La Reina Juana sostuvo sobre su cabeza, por primera vez y gracias a la herencia de sus padres, los Reyes Católicos, el gobierno de todos los reinos que históricamente componen la actual España, a saber Castilla, León, Aragón, Navarra, Granada, Valencia, Mallorca y otros tantos más. Sin embargo, la Dinastía de los Austrias que sucedió a los Trastámara motivó una renovación. Dejaban atrás el período medieval que en cierto modo representaban sus antecesores para entrar de lleno en la Edad Moderna y, durante su gobierno, se fueron formando Las Españas al abrigo de la Monarquía Hispánica, en la que se reunían todo ese conglomerado de reinos surgidos en el devenir de la Edad Media, quienes mantenían sus propias instituciones pero tenían como elemento común al Monarca que los gobernaba.
La construcción del Monasterio de San Lorenzo de El Escorial refleja precisamente la idea anterior, al presentarse como panteón definitivo para los soberanos de este nuevo período de la Historia del país, en detrimento de las muchas criptas repartidas por los diversos territorios. En otras palabras, el arte funerario se puso al servicio de la centralización de los reinos españoles en torno a la Monarquía Hispánica, simbolizada a través del panteón situado en la Sierra de Guadarrama en la que se mantiene a perpetuidad la memoria regia. Es por ello que, hasta Felipe II, es posible encontrar diversas criptas emprendidas por monarcas y soberanos en otras partes del territorio del país, de los antiguos reinos. ¿Te vienes a descubrir algunas de ellas?
Panteón de los Reyes astures
Comenzamos esta ruta virtual por los panteones reales españoles en Asturias. Concretamente, en el Panteón de los Reyes astures, situado en la capital del Principado. Actualmente se localiza dentro de la Catedral del Salvador de Oviedo, aunque la cripta primitiva se construyó por orden de Alfonso II de Asturias, que ha pasado a la historia como El Casto, en el siglo IX. Este monarca fundó la Iglesia de Santa María del Rey Casto como lugar de culto a la memoria regia, siendo uno de los panteones reales más antiguos de Europa. En él se encuentran enterrados a día de hoy un total de 8 reyes y 9 reinas de la rama monárquica astur-leonesa.

En el siglo XVIII, la Iglesia de Santa María del Rey Casto se encontraba en tan mal estado de conservación que fue inevitable su demolición. Con ello, se construyó un nuevo Panteón de Reyes, hoy adosado a la Catedral del Salvado y dentro de la Capilla de la Virgen del Rey Casto. Aunque se perdió su arquitectura original en detrimento del estilo barroco del momento, la carga simbólica se mantuvo. De hecho, todavía hoy se celebra una misa anual en recuerdo del rey fundador, Alfonso II.
Panteón de los Reyes de León
El Reino de León se mantuvo en activo entre el año 910, en que se traslada la capital desde Oviedo a León, y 1230, momento en que se une con el reino de Castilla bajo la figura de Fernando III, dando lugar a la formación de la Corona de Castilla y León. En el siglo XI, Fernando I y Sancha I de León ordenaron la construcción en la ciudad de la Basílica de San Juan Bautista, que con el traslado de las reliquias de San Isidoro desde Sevilla se cambió de nombre en favor de esta advocación. Es, sin duda, una joya del arte románico digna de conocer.

Además de la colegiata, los monarcas también levantaron una zona palaciega y fundaron un cementerio real. Parece que se estaban adelantando varios siglos a la idea de Felipe II con El Escorial. El Panteón de Reyes acoge la sepultura de 11 reyes, 12 reinas, 10 infantes, 9 condes y diferentes nobles. En definitiva, en San Isidoro se congrega buena parte de la realeza leonesa, repartida también por otros panteones reales, como el de la Catedral de Santiago de Compostela. Todos ellos descansan bajo la conocida como Capilla Sixtina del Románico, los hermosos frescos que, como si de un comic se tratasen, repasan las sagradas escrituras. Su ejecución se debe a Urraca de Zamora, hija de los fundadores y benefactora de este espacio en el que también reposa para la eternidad.
Criptas reales de la Corona de Castilla
En el Monasterio de San Salvador de Oña, situado en la provincia de Burgos, se encuentran enterrados varios Condes de Castilla, territorio que fue elevado a la dignidad de reino. En este complejo religioso, de hecho, reposa el primer rey de Castilla, Sancho II, hijo de Fernando I y Sancha I de León, junto con otros infantes. Este monasterio no es el único lugar en el que podemos encontrar restos de la realeza castellana, sino que están dispuestos por criptas de varios templos de su legendario territorio. La Catedral de Toledo, las Huelgas Reales o la Capilla Real de Sevilla son algunos de los principales.
Panteón Real de Las Huelgas de Burgos
Alfonso VIII de Castilla, que ha pasado a la historia como el de La Navas, y la reina Leonor fundaron en 1187 el Monasterio de Las Huelgas Reales, en la ciudad de Burgos. No solo se convirtió en la cabeza femenina de la Orden del Císter en el reino y una de las construcciones de estilo cisterciense más destacadas de España, sino también en el gran símbolo de Castilla, ya que fue proyectado también como panteón real para ellos y sus sucesores. Sin embargo, el proyecto apenas superó su generación y la inmediata siguiente.

Hoy en día, Las Huelgas de Burgos forman parte del Patrimonio Nacional por la vinculación que con la Corona y la nobleza siempre ha tenido este complejo religioso femenino a lo largo de toda su historia. No obstante, la función de cementerio real fue muy limitada. Además de los reyes fundadores, también aquí reposan sus sucesores, los monarcas Berenguela I y Enrique I de Castilla, junto con otros tantos infantes. Un total de 30 cuerpos reales descansan en este panteón, acompañados de multitud de caballeros que lucharon en la Batalla de las Navas de Tolosa. María Ana de Austria, hija de Juan de Austria y nieta de Carlos V, fue el último personaje en ser sepultado en Las Huelgas, en el siglo XVII.
Capilla Real de la Catedral de Sevilla
Como ya hemos comentado con anterioridad, en la figura de Fernando III, conocido como El Santo, se unieron los reinos de León y Castilla en una sola Corona en el año 1230. El monarca, posiblemente con la finalidad de no favorecer más a uno que otro, decidió que no sería enterrado en el panteón real de La Huelgas, de tradición castellana, ni en el de San Isidoro, vinculado con la realeza leonesa. Por ello, escogió Sevilla como lugar de descanso para la eternidad, la ciudad que él mismo había conquista y arrebatado al Islam.

Situada en la cabecera de la Catedral de Sevilla, hubo dos capillas reales anteriores a la actual, construida en el siglo XVI. Está presidida por el altar de la Virgen de los Reyes, que la leyenda atribuye que fue donada al propio Fernando III por su primo, el rey de Francia, en conmemoración de la recuperación de Sevilla a los musulmanes. Precisamente, el Rey Santo descansa en esta capilla, junto con Alfonso X Castilla y Pedro I de Castilla, estando acompañados de dos reinas consortes y varios infantes. La memoria regia y la unión de Castilla y León se simbolizan en la Capilla Real hispalenses.
Capillas de los Reyes Viejos y Nuevos en la Catedral de Toledo
Sancho IV de Castilla, sucesor de Alfonso X, decidió no seguir la tradición sevillana y fundó en la Catedral de Toledo una capilla funeraria a finales del siglo XIII bajo la advocación de la Santa Cruz. Previamente, otros monarcas castellanos, como Alfonso VII y Sancho III, también habían decidido sepultarse en la seo toledana, siendo sus restos trasladados hasta esta nueva ubicación. En 1498, el Cardenal Cisneros emprendió una reforma del altar mayor y trasladó esta primitiva capilla real con sus respectivos moradores a una nueva ubicación en la girola, la cual mantiene a día de hoy, siendo conocida como Capilla de los Reyes Viejos.

Enrique II de Castilla, primer rey de la Dinastía Trastámara tras derrocar a su hermano, Pedro I, que pertenecía a la Casa de Borgoña, encontró en la Catedral de Toledo el lugar idóneo para su enterramiento, ya que ello dotaba de legitimidad a su reinado. Su actual ubicación tampoco es la original, ya que en tiempos de Carlos V se trasladó hasta el lugar que hoy en día ocupa para despejar el lado del Evangelio, donde se situaba la primitiva Capilla Real. Desde entonces, es conocida como Capilla de los Reyes Nuevos, descansando en ella los tres primeros reyes Trastámara junto a sus esposas.
Criptas reales de la Corona de Aragón
Al igual que ocurría con los reyes castellanos, los diferentes monarcas de la Corona de Aragón también se encuentran repartidos por varios puntos de su primitivo territorio, como la Catedral de Barcelona, el Monasterio de Sigena, el Monasterio de San Pedro el Viejo o el Monasterio de Santes Creus. Sin embargo, la mayor parte de la realeza aragonesa se encuentra sepultada en dos centros monacales: San Juan de la Peña y el Poblet.
Panteón Real de San Juan de la Peña
El Monasterio de San Juan de la Peña fue el más importante del Reino de Aragón en la Edad Media. De hecho, la leyenda atribuye que el nacimiento del reino se produjo en este mismo lugar en el siglo VIII. Es por ello que, a lo largo de cinco siglos, diferentes monarcas aragoneses, y también algunos navarros, decidieron ser sepultados en este decisivo enclave. Por ejemplo, sobresalen algunos soberanos fundamentales en la historia de la Corona aragonesa que descansan en su panteón real, como Ramiro I de Aragón, considerado el primer rey aragonés, o Alfonso I El Batallador, cuyo testamento es uno de los más singulares de la historia, pues cedió sus posesiones a las órdenes militares.

El Panteón Real del Monasterio de San Juan de la Peña fue reformado en el siglo XVIII por orden de Carlos III, lo que explica la decoración clásica de la estancia. Los lugares concretos en el que reposaban los restos de la realeza aragonesa o navarra se mantuvieron, solo colocándose delante de los nichos unas placas de bronce con la inscripción correspondiente del personaje histórico que lo ocupaba.
Panteón Real del Monasterio de Poblet
El Monasterio de Santa María de Poblet, declarado Patrimonio de la Humanidad y situado en Tarragona, fue fundado por iniciativa de Ramón Berenguer IV, conde de Barcelona que, con su matrimonio con la reina Petronila de Aragón, propició la unión del condado a la Corona aragonesa. Su hijo, Alfonso II, decidió en testamento ser enterrado en esta fundación real, disponiendo también que en el futuro se construyera un panteón real. No fue hasta el reinado de Pedro IV cuando se llevó a término esta idea, construyendo los conocidos como Sepulcros Reales de Poblet.

El Panteón Real de Poblet es uno de los conjuntos escultóricos fúnebres más importantes del período gótico español. Se encuentran ubicados en arcadas de la nave central de la iglesia monacal, y acoge los restos mortales de seis reyes de Aragón y siete reinas consortes. Fue de este espacio, se encuentran enterrados dos reyes más, como así son Martín I y Alfonso V. En total, ocho soberanos aragoneses descansan en Poblet para la eternidad.
Criptas reales de la Corona de Navarra
La Corona de Navarra es uno de los reinos históricos que componen la actual España. De hecho, su heráldica o armas aparecen reflejadas en uno de los cuarteles del escudo que acompaña la bandera española constitucional, concretamente el cuarto. Sancho IV de Navarra fue el primer monarca que se intituló Rey de Navarra en 1162, dejando atrás el de Rey de Pamplona. Desde 1512 en que Fernando El Católico invadió el reino, sus soberanos fueron comunes a los de las Coronas de Castilla y Aragón. Para repasar la historia de los monarcas navarros, las visitas a los panteones reales de Leyre y Santa María de Nájera son perfectas. Del mismo modo, la Catedral de Pamplona también cuenta con una cripta real en la que yacen algunos monarcas navarros, como Carlos III.
Panteón real del Monasterio de Sta. María de Nájera
Como hemos comentado, el Reino de Pamplona precedió al de Navarra y, para descubrir la historia de estos primeros pasos de esta Corona, el Monasterio de Santa María de Nájera, en La Rioja, es perfecto. En él se encuentra situado el panteón real de los primeros monarcas navarros, que fue construido en pleno período renacentista, en torno a 1556.

Un total de cinco reyes navarros, con sus respectivas reinas consortes, además de infantes del reino, yacen en este espacio. Entre las efigies, merecen especial atención los sepulcros de las reinas Estefanía de Foix, que es una escultura en actitud orante y policromada, o el de Blanca Garcés de Navarra, un sepulcro románico de gran belleza artística.
Panteón de los Reyes de Navarra del Monasterio de Leyre
El Monasterio de San Salvador de Leyre goza también de una importante relevancia histórica en lo que a la formación del Reino de Navarra se refiere. En él también descansan los soberanos del Reino de Pamplona precedente, hasta un total de 7 reyes con sus respectivas reinas consortes, enterrados aquí entre el siglo IX y finales del X. Junto a ellos, también se debieron de inhumar otros miembros de la realeza pamplonesa del momento. Todavía hoy, el Monasterio de Leyre continúa siendo un pilar clave en Navarra. Anualmente, se celebra un acto en el que se recuerda a los reyes navarros, quienes sufrieron las consecuencias de la Desamortización de Mendizábal que afectó al cenobio.

Debido al abandono del complejo, se produjo la consiguiente profanación de las arquetas reales. Hubo un intento, en tiempos de Isabel II, de reunir en la Catedral de Pamplona los restos de todos los reyes navarros, pero quedó en papel mojado. El 9 de julio de 1915, se volvieron a inhumar los restos, siendo el momento en que se definió a Leyre por parte de Vázquez de Mella como el Monasterio de El Escorial de Navarra y asiento de la realeza navarra.
Capilla Real de Granada
Isabel I de Castilla y Fernando II de Aragón llevaron a cabo la unión dinástica de sus respectivos reinos a raíz de su matrimonio. Una de las empresas fundamentales de su reinado fue la finalización de la denominada Reconquista, arrebatando a los musulmanes el último reducto del Islam de la península Ibérica y de Europa en general: el Reino de Granada. Tal fue la importancia de este hecho que añadieron el símbolo de la granada a su heráldica, algo que todavía se mantiene hoy en la punta del escudo de España. Por ello, la reina Isabel decidió enterrarse en Granada, emprendiendo la construcción de una capilla funeraria para descansar en ella toda la eternidad.

La Capilla Real de Granada es el ejemplo más sobresaliente de cómo el arte funerario se ha puesto al servicio de la política y de la realeza a lo largo de toda la historia. La simbología de los Reyes Católicos está presente en todo el templo, en el cual también están sepultados los reyes Felipe I y Juana I de Castilla y el príncipe Miguel de la Paz. El emperador Carlos V llegó a plantearse esta capilla como lugar de sepultura, pero su destino final acabó siendo otro: la última gran cripta fúnebre y definitiva de los monarcas de Las Españas de El Escorial.
Cripta Real de El Escorial
Cuando Felipe II decidió construir el Monasterio de San Lorenzo de El Escorial estuvo guiado por dos motivaciones: conmemorar la victoria española en la Batalla de San Quintín y erigir un panteón digno para su padre, el Emperador Carlos V, y resto de familiares. Fue así como surgió la Cripta Real de El Escorial. Popularmente se dice que la realeza española nace donde quiere, vive, si puede, en Madrid, pero siempre termina en El Escorial antes de subir al cielo, y es que es aquí donde, desde tiempos de los Austrias y hasta la actualidad, han sido sepultados la mayor parte de los reyes, reinas o infantes de la Casa Real española.

El Panteón de Reyes y el Panteón de Infantes suponen la culminación de la unión dinástica de los reinos españoles a través del arte funerario. Estos lugares de culto a la memoria regia, iniciados en tiempos de los primeros gobernantes de cada uno de los reinos que han supuesto la formación de la actual España, fueron culminados con el proyecto de Felipe II, quien por fin consiguió establecer una cripta en la que reunir, desde su padre y en adelante, con la excepción de dos únicos soberanos, a todos los monarcas de España. Visitar cada uno de estos lugares, sin duda alguna, te hace sentir un auténtico #turistaenmipaís.
J.
REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
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