«Nunca se insistirá suficientemente en resaltar las lamentables consecuencias que para el patrimonio artístico y para la reconstrucción de nuestro pasado cultural tuvo la Desamortización». Con estas palabras, María Antonia Fernández del Hoyo expresaba en su artículo El Convento de San Francisco de Valladolid. Nuevos datos para su historia el daño que causó este proceso socioeconómico del siglo XIX al patrimonio cultural español, concretamente el eclesiástico. Monasterios, iglesias y conventos aglutinaron a lo largo de los siglos importantes obras de arte en su interior, sin olvidar, en la mayoría de los casos, al propio inmueble, que era un tesoro artístico más digno de admirar o contemplar.

No ocurría así con el Convento de San Francisco de Valladolid, uno de los complejos monacales más importantes de España, que se convirtió en la cabeza de la Provincia franciscana de la Inmaculada en Castilla y cuya fábrica, completamente desaparecida en 1837, destacaba más por las joyas de su interior que por el esqueleto pétreo que las custodiaba. De esas históricas piedras apenas queda rastro alguno, mientras que sus bienes, los que pudieron salvarse, están dispersos. A pesar de los intentos recientes del Ayuntamiento de Valladolid por hallar las huellas y cimientos de este cenobio, un interés que ha traspasado fronteras y ha llegado a Irlanda o Estados Unidos, ya que la principal razón es encontrar los restos de un ilustre personaje de la historia irlandesa en él enterrado, Red Hugh O’Donnell, nunca se podrá contar de nuevo en la ciudad con un complejo de estas características.
Historia del Convento de San Francisco de Valladolid
Los primeros cimientos del Convento de San Francisco de Valladolid no se encuentran ni en la Plaza Mayor ni en ninguna de las actuales calles que ocupaban el solar que dejó este magnífico complejo monacal tras su demolición a partir de 1837. Hay que acudir hasta la zona de Río de Olmos, situada a un cuarto de legua de Valladolid, para encontrar el antecedente de este convento, en lo que hoy en día sería el espacio comprendido entre el río Pisuerga y el Paseo Zorrilla. Parece que este primitivo cenobio franciscano, construido con materiales muy sencillos pero que llegó a contar con las instalaciones propias asociadas a un monasterio, se levantó sobre un solar cedido por la reina Berenguela y que contó con la supervisión del propio santo, que lo visitó cuando pasó por Simancas.
Las reinas de Castilla y el Convento de San Francisco
En 1254, los franciscanos obtuvieron permiso para trasladarse a la zona urbana de Valladolid, algo que también estaba ocurriendo en el resto de Europa. Además, los frailes se quejaron a los propios reyes del momento, Alfonso X y su consorte, Violante de Aragón, de la insalubridad del lugar. Precisamente, gracias al auspicio y donación de esta reina, obtuvieron un solar en el que edificaron su nuevo complejo, junto a la plaza del mercado, actual Plaza Mayor, y también financiación para iniciar la construcción.

Fue otra reina la que, un siglo después, también protegió el convento vallisoletano, María de Molina, que cedió algunos terrenos para ampliar el recinto. Precisamente, esta soberana castellana falleció entre los muros franciscanos de Valladolid el 1 de julio de 1321. Por otra parte, la sociedad vallisoletana también apoyó el levantamiento de esta nueva casa franciscana, sobre todo los más pudientes, que llegaron a tener capillas propias que les servían de panteones funerarios, en concreto, y antes de ser demolido en el siglo XIX, el Convento de San Francisco de Valladolid contaba 33 capillas.
Personajes enterrados en San Francisco de Valladolid
Con el paso de los siglos que fue construyendo un monasterio de dimensiones portentosas que llegó a contar con iglesia, capillas, dependencias, claustros, patios, jardines, huerta u hospital, así como espacios reservados y cedidos para la administración de la ciudad. Tal era la importancia del Convento de San Francisco de Valladolid que, incluso, Cristóbal Colón fue enterrado en él tras su fallecimiento en esta misma ciudad el 20 de mayo de 1506, en la Capilla de las Maravillas, aunque sus restos se trasladaron posteriormente, estando hoy en día en la Catedral de Sevilla.

Otro personaje ilustre sepultado en esta capilla fue Red Hugh O’Donnell, héroe irlandés que se enfrentó a la Reina Isabel I de Inglaterra y que murió en Simancas en 1602. Sus restos comenzaron a buscarse en mayo de 2020, con el apoyo del Ayuntamiento de Valladolid. Estas excavaciones arqueológicas son las que han vuelto a poner de actualidad al Convento de San Francisco, traspasando el interés las propias fronteras de la ciudad y de España, ya que medios irlandeses o el propio período The New York Times se hicieron eco del proyecto de recuperación emprendido por el gobierno local. Sin embargo, aunque se encontraron los cimientos y estos restos, nada hará posible que volvamos a tener entre nosotros al Convento de San Francisco de Valladolid, a pesar de que se haya puesto de manifiesto la importancia de revalorización patrimonial a través de este proyecto arqueológico.
La desaparición de San Francisco de Valladolid
A pesar de esta importancia histórica, son escasas las fuentes documentales que se conservan sobre este monasterio, destacando el Manuscrito de fray Matías de Sobremonte (1660), la principal de todas y en la que se describe cómo era el convento. Su fábrica gótica inicial se fue ampliando siguiendo los gustos de cada época, pero no llegó a superar a su riqueza interior.

El siglo XIX, como le ocurrió a otras edificaciones similares en España, supuso el ocaso del Convento de San Francisco. Durante la Guerra de Independencia, y con José I Bonaparte en el trono, se decretó el 16 de agosto de 1809 la supresión de las órdenes religiosas y la transmisión de la propiedad de los bienes de los monasterios y conventos a la nación, lo que también afectó a los franciscanos de Valladolid. Parte del edificio procedió a ser vendido para construir viviendas, comenzando su desaparición.
Aunque la restauración de Fernando VII en el trono permitió el retorno de los frailes en 1814, no durarían demasiado en su convento, puesto que en 1836 lo abandonaron para siempre. El 6 de agosto de ese año, la Desamortización afectó al Convento de San Francisco, que salió a subasta pública por 4.520.060 reales 17 maravedíes. Nadie lo adquirió, por lo que el Estado decidió su demolición, que comenzó el 1 de febrero de 1837, poniendo fin a la historia del que fue uno de los complejos monacales más grandes de todo el país y también con más historia. En 1847, Pedro Ochotorena compró el inmenso solar y urbanizó toda esta zona, que cambió radicalmente y para siempre el casco histórico de Valladolid, encontrando en ella algunas de las principales calles y edificios del centro de la ciudad, como el Teatro Zorrilla

El tesoro artístico de San Francisco de Valladolid
Como hemos comentado, el Convento de San Francisco llegó a tener 33 capillas que fueron construidas, en su mayoría, por familias nobles y pudientes que invirtieron grandes sumas en decorarlas. Juan de Juni o Gregorio Fernández son algunos de los genios y maestros que dejaron su huella en muchas de ellas. «El entierro de Cristo», considerada la obra maestra de Juan de Juni y expuesta actualmente en el Museo Nacional de Escultura, fue encargada para la capilla funeraria del obispo de Mondoñedo del mismo Convento de San Francisco de Valladolid. De este escultor de origen francés, también se conserva en este museo y procedente del mismo convento una maravillosa talla de San Antonio de Padua.

Lo mismo ocurre con el retablo de la Piedad y la talla de la Quinta Angustia, obra de Gregorio Fernández para la Capilla de la Soledad, fundada por Pablo de la Vega, y hoy titular de la Cofradía de la Piedad que recibe culto en la Iglesia de San Martín, también en Valladolid. Precisamente, el retablo mayor de la iglesia conventual presidió desde 1622 la primera Inmaculada que Gregorio Fernández talló de todas las de la serie realizada. Sin embargo, esta es una de las muchas piezas del Convento de San Francisco que se encuentra en paradero desconocido. De este escultor, en cambio, sí se conserva en el Museo Nacional de Escultura la talla de San Diego, que presidía la capilla a la que daba nombre.

La sillería del coro del convento, ejecutado por Pedro de Sierra, se encuentra en el coro alto de la Capilla del Colegio de San Gregorio, y también de este escultor se salvó una talla de una Inmaculada Concepción que también se encontraba en este espacio y que, actualmente, se puede contemplar en el Museo Nacional de Escultura. Cabe destacar también que Isidro de Villoldo intervino en la capilla funeraria del doctor Fernando Arias, realizando un relieve que muestra a los santos Cosme y Damián, patronos de la medicina, y que también conserva el citado museo. En lo que a arte funerario se refiere, la Catedral de Valladolid acogió las efigies sepulcrales de la familia Venero-Leyva, junto con la talla de Santa Catalina de Francisco del Rincón.

Patrimonio reaparecido
El Convento de San Francisco de Valladolid, de no haber sido víctima de una guillotina cuyo filo desamortizador destrozó por completo el patrimonio cultural de villas, pueblos y ciudades, sería, a día de hoy, uno de los monumentos más importantes de la capital del Pisuerga, cuyo casco histórico no sería como lo contemplamos hoy. Sus visitantes se adentrarían en él para disfrutar de un paseo ya no solo por la historia de la ciudad, sino también por la de España en su conjunto, cruzando una puerta a tiempos pretéritos que solo los cimientos que quedaron tratan de recordar.

Sin lugar a dudas, este complejo hoy desaparecido habría podido hacer sombra a otros tantos edificios de la ciudad, como el Colegio de San Gregorio, la Iglesia de San Pablo o la de La Antigua, pero solamente queda su recuerdo con una placa instalada por el Ayuntamiento en el V centenario de la muerte de Cristóbal Colón, con el nombre popular que se da a la Acera de Recoletos de la Plaza Mayor y con las joyas artísticas dispersas por iglesias y museos que ojalá algún día puedan volver a ser, al menos por un tiempo y en formato exposición, una familia unida que se sienta orgullosa del lugar al que perteneció. Qué irónico que casi 200 años después de decretar su demolición, las administraciones hayan desarrollado un proyecto arqueológico para rescatar las huellas arquitectónicas de la joya del patrimonio desaparecido de Valladolid que hoy hemos convertido en #PatrimonioReaparecido en este artículo, que también puedes leer en formato hilo en nuestra cuenta de Twitter.
J.
REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
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ROJO ALIQUE, F. J. (2002). El proceso de fundación del Convento de San Francisco de Valladolid (h. 1220-1275). Hispania Sacra (54), pp. 555-603. Recuperado de: http://hispaniasacra.revistas.csic.es/index.php/hispaniasacra/article/view/182/180
ROJO ALIQUE, F. J (2006). El convento de San Francisco de Valladolid en la Edad Media (h. 1220-1518). Vida en el convento y proyección social. Archivo Ibero-Americano (65), pp. 413-594. Recuperado de: https://www.academia.edu/6177392/El_convento_de_San_Francisco_de_Valladolid_en_la_Edad_Media_I_Fundaci%C3%B3n_y_Reforma
SANGRADOR, M. (1851-1854). Historia de la muy noble y leal ciudad de Valladolid, desde su más remota antigüedad hasta la muerte de Fernando VII. Valladolid: Imprenta de D. M. Aparicio.
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