Juana de Avis, la reina de Castilla a la que la muerte sorprendió en Madrid y que dejó huella en Alaejos, Aranda o Buitrago de Lozoya

La historia de España está repleta de pasajes olvidados, pero fundamentales para entender el devenir del país. La biografía de Juana de Avis es uno de ellos. Fue reina consorte de Castilla por su matrimonio con Enrique IV, con el que tuvo una hija, o eso es lo que dice una parte de la historiografía. Hay quienes sostienen que aquella niña, que llevaba el nombre de su madre y que nació destinada a ser reina propietaria de Castilla, pero que acabó siendo la Excelente Señora o, simplemente, la Beltraneja, era fruto de una relación extramatrimonial con don Beltrán de la Cueva, que hacía las veces de valido de su esposo en muchas ocasiones.

Juana de Avis, también conocida como Juana de Portugal y Aragón, fue un peón más del tablero de ajedrez de aquella Castilla medieval de intrigas que estaba a punto de dar el salto a la Edad Moderna, para renacer con más fuerzas. En concreto, fue la reina de aquella partida hasta que su cuñada, la hermana de Enrique IV, se hizo con esa corona a la que su hija estaba destinada. Isabel La Católica fue reina de Castilla tras su victoria en la guerra de sucesión castellana, aunque ese resultado no pudo llegar a verlo la madre de su rival, y, sin ese triunfo, la historia de España puede que tampoco sería la que es hoy.

Retrato imaginario de Enrique IV de Castilla, de Rodríguez de Losada, siglo XIX. Fuente: Ayuntamiento de León

Juana de Avis murió en 1475, solo seis meses después que su esposo, el rey Enrique IV. Falleció una reina consorte de Castilla en una ciudad que por aquel entonces solo era una villa más del reino, y que hoy es la capital de todo un país: Madrid. Era el 8 de junio de 1475, en el Convento de San Francisco, un cenobio que, con el tiempo, también llegó a ser Grande. Sin embargo, durante ese proceso perdió el recuerdo de esta reina cuyas huellas hoy vamos a tratar de recuperar y de seguir, trasladándonos hasta rincones como Alaejos, Aranda de Duero, Buitrago de Lozoya o Trijueque (Guadalajara), además de Madrid, la villa que marcó su vida. ¿Seguimos descubriendo su historia?

De infanta de Portugal a reina de Castilla

El 20 de marzo de 1439, en Almada, una localidad próxima a Lisboa, nació la hija póstuma de Eduardo I de Portugal y Leonor de Aragón, la infanta Juana. Se crió en el exilio junto a su madre, debido a las intrigas de la corte lusa, y vivió primero en el Monasterio de Santa María en Medina del Campo y posteriormente en Toledo, donde falleció Leonor de Aragón. Desde allí, regresó a los brazos de su reino en 1445, cuando contaba seis años.

Alcázar de los Reyes Cristianos, en Córdoba

Sin embargo, Juana de Avis volvería a Castilla de nuevo, en concreto en 1455, pero convertida en reina consorte de Enrique IV, la segunda esposa que tenía el rey, y, con ella, su segundo intento de tener descendencia. La boda se celebró en Córdoba, en mayo de ese mismo año, y desde allí partieron a conocer el reino, pasando por puntos como Madrid y Segovia, donde el monarca solía disfrutar de la caza.

Madre por inseminación artificial

Después de siete años de matrimonio, Enrique IV continuaba sin tener el heredero que tanto necesitaba para continuar su linaje. Por ello, recurrió a la sabiduría de la medicina judía para que la reina pudiera quedarse embarazada, realizando con una cánula de oro la primera inseminación artificial de la historia. El experimento funcionó y la reina Juana de Avis tuvo que esperar nueve meses para ver nacer a su hija, Juana.

Juana de Castilla, conocida como «La Beltraneja». Fuente: British Library

Para recompensar a su esposa, el rey la nombró Señora de Aranda de Duero, al ser la localidad en que recibieron la feliz noticia que tanto ansiaban escuchar. Esta localidad forma parte de las huellas de Juana de Avis, a la que todavía le quedaba mucha historia por vivir

Juana de Castilla, hija de Juana ¿y de Enrique IV?

El buen ambiente del que gozaba la villa de Madrid en el siglo XV, por la que Enrique IV sentía especial predilección, fue el motivo que llevó al rey ordenar que la reina fuera trasladada desde Aranda de Duero hasta este punto de Castilla para que diera a luz al heredero al trono. El 28 de febrero de 1462, nació en el Alcázar madrileño la princesa Juana, una niña a la que las Cortes reunidas en la misma ciudad juraron como heredera en mayo de ese mismo año, pero que al mismo tiempo fue tachada por una parte de la nobleza como ilegítima; es decir, que era hija de la reina, pero no de Enrique IV, atribuyendo la paternidad a don Beltrán de la Cueva, valido del monarca. Es aquí de donde viene el apellido de “Beltraneja” con el que fue conocida.

Grabado del Alcázar de Madrid, Jan Cornelisz Vermeyen, ca. 1534. Fuente: Metropolitan Museum de Nueva York

Enrique IV se había casado dos veces. Con su primera esposa, la reina Blanca II de Navarra, no llegó a tener descendencia, pero ni siquiera consumó el matrimonio, achacando que estaba maldito para conseguir el divorcio. Con Juana de Avis, tardó siete años en tener a su hija. Todos estos datos motivaron a que el rey fuera tachado de impotente, un sobrenombre que ha sobrevivido al paso de los siglos y se ha convertido en el apelativo con el que se le conoce: Enrique IV de Castilla, “El Impotente”.

Juana de Avis, de Alejos a Buitrago de Lozoya

Los rumores de infidelidad de la reina provocaron que la causa contra la princesa Juana se extendiera y se desatase una guerra civil en Castilla entre Enrique IV y su hermano pequeño Alfonso, aunque el verdadero juego de tronos estaba movido y guiado por la nobleza castellana. Para tratar de paliar la situación, el monarca recluyó a su esposa en Alaejos (Valladolid), donde vivió encerrada en su castillo bajo la custodia del arzobispo Alonso de Fonseca y Ulloa, señor de la villa. Este monumento, desde el siglo XVII, está en estado de ruina.

Fachada de la Iglesia de San Pedro, Alejos. Fuente: Turismo Valladolid

Fue en Alaejos donde, lejos de acallar los rumores de que la princesa no era hija legítima del rey, aumentaron todavía más los infundios: la reina se había quedado embarazada de Pedro de Castilla, su ayudante de cámara y descendiente del rey Pedro I de Castilla, el último de la Casa de Borgoña que precedió a los Trastámara. De este encuentro nacieron dos niños gemelos, Pedro y Andrés, lo que demostraba la fertilidad de la reina y ponía en entredicho la figura del monarca.

Panorámica del recinto amurallado de Buitrago de Lozoya

Sin embargo, sus dos hijos nacieron en Buitrago de Lozoya en 1470, donde la poderosa familia Mendoza tenía custodiada a la princesa Juana. La reina había decidido huir de Alajeos hasta esta villa de la sierra norte madrileña en busca de ayuda y protección. Desde aquí, sus huellas por la geografía castellana continuaron en Trijueque (Guadalajara), donde también vivió unos meses.

Primera reina de Castilla fallecida en Madrid

La muerte de Enrique IV el 11 de diciembre de 1474 en el Alcázar de Madrid vino acompañada de una guerra que tiñó de sangre los campos de Castilla durante años. Su hermana Isabel se había coronado reina de Castilla el día 13 de ese mismo mes en la ciudad de Segovia, basándose en lo firmado en Cadalso/Guisando con su hermano, una historia que daría muchos artículos. Sea como fuere, otra parte del reino proclamó como soberana a Juana de Castilla, la hija del monarca fallecido, un partido que capitaneó su madre con el apoyo, entre otros, del Marqués de Villena.

La villa de Madrid siempre fue leal a la causa de Juana, y fue desde aquí donde la reina viuda de Castilla observó los primeros meses de la guerra. Juana de Avis se retiró al Convento de San Francisco, situado muy cerca del Alcázar, viviendo en una alcoba encima de la portería del cenobio. Fue aquí donde, el 13 de junio de 1475, seis meses después del fallecimiento de su esposo y con tan solo 36 años de edad, le sorprendió la muerte. Es la primera reina de la historia de Castilla, y también de España, que murió en Madrid.

Convento de San Francisco en el plano de Pedro Texeira, ca. 1656. Fuente: Instituto Geográfico Nacional

La muerte de la reina, como sostienen algunas crónicas, no fue muy llorada ni sentida en el reino, que estaba preso de la guerra, las batallas y las disputas. Siguiendo su testamento, fue enterrada en el mismo monasterio franciscano “vestido con su hábito, antes de que fallezca y muera y en él sea enterrado; y antes de morir, cuando quiera expirar, sea echada en el suelo, como los religiosos de esta orden y no sea metido en ataúd”. Además, en un último acto de la coquetería, que siempre le caracterizó, pidió ser “enterrada en algún lugar hueco: que no llegue luego la tierra sobre mí”.

El cadáver de Juana de Avis fue inhumado en la capilla mayor de San Francisco. Hay diversidad de opiniones sobre el sepulcro en el que se encontraba, pues hay quienes sostienen que fue ejecutado por orden de la misma reina Isabel, mientras que otras voces autorizadas se postulan porque fuese inhumada en una tumba ya existente, de la cual sacaron los huesos para meter el cuerpo de la reina. Sea como fuere, sí se sabe que su epitafio rezaba lo siguiente:

“Aquí yace la muy excelente, exclarecida y poderosa Reyna de Castilla Doña Juana, muger del muy excelente, exclarecido y poderoso Rey Don Enrique IV. Cuyas animas Dios aya: la qual falleció dia de San Antonio de MCCCGLXXV años”.

Epitafio de la reina Juana de Avis (Flórez de Setién, 1790)

El sepulcro de la reina, con el paso de los siglos, desapareció, y el mármol del que estaba compuesto fue utilizado para efectuar el arco de entrada a la puerta de la iglesia del convento, quedando el nicho en el que estaba su cuerpo tapado con un retablo, en el lado del Evangelio. A pesar de ello, el día de las ánimas o difuntos siempre se rezaba un responso por Juana de Avis. En 1760, este cenobio franciscano fue demolido para construir el templo imponente que contemplamos hoy en día, la Basílica de San Francisco el Grande. Durante las obras, se encontró el ataúd de madera con los huesos de la reina, pero hoy en día los restos están en paradero desconocido, descansando en algún lugar de la iglesia.

Interior de la actual Basílica de San Francisco el Grande. Fuente: Living Madrid

La historia ha olvidado a Juana de Avis, cuya descendencia se vio apartada del trono, lo que, por otra parte, permitió la unión dinástica de Castilla y Aragón en las figuras de Isabel y Fernando, los Reyes Católicos. El destino de España, en cierto modo, estuvo en manos de esta infanta portuguesa cuyo recuerdo también terminó desapareciendo mientras el Convento de San Francisco que escuchó el último latido de su corazón se convertía en Grande en el siglo XVIII.

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Juana de Avis es una de las reinas de la época de los Trastámara que, como habrás podido comprobar, también recorrió las calles de Madrid. Si quieres descubrir su historia y la de otros muchos personajes de aquella época, puedes hacerlo en la ruta turística gratuita «Madrid de los Trastámara» de Turista en mi ciudad.

J.

REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS

EDWARDS, J. (2004). Isabel la Católica: poder y fama. España: Marcial Pons

FLOREZ DE SETIÉN, E. (1790). Memorias de las Reynas Catholicas, historia genealógica de la Casa Real de Castilla y de León, todos los Infantes: trages de las Reynas en Estampas y nuevo aspecto de la Historia de España. Madrid: Oficina de la viuda de Marin. Recuperado de: http://bibliotecadigital.jcyl.es/es/consulta/registro.cmd?id=4560

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