Tradicionalmente, los libros de historia dividen el gobierno de la Casa de Austria sobre Las Españas en el período de los Austrias Mayores, es decir, los reinados de Carlos I y Felipe II, y el de los Austrias Menores, conformado por los de Felipe III, Felipe IV y Carlos II. Mantener la grandeza y hegemonía que alcanzaron los dos primeros Habsburgo fue ardua tarea para sus sucesores. El Imperio español fue mermando y perdiendo territorio conforme los años y reinados iban transcurriendo. Aunque continuaba siendo la primera potencia europea, algo que se labró desde tiempos de los Reyes Católicos, pronto se produciría el sorpasso de la Francia de Luis XIV, para no volver a recuperar la posición de antaño. Sin embargo, al mismo tiempo que se producía el ocaso de la Monarquía Hispánica, avanzaba el Siglo de Oro español, uno de los período de mayor esplendor de las artes en nuestro país de toda su historia.

Durante este período, se levantó en Madrid un nuevo escenario con el que trata de demostrar la fuerza de la Corona española frente a Europa. En pleno Barroco, cuando las Cortes del Viejo Continente emprendían la construcción de imponentes palacios, Felipe IV, a través de su valido, el Conde-Duque de Olivares, se sumó también a esta corriente ordenando la construcción del Palacio Real del Buen Retiro. No obstante, el tiempo acabó demostrando que este nuevo Real Sitio era el reflejo de la situación que atravesaba España: un gran gigante con cimientos débiles que acabaron desplomándose. De todo aquel escenario de ostentación, muchos se preguntan qué queda actualmente, ya que es una de las pérdidas patrimoniales más importantes de la capital. Además de sus jardines y estanque, El Retiro fue mucho más.
El origen del Palacio del Buen Retiro
Todo el que visita Madrid siempre pasa por el Parque del Buen Retiro. Sin embargo, son muchos los que se preguntan sobre el origen de este entorno, cuya historia comenzó a escribirse a comienzos del siglo XV, de la mano de los Reyes Católicos. Isabel I de Castilla y Fernando II de Aragón dieron licencia a los monjes jerónimos de la ribera del Manzanares para situar el monasterio en un punto más cercano a la villa, decantándose por el actual paseo del Prado, extramuros de la entonces vieja Madrid. De aquella obra se conserva la actual Iglesia de San Jerónimo el Real, uno de los pocos ejemplos de estilo gótico de la capital española.
Aunque fuentes de la época confirman que el Monasterio de San Jerónimo de Madrid ya se utilizaba como aposento real, no fue hasta el reinado de Felipe II cuando se definió el denominado Cuarto Real. Se trataba de un palacete anexo a la iglesia, conformado por unas veinte habitaciones, que permitía al Monarca seguir los oficios religiosos desde sus habitaciones, comunicadas con la cabecera del templo. Desde entonces, este espacio se configuró como un retiro para la Familia Real en períodos de luto o de Cuaresma. Precisamente, desde tiempos de Felipe II y hasta Isabel II, aquí se realizaron las proclamaciones reales.

Gaspar de Guzmán, Conde-Duque de Olivares y valido de Felipe IV, sugirió al Rey desarrollar una ampliación del Cuarto Real de Los Jerónimos y convertirlo en un verdadero palacio. El pretexto fue el nacimiento del Príncipe Baltasar Carlos, el 17 de octubre de 1629, cuya jura como heredero de Las Españas se llevaría a cabo en 1632 en la propia Iglesia de San Jerónimo el Real. Por este motivo, lo que se ideó como una ampliación del primitivo aposento regio acabaría convirtiéndose en un extenso palacio real que tomó por nombre del Buen Retiro, en alusión al uso que de retiro hicieron en ese espacio siempre los monarcas españoles.
La construcción del Palacio del Buen Retiro
Para llevar a cabo la construcción del Palacio del Buen Retiro, fue necesaria la adquisición de los terrenos colindantes al Monasterio de San Jerónimo, entre ellos un gallinero. En total, Felipe IV tuvo que abonar alrededor de 8.000 ducados por todo el espacio en el que situaría su nueva residencia. Giovanni Battista Crescenzi, que había participado en la decoración del Panteón Real de El Escorial, fue nombrado maestro mayor de las obras, iniciadas en 1630. Los testimonios de la época indican que avanzaron rápidamente, lo que provocó que apenas se cuidasen los detalles. Todo ello condujo a la construcción de un inmenso palacio que destacaba por su utilidad y comodidad, pero no por disponer de una arquitectura exterior asombrosa que pudiera rivalizar con las grandes residencias reales de estilo Barroco que estaban levantándose en el resto de Europa.

El 1 de diciembre de 1633, mientras la hija predilecta de Felipe II, Isabel Clara Eugenia, fallecía en Bruselas como Gobernadora de los Países Bajos españoles, su tío Felipe IV, ajeno a esta triste noticia que conocería días después, promulgaba en Madrid una pragmática que oficializó la creación del Real Sitio del Buen Retiro, con el cambio de nombre del Cuarto Real de San Jerónimo que había fundado su abuelo y Rey Prudente, en detrimento de este nuevo lugar, inaugurado ese mismo día con la entrega de llaves por parte del Conde-Duque. Casualidades de la historia que otro 1 de diciembre, pero de 1764, se inauguró también en la villa otra gran residencia: el Palacio Real o de Oriente.
Así era el Real Sitio del Buen Retiro
En palabras del propio Felipe IV, la construcción del Palacio del Buen Retiro estuvo motivada para que «Yo y mis sucesores pudiésemos, sin salir de esta Corte, tener alivio y recreación«. Con la construcción de esta residencia, la villa de Madrid sumaba un nuevo recinto regio. Aunque el estilo que se siguió era el propio del gusto de los Austrias, con edificios de planta cuadrada y torres en las esquinas rematadas con chapiteles, la falta de planificación provocó que el conjunto presentase una visión desorganizada. A pesar de que se inauguró en 1633, las obras y ampliaciones se sucedieron en las décadas siguientes, hasta alcanzar el conjunto de residencia suburbana que se buscaba.

El Real Sitio del Buen Retiro estaba conformado por el palacio propiamente dicho y los extensos jardines, en donde se situó el estanque que actualmente siguen utilizando madrileños y turistas a bordo de sus coquetas barcas. Un dato que pocos conocen es que en este espacio verde se levantaron también siete ermitas dedicadas a San Juan y Santa María Magdalena, ambas al norte, San Isidro, la más cercana al palacio, San Jerónimo y San Bruno, cerca del estanque las dos, la de San Pablo, al sur, y la de San Antonio de Padua o de los Portugueses, la más grande de todas. Como curiosidad, el espacio de esta última ermita, construida a instancias de la comunidad lusa que residía en Madrid, lo ocupa actualmente la glorieta y estatua del Ángel Caído.

Como podemos ver en la obra de Jusepe Leonardo, mostrada anteriormente, los patios eran el elemento en torno al cual quedaba organizada la vida palaciega. Salvo en los casos de visitas de personalidades extranjeras, siendo Francesco I d’Este, Duque de Módena, el primero que lo estrenó en 1638, o los períodos de luto o juras reales, el Palacio del Buen Retiro no se destinaba a la vida protocolaria de la Corte, que tenía lugar en el Real Alcázar. En sus plazas se organizaron corridas de toros y todo tipo de fiestas; desde 1640 contó con un Coliseo en el que se representaban obras de teatro, entre otras las de Pedro Calderón de la Barca; disponía de Salón de Baile, actual Casón del Buen Retiro, y los jardines eran perfectos para disfrutar de la equitación, los agradables paseos y hasta la caza menor de conejos o perdices. También había una leonera y jaulas con aves exóticas, a modo de pequeño parque zoológico.

Aunque exteriormente el palacio no destacaba por el granito, el ladrillo y la pizarra que cubrían su arquitectura, el interior impresionaba por su suntuosa decoración, en gran parte gracias a las obras de arte que colgaron en sus muros, muchas de ellas encargadas ex profeso para el Real Sitio. De entre todas ellas, decoraron las estancias del Palacio del Buen Retiro «El Juicio de Paris«, de Rubens; «Adán y Eva«, de Durero, «El aguador de Sevilla«, «La rendición de Breda» o «Felipe IV, a caballo«, los tres de Velázquez, o las diez escenas de la vida de Hércules, de Zurbarán, entre otras muchas obras. Precisamente, «Bautizo de la Infanta Isabel en el Palacio del Buen Retiro», ejecutado por Antonio González a mediados del siglo XVIII, nos muestra la majestuosa decoración de sus estancias.
El ocaso del Palacio del Buen Retiro
Con la llegada de los Borbones al trono español, el Real Sitio del Buen Retiro se convirtió en uno de los ejes clave de la vida de la Corte. Sobre todo, tras el incendio del Real Alcázar, que convirtió por primera vez a la residencia en sede del poder, para lo cual hubo que llevar a cabo reformas en su interior para acoger al gobierno del Reino. El palacio fue habitado hasta 1764 por la Familia Real española. Dos años más tarde, Carlos III cedió el edificio a las tropas de Infantería y Caballería, a lo que se sumó la apertura al público de los jardines en 1767, aunque con muchas normas de etiqueta, o la creación de una Fábrica de Porcelanas en la Ermita de San Antonio de los Portugueses. Poco a poco, el espíritu cortesano del Real Sitio se apagaba, en gran parte por la finalización de las obras del nuevo Palacio Real.
La estatua ecuestre de Felipe IV, la primera del mundo realizada con las patas delanteras del caballo levantadas y ejecutada por iniciativa del propio monarca, se encontraba situada en uno de los jardines del Buen Retiro. A través de su escultura de bronce, el Rey Planeta y fundador de este Real Sitio fue testigo de cómo las tropas francesas conquistaron su Versalles madrileño. No solo lo utilizaron como cuartel, sino que provocaron graves destrozos en sus bellas zonas verdes. Al finalizar la Guerra de Independencia, el conjunto palatino estaba práctica y completamente destruido. De la demolición durante el reinado de Fernando VII solamente se salvaron el Salón de Baile y el de Reinos. Finalmente, el Real Sitio fue cedido al Ayuntamiento de Madrid en 1869.
Lo que queda del Buen Retiro
Con la demolición del Palacio del Buen Retiro, Madrid sumó una gran pérdida a su lista de patrimonio desaparecido, entre la que también encontramos otros importantes edificios como el Real Alcázar, la Iglesia de Santa María de la Almudena o los grandes conventos que se levantaban en lo que actualmente es la Puerta del Sol, entre otros muchos. Sobre el espacio que ocupaba el Real Sitio, se levanta actualmente el Barrio de Los Jerónimos, dentro del distrito de Retiro. Toma su nombre de la misma iglesia, del origen del palacio construido por Felipe IV. No obstante, del recinto regio todavía hay algunas huellas que recuerdan lo que un día fue.
Parque del Retiro
Los amplios jardines del Palacio del Buen Retiro configuran, actualmente, el Parque del Retiro, que cuenta con la declaración de Bien de Interés Cultural, bajo la categoría de jardín histórico desde 1935. El diseño que presentan a día de hoy es completamente diferente al que tenía en sus orígenes. Uno de los principales impulsos se vivieron durante el reinado de Carlos III, que dotó a este espacio del ambiente ilustrado propio de la época. El recreo de la Familia Real y la religiosidad que también formaba parte de esta zona de la villa dio paso a la ciencia y la cultura: todo para el pueblo, pero sin el pueblo.

A finales del siglo XIX, se incorporó al paisaje del Parque del Retiro el Palacio de Cristal, el Palacio de Velázquez o la escultura del Ángel Caído, que casualmente está a 666 metros sobre el nivel del mar. Por su parte, en 1922 se añadió el Monumento a Alfonso XII, un conjunto escultórico en el que intervinieron más de 20 artistas y que rodea el gran estanque del jardín. En las zonas verdes del parque se reúnen los madrileños y turistas, que pasean por los mismos espacios en los que Austrias y Borbones se dieron cita durante cerca de doscientos años.
Casón del Buen Retiro
En 1637 fue construido el Salón de Baile del Palacio del Buen Retiro, lo que actualmente se conoce como Casón del Buen Retiro. Las restauraciones y rehabilitaciones que se han llevado a cabo sobre el edificio han desvirtuado completamente su arquitectura original. Afortunadamente, los frescos de su bóveda no se han perdido, en los cuales se representa la «Alegoría del Toisón de Oro», pintados por Luca Giordano y configurados como una verdadera exaltación a la monarquía hispánica.

Actualmente, el Casón del Buen Retiro es una dependencia más del Museo Nacional del Prado. concretamente el Centro de Estudios de la institución. Cabe destacar, a modo de curiosidad, que durante el tiempo en el que el «Guernica» perteneció a la colección de este museo, antes de pasar al Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía, estuvo expuesto en este mismo espacio, en el Salón de Baile que un día perteneció al complejo del Palacio del Buen Retiro.
Salón de Reinos
Con el Salón de Reinos, el espacio dedicado a las grandes fiestas y ceremonias, se quiso evocar la grandeza pasada, presente y futura de la Monarquía española. De hecho, algunos autores no dudan en afirmar que sus frescos se encuentra entre las máximas representaciones pictóricas del poder real en Europa. Su nombre hace referencia a los 24 reinos que componían Las Españas a mediados del siglo XVII y cuyos escudos quedaron pintados en la bóveda del salón: Reino de Aragón, Reinos de Castilla y León, Reino de Navarra, Principado de Cataluña, Reino de Valencia, Reino de Granada, Reino de Sevilla, Reino de Toledo, Reino de Portugal, Reino de Jaén, Reino de Murcia, Reino de Galicia, Reino de Córdoba, Archiducado de Austria, Ducado de Borgoña, Ducado de Brabante, Reino de Cerdeña, Reino de Sicilia, Reino de México, Reino del Perú, Ducado de Milán, Condado de Flandes, Reino de Jerusalén y Señorío de Vizcaya.

Además de la obra pictórica anterior, para el Salón de Reinos también se encargaron doce cuadros que representaban grandes batallas españolas, diez obras sobre la vida de Hércules ejecutadas por Zurbarán y cinco retratos ecuestres efectuados por Velázquez sobre Felipe III, Felipe IV, sus respetivas esposas y el príncipe Baltasar Carlos. Junto con los escudos, que demostraban la extensión de los reinos españoles, todas estas piezas pictóricas constituían también parte del programa propagandístico propio de la época, tratando de impresionar a todo el que lo contemplase para que se percatase del poderío de Las Españas.

A pesar de lo anterior, el Salón de Reinos no dejaba de ser una mera ilusión, pues el sueño imperial se encontraba ya en decadencia a mediados del siglo XVII y la Corona española estaba a punto de perder la hegemonía europea y mundial. No obstante, en este edificio Felipe IV se convierte verdaderamente en El Grande o El Planeta, sobrenombres con los que la historia ha querido reconocerle. El destino quiso que este espacio, junto con sus frescos, se salvase de la demolición y se convirtiera en superviviente y perpetuo recuerdo a la grandeza de la Casa de Austria.
Tras haber sido sede el Museo del Ejército, actualmente el Salón de Reinos pertenece al Museo Nacional del Prado, que conserva muchos de sus cuadros y que llevará a cabo la restauración del edificio, tratando de recuperar su fisionomía original. Gracias a ello, la institución sumará nuevos metros cuadrados para exponer cerca de 200 obras de arte, todo ello bajo el cielo estrellado de lo que un día fueron Las Españas.

El Palacio del Buen Retiro no es solo la historia de lo que un día fue, sino también de lo que aún permanece. A pesar de ser uno de los principales monumentos que engrosan el inventario del patrimonio desaparecido de España, el destino quiso que algunos elementos se salvasen de la demolición.

Patrimonio Reaparecido
Madrid ha perdido importantes monumentos a lo largo de su historia. Es momento de volver a descubrirlos jugando con la imaginación
Donde ahora circulan coches y se levantan bloques de viviendas, hubo un día en el que estuvieron las estancias del palacio de recreo de la Familia Real en Madrid, en las que colgaron obras de arte de los más importantes pintores del momento, a los cuales todavía admiramos. Recordando todo ello, y disfrutando del Parque del Retiro, del Casón y, por supuesto, de la alegoría a la histórica Monarquía Hispánica que representa en sí mismo el Salón de Reinos, nos sentimos unos auténticos #turistaenmipaís.
J.
REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
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IMAGEN DE PORTADA
Detalle de «Vista de la Calle Alcalá», Antonio Joli, ca. 1750-1754. Colecciones de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando. Recuperado de: https://www.academiacolecciones.com/pinturas/inventario.php?id=1396
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