un panteón para ella misma eran otros de los motivos que se escondían detrás de la creación de su recinto monacal. Además del monasterio y la iglesia, se levantó también a modo de hospital la Real Casa de la Misericordia (que se emplazaba en el actual Centro Comercial El Corte Inglés) y un colegio para niñas huérfanas.
El 15 de agosto de 1559, coincidiendo con la festividad de la Asunción de Nuestra Señora, seis monjas clarisas tomaron posesión del nuevo Monasterio de Nuestra Señora de la Visitación. En aquel momento, la iglesia todavía no había sido terminada, hecho que no ocurriría hasta 1564. Desde entonces, dio comienzo una historia que vivió su máximo apogeo hasta el siglo XVII, perdiendo peso con la llegada de los Borbones. Sin embargo, su vida solamente se vio interrumpida durante la Guerra Civil española, cuando la comunidad religiosa tuvo que abandonar el monasterio, regresando una vez que la contienda hubo terminado. Hoy en día, las Descalzas Reales siguen muy vinculadas a la Corona de España, formando parte de los bienes inmuebles de Patrimonio Nacional.
Centro político de las mujeres Habsburgo
El 23 de abril de 1563 se puso la primera piedra del Real Monasterio de San Lorenzo de El Escorial. Sin embargo, en Madrid, la comunidad de clarisas que regía Juana de Austria ya llevaba casi cuatro años de andadura, por lo que la que un día fue Princesa de Portugal se había adelantado varios años a su prudente hermano, Felipe II. Las Descalzas Reales no solo era un recinto dedicado a la vida contemplativa, sino que también terminó convirtiéndose en un centro político que terminaría rivalizando en algunos momentos con la Corte oficial del Rey de Las Españas. De hecho, el escudo de armas de su fundadora es el único elemento ornamental que se encuentra en la fachada de la iglesia monacal, lo que demuestra que este proyecto, además de religioso, también tenía un claro objetivo político y de exaltación de su figura histórica.

Una de las anécdotas que demuestra el carácter político que adquirió paulatinamente las Descalzas Reales radica en el que hecho de que los embajadores extranjeros, cuando visitaban Madrid, no solo acudían hasta el desaparecido Real Alcázar, sino que también se desplazaban hasta el monasterio de Juana de Austria. Una vez allí, contemplaban el fastuoso relicario, símbolo de la grandeza espiritual de Las Españas y de su claro posicionamiento a favor del catolicismo, para después pasar al Salón de Reyes; en esta estancia se exponían los grandes retratos de la familia real, los cuales todavía atesora el monasterio, con la clara intención de demostrar que todas esas mujeres que aparecían representadas en esas obras pertenecían a la dinastía que estaba rigiendo el destino de Europa.
Aunque el paso de Juana de Austria por su querido monasterio no fue tan largo como ella hubiera querido, ya que murió a la repentina edad de 38 años, otras mujeres de su familia mantuvieron vivo su espíritu: su hermana, la Emperatriz María de Austria; Sor Margarita de la Cruz, y Sor Ana Dorotea de Austria. En cuanto a la primera, instaló su Corte particular en 1580 después de enviudar del Emperador Maximiliano II, adoptando la vida de la comunidad hasta su muerte. Su larga vida le permitió conocer los primeros años del reinado de su sobrino, Felipe III.

María de Austria ejerció una gran influencia sobre el propio Felipe III, lo que motivó, de hecho, que el Duque de Lerma, valido del Rey, le persuadiera para trasladar la capital de Las Españas de Madrid a Valladolid y así alejarle de su tía. Finalmente, la ciudad del Pisuerga fue sede de la Corte entre 1601-1606. Durante ese período, tuvo lugar la muerte de la Emperatriz, concretamente el 26 de febrero de 1603, en las propias Descalzas Reales. Siguiendo sus últimas voluntades, fue enterrada en el monasterio, reposando sus restos mortales en un sepulcro del coro alto.
Arte y música al servicio de la religión
La implicación de Juana de Austria a la hora de llevar a cabo la fundación de las Descalzas Reales fue máxima. La Princesa de Portugal se preocupó hasta del más mínimo detalle, con la finalidad de que este monasterio fuera, verdaderamente, suyo. Gracias a ella, el complejo monacal dio cobijo a diferentes devociones de los Habsburgo, comenzando por el culto a la Eucarística, la más importante de todas. Sin ir más lejos, en el arco que da acceso a la escalera principal se puede leer «Alabado sea el Santísimo Sacramento del altar y la Virgen concebida sin pecado original«. Encaminando la misma, se llega al claustro alto, repleto de pequeñas capillas, siendo la primera de ellas una de las mas antiguas que se construyeron y que, precisamente, está dedicada al Sacramento de la Eucaristía a través del Cristo Yacente.

La devoción a Cristo Yacente, vinculada a las comunidades de clarisas, cobra especial importancia en las Descalzas Reales. Se representa a través de una magnífica escultura de madera policromada atribuida a Gaspar Becerra y que realmente hace las veces de custodia o sagrario. Su finalidad era exponer el Santísimo a través de esta imagen la tarde de Viernes Santo, gracias a un privilegio papal de Alejandro VI, procediendo después a sacar en procesión la talla por el claustro. Todavía hoy, cinco siglos después, esta tradición se mantiene viva.
Juana de Austria contempló aquella manifestación religiosa y hasta llegó a ceder tapices de su colección personal para adornar el claustro del monasterio. Sin embargo, su sobrina Isabel Clara Eugenia, que vivió también en las Descalzas Reales, donó el famoso juego de tapices de «El triunfo de la Eucaristía», elaborados a base de diseños de Rubens, para sustituir a los de su tía. Actualmente, se exponen en una sala del monasterio, pero se siguen utilizando para las celebraciones de Semana Santa. No obstante, la música también jugaba, y sigue haciéndolo, un papel fundamental en estas celebraciones religiosas.

La fundadora de las Descalzas Reales ordenó que los oficios religiosos de su monasterio debían contar con capilla musical, para lo cual determinó que la iglesia tenía que disponer de órgano. La música era otra de las manifestaciones artísticas que enriquecieron este recinto monacal, especialmente porque Tomás Luis de Victoria, uno de los compositores más célebres del Renacimiento español, también formó parte de su historia. Sus motetes de Semana Santa todavía continúan entonándose cada Viernes Santo, lo que convierte a esa procesión en una de las más auténticas de España.
Los imprescindibles de las Descalzas Reales
El Monasterio de las Descalzas Reales es un refugio de historia y arte en pleno centro de Madrid. Patrimonio Nacional organiza visitas guiadas a este auténtico museo para conocer las grandes obras de arte que custodian sus moradoras y la biografía de las grandes mujeres que han vivido entre sus muros. Son muchas las piezas artísticas que a lo largo de los siglos han atesorado, no pudiendo perder de vista los siguientes imprescindibles cuando se recorre su interior.
- Escalera principal: la visita al Monasterio de las Descalzas Reales comienza en la escalera principal, uno de los restos que perviven del antiguo palacio. Tanto la bóveda como sus paredes están pintadas al temple, con una ornamentación en la que no solo se aprecian los motivos religiosos, destacando los arcángeles o el Calvario, sino que la mirada de los visitantes se dirige irremediablemente al balcón real. A modo de trampantojo, aparece representada parte de la familia de Felipe IV, que se ve acompañado de su esposa, la Reina Mariana de Austria, la Infanta Margarita y el Príncipe Felipe Próspero. Sus miradas llevan observando la vida del monasterio desde mediados del siglo XVII, unos privilegiados espectadores que también dejaron su huella para la posteridad en este refugio de paz.

- Claustro alto: el patio o claustro de las Descalzas Reales no solo permite organizar la vida de las monjas que residen en el monasterio, sino que también es un rincón de espiritualidad dentro del recinto, especialmente durante los oficios de Semana Santa, como ya hemos comentado anteriormente. En su parte alta se abrieron diferentes capillas en las que dar culto a diversas advocaciones religiosas. Una de las curiosidades es que el cuidado de cada uno de estos espacios está encomendado a una monja concreta de la comunidad; por ejemplo, a la abadesa le corresponde el mantenimiento de la capilla del Cristo Yacente. Asimismo, destaca también que en el claustro alto de las Descalzas Reales se expuso hasta finales del siglo XIX ‘La Anunciación’ de Fra Angelico, hoy en día en el Museo Nacional del Prado.

- Colección artística: Rubens, Guido Reni, Tiziano, Antonio Moro, Gaspar Becerra o Sánchez Coello son algunos de los autores que forman parte de la historia de las Descalzas Reales. Juana de Austria no solo se preocupó de crear un recinto dedicado a la espiritualidad, sino que también se interesó por dotarlo de grandes obras de arte. Sin ir más lejos, en su propio testamento, fechado en 1573, determinó que su colección de retratos familiares debía permanecer en el monasterio «para que las monjas viéndolas hiciesen memoria en su oración». Todos ellos se exponen en el Salón de Reyes, donde también destacan las coronas tumulares que se emplearon en funerales como los de la Emperatriz María.

- El ‘Espejo de clarisas’: ningún visitante puede irse del Monasterio de las Descalzas Reales sin haberse asomado a uno de sus grandes secretos. Conocido como el ‘Espejo de clarisas’, se trata de una obra anónima del siglo XVII en el que se representa una calavera con tocado de clarisa. Sin embargo, para poder descubrirla hay que correr una tapadera en la que aparecen inscritos los siguientes versos: «Lo que en mí vienes a ver / te pido que consideres / y enmendaras lo que eres / mirando lo que has de ser:/ la hermosura y el Poder, / el donaire y el despejo, / con otras Gracias que dejo / tus Esperanzas burlaron, / por que todas se quedaron / a la luna de este Espejo«. Sin duda, una obra que invita a la reflexión.

- Capilla funeraria de Juana de Austria: uno de los espacios más espirituales de las Descalzas Reales se mantiene cerrado al público, pero no deja de ser, por ello, un imprescindible del monasterio. Se trata de la capilla que Juana de Austria ordenó construir para su propio enterramiento, ya que no quiso ser sepultada en El Escorial como era el deseo de su hermano. Tal y como ordenó, quiso descansar para la eternidad en el lado de la Epístola de la iglesia monacal. El espacio demuestra el elevado gusto artístico de la Princesa de Portugal, ya que contrató como arquitecto a Juan de Herrera, como decorador al italiano Jacome da Trezzo y a Pompeo Leoni para ejecutar su efigie orante. Aunque falleció en el Monasterio de San Lorenzo en 1573, sus restos fueron trasladados a Madrid en 1576, cuando se terminan las obras de su capilla funeraria, cumpliendo así con su voluntad.

Todo turista que se desplace hasta Madrid tiene que visitar el Monasterio de las Descalzas Reales. Sus muros no solo atesoran obras artísticas de los grandes maestros de la pintura europea, sino que también han conseguido preservar el espíritu de un monasterio de los siglos XVI y XVII. El recuerdo a Juana de Austria permanece tan vivo que parece que la que un día fue Princesa de Portugal todavía continúe rigiendo el destino de este monasterio emplazado en el centro de la capital de España. El tiempo se ha detenido en este retiro de paz donde la espiritualidad convive con el arte y la historia. Sin duda, disfrutar de las Descalzas Reales nos hace sentir unos auténticos #turistaenmipaís.
J.
REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
García Sanz, A. (2010). “El Monasterio de las Descalzas Reales: arte, espiritualidad en el Madrid de los Austrias”, en A. García Sanz (ed.), Pinturas murales de la escalera principal. Monasterio de las Descalzas Reales, Madrid, 2010, pp. 11-39.
García Sanz, A. (2022). Las Descalzas Reales: el proyecto personal de Juana de Austria [Conferencia]. Madrid. Recuperado de: https://www.youtube.com/watch?v=t3ofT9U7w6I
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