Uno de los dichos más populares de la capital de España es «De Madrid, al cielo«. Lo cierto es que este refrán bien podría aplicarse también a la historia, el origen y el fervor que rodea a una de las imágenes religiosas más importantes de la villa. Ni San Isidro, ni Nuestra Señora de La Almudena ni la Virgen de la Paloma: Nuestro Padre Jesús Nazareno de Medinaceli, más conocido como Cristo de Medinaceli, es la devoción más destacada y extendida de Madrid, llegando a superar las propias fronteras de la ciudad, para conquista el resto del mundo. La talla que recibe culto en el número 2 de la Plaza de Jesús, en el Barrio de las Letras, ha sido replicada en varios rincones del planeta, y la tradición de venerarlo cada primer viernes de marzo se ha convertido también en una práctica habitual entre otras cofradías españolas, que hacen lo propio con sus imágenes nazarenas.
La extendida y arraigada devoción a Jesús de Medinaceli es fruto de una historia que se remonta al siglo XVII y en la que hay episodios suficientemente sorprendentes como para llamar la atención de sus devotos. Desde secuestros y rescates, hasta un exilio en período de guerra, la imagen de este Nazareno ha estado involucrada en numerosos acontecimientos, siendo un verdadero milagro que, después del recorrido histórico que ha vivido, todavía permanezca entronizada en el altar mayor de su basílica madrileña en la que actualmente recibe culto y a la que tantos creyentes peregrinan en busca de ayuda o consuelo, o también curiosos que buscan contemplar una obra de arte de la imaginería religiosa que ha sobrevivido a los avatares del tiempo.
Origen del Cristo de Medinaceli
A pesar de la profunda extensión de la devoción a Jesús de Medinaceli, el origen de la talla original que se conserva en Madrid es bastante difuso, principalmente por la falta de datos documentales con los que acreditar por qué se efectuó, incluso el autor o la ciudad en la que se ejecutó. No obstante, la mayoría de los estudios que se han llevado a cabo coinciden en que fue tallada en el siglo XVII, siendo su estilo propio de la Escuela Sevillana. Juan de Mesa, o sus discípulos Luis de la Peña o Francisco de Ocampo, son algunos de los nombres que se postulan como autores de la obra, que debió ser encargada por los Padres Capuchinos afincados en Sevilla.

En cuanto a la propia talla de Nuestro Padre Jesús Nazareno, Cristo de Medinaceli, es de tamaño natural y representa al Ecce Homo en el momento de ser presentado a Poncio Pilato. Algo que muchos desconocen es que, a pesar de que la imagen se presenta vestida con ricas sayas y peluca, se trata de una escultura completamente policromada, cubierta por un sencillo paño de pureza. De hecho, la melena tallada es uno de los detalles más espectaculares que presenta, a pesar de estar oculto.
Traslado y estancia en Marruecos
La historia del Cristo de Medinaceli está ligada al enclave estratégico de La Mámora, situado en la actual ciudad marroquí de Mehdía. Este rincón del norte del continente africano fue controlado por Las Españas entre 1614 y 1681, que la renombraron como San Miguel de Ultramar. Como hemos comentado anteriormente, se desconocen los datos documentales sobre el origen de la talla del Nazareno más universal de Madrid, aunque lo que sí está más claro es que fue trasladada a mediados el siglo XVII hasta este punto de Marruecos para que recibiera culto por parte de la comunidad de Padres Capuchinos que allí se estableció.
No obstante, los Padres Capuchinos estuvieron asentados en La Mámora únicamente desde 1645, pues previamente la misión evangelizadora estaba encomendada a los Franciscanos. Además, ese mismo año aconteció un terrible incendio en la ciudad, que entre otros edificios arrasó la iglesia y todos sus bienes. Por tanto, ambos hechos históricos llevan a pensar a muchos investigadores que la imagen de Jesús Nazareno no llegó al norte de África hasta después de 1645, ya que de haber sido trasladada con anterioridad habría ardido en el incendio. Además, posiblemente llegaría de las manos de los Capuchinos, quienes se cree, como hemos señalado, que fueron los que ordenaron su ejecución en algún taller sevillano.
El rescate del Cristo de Medinaceli
El 30 de abril de 1681, la historia española en el norte de África comenzó a resquebrajarse. Ese mismo día, el sultán de Marruecos, Muley Ismael, inició una ofensiva a La Mámora, que se vio asediada por los musulmanes y obligada a capitular. Para salvar la vida de los ciudadanos que allí habitaban, la gran mayoría se ofreció como esclavos, y a ellos se unieron también los tesoros de la iglesia, que se reconvirtió en mezquita de nuevo. Entre ellos, la sagrada imagen de Jesús Nazareno, junto a otras dieciséis más. Todo el botín fue llevado a Mequinez, capital establecida en aquel período en Marruecos.
Las órdenes religiosas de Trinitarios y Mercedarios fueron nombradas para llevar a cabo el pago de los rescates tanto de los esclavos, para que pudieran regresar a la península, como de las imágenes religiosas cautivas, concretamente diecisiete, entre las que destacaba la del Nazareno de túnica morada. En señal de desprecio a la Fe católica, el sultán Muley Ismael ordenó arrastrar por las calles de la capital la imagen del Cristo que todavía no era de Medinaceli, sino Cautivo. También fue echado a los leones, simulando que lo despedazaban.

El Padre Trinitario Fray Pedro de los Ángeles ofreció al sultán sumas de dinero para el rescate de los esclavos y de las imágenes religiosas. Concretamente, los musulmanes ofrecieron a los Trinitarios la talla del Nazareno si a cambio les daban su peso en oro. Milagrosamente, la balanza no pesaba lo que Muley Ismael esperaba, por lo que tuvo que conformarse con el pago indicado, que algunos lo cifran en treinta monedas. No podía faltar la leyenda en el rescate del Cristo de Medinaceli.
El Cristo de Medinaceli, Señor de Madrid
Muchos se preguntan por qué del cuello del Cristo de Medinaceli cuelga un escapulario trinitario. Lo cierto es que la respuesta la encontramos precisamente en su rescate, llevado a cabo por esta orden religiosa que colocó este elemento a todos los cautivos a los que liberaron en Marruecos, incluidas las sagradas imágenes. Desde entonces, la talla se muestra con este objeto que recuerda su cautiverio y rescate. En enero de 1682, las efigies religiosas fueron trasladadas a Ceuta, y de allí hasta Sevilla, al Convento de los Trinitarios. Sin embargo, Carlos II ordenó que fueran llevadas hasta la Villa y Corte de Madrid, donde fueron recibidas con triunfalismo.

Por tanto, la vinculación de Jesús Nazareno con Madrid comenzó en septiembre de 1682, cuando se produjo el primer encuentro entre la imagen y la capital de España. La escultura del Cristo cerró la procesión que recorrió las calles de la vieja villa castiza, en dirección al Real Alcázar, en cuyos balcones los reyes Carlos II y María Luisa de Orleans contemplaron la comitiva. Posteriormente, la imagen de Jesús Nazareno Recatado o del Rescate fue colocada en el desaparecido Convento de los Trinitarios, donde comenzó a recibir culto por los madrileños, que le alzaron como Señor y protector.
De Rescatado a Medinaceli
La historia de la talla del Nazareno que fue cautivo de los musulmanes y sometido a una nueva Pasión comenzó a difundirse por todos los territorios que componían Las Españas, ya que era un relato que a todos impresionaba. El calvario que sufrió el Cristo de Medinaceli se representó en cuadros de diversos puntos de España, pero también de Sudamérica, siendo posible contemplar su historia sobre un lienzo en Arequipa (Perú). Todo ello fue el inicio para la extensión de una devoción que ha terminado convirtiéndose en universal. Del mismo modo, también la propia efigie fue replicada, un fenómeno que todavía hoy se sucede. Sin embargo, muchos se preguntan por qué su advocación de Medinaceli.

La imagen del Nazareno Rescatado fue entronizada en el altar mayor de la iglesia del Convento de los Trinitarios. Sin embargo, el Ducado de Medinaceli cedió en 1686 un terreno colindante al cenobio para la construcción de una capilla adyacente, siendo trasladada la talla hasta esta nueva ubicación en 1689. Es precisamente de sus benefactores de donde toma su nombre actual el Cristo de Medinaceli, que se alzaron como sus protectores. Su devoción iba en aumento y las representaciones comenzaron a extenderse por España, Hispanoamérica e incluso Europa. Mientras tanto, en Madrid se afianzaba el fervor y los Trinitarios consiguieron incorporar al Nazareno en las procesiones del Viernes Santo en 1697. Todavía hoy, la imagen recorre las calles de la capital, que pasa por puntos tan emblemáticos como el Congreso de los Diputados.

Cabe destacar que en 1705 fue redactada la novena en honor a Jesús Nazareno, la cual continúa celebrándose, aunque actualmente como preparatorio a la fiesta grande de Cristo Rey, el 21 de noviembre. Por otro lado, el 16 de marzo de 1710 fue fundada la Ilustre y Nobilísima Congregación de Esclavos de Jesús Nazareno, con el IX Duque de Medinaceli, Luis Francisco de la Cerda y Aragón, como hermano mayor. El principal motivo de la constitución de la cofradía fue rendir culto a la talla del Cristo que había sido rescatado en el norte de África y alumbrarla en la procesión del Viernes Santo. Hoy en día, su actividad continúa en la figura de la Archicofradía Primaria de la Real e Ilustre Esclavitud de Nuestro Padre Jesús Nazareno, Cristo de Medinaceli.
Peregrinaje por iglesias de Madrid
Durante el siglo XVIII, se llevó a cabo una ampliación de la capilla de Jesús de Medinaceli y hasta el propio convento de los Trinitarios cambió su advocación de Nuestra Señora de la Encarnación por el de Jesús Nazareno. Sin embargo, con la ocupación de los franceses y la Guerra de la Independencia, la talla abandonó su ubicación original en 1809 y fue trasladada al Convento de los Padres Basilios, actual Iglesia de San Martín, en la Plaza de la Luna. En 1814, volvería a su capilla, que, al igual que el resto del conjunto, había sufrido importantes desperfectos, por los que el cenobio tuvo que ser reedificado.

A pesar de los contratiempos, la devoción a Jesús de Medinaceli continuaba. De hecho, en estos momentos sumó nuevos e ilustres fieles: la Corona de España. Fernando VII, monarca que dirigía el destino del país en aquellos momentos, inauguró la tradición de que la Familia Real acudiera a venerar también al Nazareno en la celebración del primer viernes de marzo, un gesto que se mantiene en la actualidad. Este detalle también explica que la Archicofradía tenga el título de Real.
Sin embargo, nuevo problemas se vivieron en la capilla del Medinaceli. Los procesos de desamortización afectaron al patrimonio de la Orden de los Trinitarios, que vieron como su histórico convento madrileño, que había sido fundado en 1606, fue exclaustrado. La talla del Nazareno fue trasladada en 1835 a la Iglesia de Nuestra Señora de Montserrat, en la Calle San Bernardo, y posteriormente a la Iglesia de San Sebastián. La Congregación de Esclavos evitó que la imagen formase parte del patrimonio religioso que acababa en el Convento de la Trinidad de la Calle Atocha y que iba destinado a convertirse en fondos del Museo del mismo nombre.

El Cristo de Medinaceli volvió a tomar posesión de su capilla en 1847. En aquel momento, una comunidad de religiosas se hacía cargo del cenobio, cuyo estado de ruina era cada vez más preocupante. Por ello, finalmente en 1890 se decidió su derribo, cediendo los terrenos el Ducado de Medinaceli a la comunidad de Padres Capuchinos, que habían visto perder su cercano convento de San Antonio del Prado. Sine embargo, se reencontraron con la talla del Nazareno que perdieron en Marruecos en 1681. El convento y la nueva iglesia, que tiene el rango de Basílica-Menor, se consagró en 1930.
Exilio del Cristo de Medinaceli a Suiza
Aunque el Cristo de Medinaceli ya tenía una nueva casa en la que volver a recibir a sus devotos, la alegría no fue duradera. Ante la inminente Guerra Civil, los Padres Capuchinos se vieron en la obligación de abandonar nuevamente el convento en febrero de 1936, escondiendo la talla en un cajón de madera, envuelta en sábanas, en la cripta de la iglesia. Allí fue donde el bando republicano la encontró en febrero de 1937, decidiendo entregarla a la Junta del Tesoro Artístico. Tras pasar por el Ministerio de Hacienda o por la Basílica de San Francisco El Grande, metido en un ataúd y rodeado de muertos, el Cristo de Medinaceli emprendió viaje a Valencia.

La talla del Nazareno madrileño permaneció en la Iglesia del Colegio del Patriarca, en Valencia, hasta agosto de 1937, y de allí continuó su camino hasta Cataluña, junto a otras muchas obras de arte. Los fosos del Castillo de Figueres o el Castillo de Perelada fueron algunos de los lugares en los que permaneció custodiada, hasta que finalmente el 3 de febrero de 1939 se decide su traslado, junto al resto del Tesoro Artístico, a la Sede de la Sociedad de Naciones, en Ginebra. El Cristo de Medinaceli iba en el primer camión, encabezando la comitiva que salió de España el 12 de febrero.

Sin embargo, la estancia en Suiza no fue tan larga como en otras ocasiones en las que ha permanecido fuera del camarín de su capilla. Tras la finalización de la Guerra Civil, el 14 de mayo de 1939 la villa de Madrid volvía a reencontrarse con su Señor. En una multitudinaria procesión, que hay quienes califican como del «segundo rescate», recorrió las calles desde el Monasterio de la Encarnación hasta su Basílica. Se ponía fin al exilio del Nazareno, cerrando un nuevo capítulo de su trepidante historia.
El Cristo de Medinaceli en la actualidad
La historia del Cristo de Medinaceli de Madrid está marcada por los numerosos acontecimientos que ha vivido la imagen desde que fuera tallada en algún taller sevillano en la primera mitad del siglo XVII. En 1996, abandonó de nuevo su camarín, pero en este caso para someterse a una profunda restauración por parte del Instituto del Patrimonio de España, mejorando el aspecto del venerado Nazareno. Desde entonces, el Señor de Madrid nunca más ha dejado a su pueblo, al que recibe cada día y, especialmente, el primer viernes de marzo, cuando desciende de su camarín para que pueda ser venerado por sus devotos, besando sus pies. Tres deseos, de los que, al menos, uno siempre concede.

El Cristo de Medinaceli también participó en el magno Vía Crucis que se celebró con motivo de la Jornada Mundial de la Juventud, en agosto de 2011, en Madrid. Fue entonces cuando un papa, Benedicto XVI, se postró también ante su imagen. Más recientemente, en octubre de 2019, recorrió las castizas calles de la capital para conmemorar el 80 aniversario de su segundo rescate, con una procesión extraordinaria que tuvo lugar desde la Catedral de la Almudena y hasta su Basílica, en la que no faltó el fervor popular. Además, el Viernes Santo madrileño no se entendería sin la salida del Cristo de Medinaceli, la que muchos apuntan que es la procesión más seguida del España.
Cautivo, rescatado y hasta exiliado, pocos son los episodios a los que no ha tenido que enfrentarse Nuestro Padres Jesús Nazareno. Creyentes o no, nadie se resiste a pasar por delante de su basílica y no entrar a contemplar esta histórica talla. La devoción por el Cristo de Medinaceli también forma parte de las manifestaciones culturales de nuestro país, por la magnitud y alcance de su nombre a nivel mundial. Sin duda, conocer su origen, recordar su historia y poner en valor la tradición que rodea a esta obra de arte barroca nos hace sentir unos auténticos #turistaenmipaís.
J.
REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
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MARLASCA RUIZ, G. (2017). Jesús de Medinaceli en la imaginería semanasantera de Castilla y León: historia, iconografía, difusión y ejemplos. Religiosidad popular: Cofradías de penitencia (2), pp. 557-572. Recuperado de: https://dialnet.unirioja.es/descarga/articulo/6193512.pdf
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