Los monumentos no solo sobreviven al paso de los siglos por la unión de la argamasa de sus piedras. En la gran mayoría de los casos, los verdaderos pilares que los sostienen son los de la historia, configurándose como testigos vivos y narradores del devenir de los tiempos. Uno de los lugares de España en los que mejor se produce está mágica unión de arte, cultura e historia es la Basílica de San Isidoro, situada en León. Hasta ella peregrinan los turistas que visitan esta ciudad del norte de la península Ibérica con la finalidad de contemplar y descubrir uno de los tesoros románicos mejor conservados del país, pero también para conocer los murmullos de la historia que todavía hoy susurran sus muros, protagonizados principalmente por reyes, reinas o infantas de la legendaria monarquía leonesa.
Sin embargo, la Basílica de San Isidoro no solo es uno de los monumentos más visitados de León por su importancia artística, sino porque en ella nació también el parlamentarismo. Este último dato es mucho menos conocido que los impresionantes frescos románicos del panteón real o que el famoso cáliz de doña Urraca que custodia el museo de la basílica, pero es fundamental para entender el devenir social y las raíces en las que se asienta nuestra sociedad actual. Este y otros muchos secretos son los que vamos a poner al descubierto a continuación. ¿Te vienes a conocer la Basílica de San Isidoro de León?
Historia de la Basílica de San Isidoro de León
Los orígenes de la Real Colegiata Basílica de San Isidoro son difusos, pero la gran mayoría de los estudios coinciden en situarlos en la segunda mitad del siglo X. El fervor por las reliquias siempre ha estado ligado a este recinto religioso leonés, lo que, sin lugar a dudas, atrajo la atención de una sociedad profundamente cristiana y temerosa de los mandatos divinos. San Pelayo, que no debe confundirse en ningún caso con el héroe astur que dio comienzo al denominado período de la Reconquista, fue un niño cristiano martirizado en Córdoba en tiempos de Abderramán III cuya devoción se extendió por la vieja Europa.

El todavía naciente Reino de León, en proceso de consolidarse, quiso aprovechar la devoción por San Pelayo y, reinando Sancho I de León «El Craso», solicitaron los restos a los musulmanes de Córdoba, con la finalidad de darles culto y honrarle. Este fue el hecho que motivó el levantamiento de un primer monasterio puesto bajo su advocación. Se construyó junto a la muralla romana y la antigua iglesia dedicada a San Juan Bautista, colocándose en él las reliquias en 967. No obstante, veinte años más tarde, aproximadamente, se trasladaron a Oviedo, donde todavía permanecen. Sin embargo, fueron las tropas musulmanas comandadas por Almanzor, que arrasaron León en 988, las que acabaron con este lugar de culto, así como con prácticamente toda la ciudad.

Alfonso V de León, que reinó entre 999 y 1028, tuvo que llevar a cabo la reconstrucción de la capital, devastada tras el paso de Almanzor. En lo que se refiere al monumento del que estamos hablando, levantó de nuevo la iglesia y monasterio utilizando materiales pobres, como el ladrillo y el barro, poniéndola bajo la advocación de San Juan Bautista. Tenemos que esperar al reinado de su hija, Sancha I de León, que se casó con el Conde de Castilla, Fernando I de León, para comenzar a vislumbrar la obra que contemplamos en la actualidad. Ambos decidieron demoler el sencillo templo y emprender una nueva y portentosa obra en piedra, una verdadera iglesia palatina adosada a su residencia en la que convergiera poder real y religioso.

Siguiendo la estela de sus antepasados, Sancha I y Fernando I decidieron dotar de mayor importancia a su recién fundada iglesia. Para ello, emprendieron negociaciones con la taifa musulmana de Sevilla y solicitaron el traslado de las reliquias de Isidoro de Sevilla, quien había sido arzobispo de la actual capital andaluza en el siglo VII y era venerado como santo. Los restos llegaron a León a finales de 1063. Concretamente, el 21 de diciembre de ese mismo año se produjo la consagración de la iglesia a su nueva y actual advocación: San Isidoro. Comenzaba así un nuevo capítulo en la historia de este importante templo. Las reliquias se encuentran situadas en una urna en el altar mayor, en la principal capilla de la basílica que fue reformada en estilo gótico en el siglo XVI.
San Isidoro y Urraca de Zamora
Los reyes Sancha I y Fernando I habían configurado también la Basílica de San Isidoro como cementerio real. Sin embargo, se debe a su primogénita, la infanta Urraca, que también fue Señora de Zamora y protagonista del Cantar del Mío Cid, no solo la ampliación de la magna obra de sus padres, sino la creación definitiva del Panteón Real. Del mismo modo, se le atribuye la magnífica e impresionante decoración de dicha cripta. Doña Urraca llevó a cabo la ampliación de la iglesia, destacando que bajo su patrocinio se ejecutaron las puertas del Cordero, Norte y Perdón. La primera de las tres es la más famosa de todas, siendo por la que acceden feligreses y visitantes al templo. Se encuentra custodiada por las esculturas de San Isidoro y San Pelayo, advocaciones ligadas a la historia del monumento, y, como curiosidad, no hay que perder de vista los signos del zodíaco, que también forman parte de la escena.

Respecto al Panteón Real, en él se conserva el espíritu del Reino de León, que permaneció como reino independiente desde el año 910, cuando se produjo el traslado de la capital del Reino de Asturias de Oviedo a León, hasta 1230, cuando, bajo la figura de Fernando III «El Santo», se produjo la unión de Castilla y León. En la regia cripta de la Basílica de San Isidoro descansan 11 reyes, 12 reinas, 10 infantes, 9 condes y varios nobles, todos ellos bajo los impresionantes frescos del siglo XII que reciben el sobrenombre de Capilla Sixtina del arte románico. Se presentan como un auténtico cómic de vivos colores y ausencia de perspectiva que repasa los grandes momentos del Cristianismo, desde la Anunciación hasta el Apocalipsis de San Juan. Tampoco hay que perder de vista los capiteles, cuyas representaciones confirman la carga simbólica y religiosa de esta regia sala.

Si hablamos de Urraca de Zamora y la Basílica de San Isidoro, tenemos que hacerlo también de otra de las reliquias más famosas que todavía custodia este histórico monumento. Se trata del Cáliz de Doña Urraca, el que algunas investigaciones afirman que es el auténtico Santo Grial, es decir, el cáliz utilizado por Cristo en la Última Cena el día de Jueves Santo.

Teorías a un lado, el Cáliz de Doña Urraca es una espectacular pieza de orfebrería cuyo origen se encuentra en dos cuencos de ágata, datados del siglo I d. C., enriquecidos con las joyas de la propia infanta leonesa: desde amatistas y rubíes, hasta zafiros y esmeraldas. Su nombre aparece escrito en la base: «En nombre del Señor, Urraca hija de Fernando«. Esta pieza se expone en la primera altura de la torre campanario de la basílica. Nadie que visite el complejo de San Isidoro puede irse sin contemplarla, siendo la joya por excelencia de todo el Tesoro de los Reyes que todavía custodia este histórico monumento. Entre ellas, destaca también una caja de asta de reno cuya peculiaridad reside en ser la única pieza de arte vikingo de España.
Cuna del parlamentarismo europeo
La historia de la Basílica de San Isidoro continuó escribiéndose al unísono de la del Reino de León. En 1188, fue escenario de uno de los acontecimientos más importantes de la Corona leonesa. En febrero de ese mismo año, había ascendido al trono Alfonso IX de León, que contaba solo dieciséis años. Sin embargo, fue coronado rey de un reino inestable marcado por el ambiente hostil: luchas internas por el poder, presión fronteriza con el cada vez más poderoso Reino de Castilla, sin olvidar también a portugueses y almohades, y la crisis económica que afectaba a las arcas reales.

El León sobre el que gobernó Alfonso IX nada tenía que ver con la extensión de la actual provincia, sino que abarcaba también Asturias, Galicia, Salamanca, Zamora y hasta Extremadura. No hay que olvidar que el Reino de León es uno de los reinos históricos que componen la actual España, de ahí que sus armas formen parte de un cuartel del escudo que acompaña la bandera española. Para tratar de solventar los problemas de toda esta extensión de territorio, Alfonso IX decidió convocar Cortes. Sin embargo, y por primera vez en la historia, el pueblo o tercer estamento también participó en ellas. Tras ello, otros reinos europeos se sumarían a esta tendencia, como Inglaterra en 1215.
Las Cortes fueron convocadas para el 18 de abril de 1188, reuniéndose en el claustro de la Basílica de San Isidoro, bajo la presencia del Rey. Entre las ciudades representadas estaban León, Oviedo, Salamanca, Ciudad Rodrigo, Zamora, Astorga, Ledesma o Benavente, entre otras. La novedad fue la participación del pueblo, pero había una razón detrás de todo ello. La dura crisis económica que sufría el Reino obligó a Alfonso IX a contar con ellos para resolver la situación. A cambio, mejoró la administración de justicia y eliminó los abusos del poder de la nobleza.

Todos los Decreta o leyes que se aprobaron y que estaban encaminadas a proteger a los ciudadanos y sus bienes contra el poder de la nobleza, el clero y el propio monarca ampliaron los que ya se habían recogido en el Fuero de Alfonso V. De este modo, se dio forma a la Carta Magna Leonesa, el resultado de las Cortes de 1188. En ella se describen los derechos individuales, considerándose precedente de la Declaración Universal de los Derechos del Individuo de la Revolución Francesa e, incluso, de la propia Declaración Universal de Derechos Humanos (1948).

Tal es el alcance e importancia de lo acontecido en la Basílica de San Isidoro en 1188 que la UNESO reconoció dichas Cortes y la Carta Magna Leonesa como Memoria del Mundo, al tratarse del “testimonio documental más antiguo del sistema parlamentario europeo”. Además, en 2011 la Junta de Castilla y León concedió a la la ciudad de León la distinción de “Cuna del Parlamentarismo”, lo que también fue reconocido por las actuales Cortes españolas el 20 de marzo de 2019, con un acto en el Congreso de los Diputados.
Visita imprescindible en León
El románico es la seña de identidad de la Basílica de San Isidoro de León, un monumento fundamental para comprender la evolución de este histórico reino de la península Ibérica. Aunque el paso del tiempo le fue engrandeciendo, la Guerra de Independencia provocó diversos daños, especialmente en el panteón real, aunque las diversas restauraciones e intervenciones que se llevan a cabo de forma continuada hacen de este lugar una de las grandes joyas del patrimonio artístico e histórico español. Junto con la catedral, la Basílica de San Isidoro es un imprescindible de la ciudad leonesa, y nadie que la visite puede irse sin acceder a su interior para dejarse cautivar por los secretos que hemos descubierto, así como por otros muchos más que esperan en el recorrido guiado.

Visitando las diversas salas de la Basílica de San Isidoro, los turistas no solo conectan con la historia del Reino de León, sino también con la de todo un continente. Cuna del parlamentarismo europeo, este espacio fue escenario del nacimiento del sistema parlamentario, en el que el pueblo debe configurarse como su verdadero espíritu y motor, como así se entendió en las Cortes leonesas de 1188. Lo acontecido en León el 18 de abril de aquel año no debería dejar de recordarse ni ensalzarse nunca, porque nos ayuda a explicar la evolución que hemos ido experimentando como sociedad, además de hacernos sentir unos auténticos #turistaenmipaís.
J.
REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
ARVIZU Y GALARRAGA, F. (1995). Más sobre los decretos de las Cortes de León de 1188. Anuario de historia del derecho español (63-64), pp. 1193-1238. Recuperado de: https://dialnet.unirioja.es/servlet/articulo?codigo=134605
UTRERO AGUDO, M. A., MURILLO FRAGERO, J. I. (2014). San Isidoro de León. Construcción y reconstrucción de una basílica románica. Arqueología de la arquitectura (11). Recuperado de: https://dialnet.unirioja.es/servlet/articulo?codigo=5013995
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